¿Qué mejor manera de comenzar la semana que con un nuevo cargo dentro de la cafetería?
Caleb se alegró cuando le dijeron que este día estaría a cargo de la caja, recibiendo las órdenes y facturándolas. Obviamente Cory, el gruñón, puso mala cara cuando el gerente le pidió explicarle a Caleb cómo funcionaba el sistema, a pesar de que Sara se había ofrecido a hacerlo, incluso Daisy dijo que ella podría hacerlo, pero toda muestra de gentileza fue barrida con una mirada del empleado del mes.
Cory terminó de indicarle cómo marcar la orden, cómo borrar algo si el cliente cambiaba de opinión, cómo hacer uso de los botones de descuento y cómo imprimir la factura.
―Bien ―contestó Caleb, entusiasmado. La actitud de Cory no iba a arruinarle el día―. Sencillo.
Cory levantó una ceja, en modo de advertencia.
―Gracias ―dijo Caleb, pero Cory ya se había marchado.
―Nos pasó a todos ―le dijo Daisy, llamando su atención haciendo que se voltee y le sonría.
―Me consta ―apoyó Sara por el otro lado.
―¿Qué pasa si me equivoco? ―les preguntó Caleb, imaginando que la factura se trancaría en la impresora o que marcaría mal algún producto y se estafaría él mismo.
―Solo no lo hagas ―aconsejó Daisy con una mirada de advertencia, divertida.
Caleb la vio cambiar su semblante, demasiado alegre para ser lunes por la mañana, y notó que era porque Cory estaba reingresando al área que compartirían todo el día.
―Pregúntame si necesitas ―ofreció Sara, hablando muy bajo y rápido a la vez que se alejaba también.
"Saldrá bien" se repitió varias veces mentalmente a la vez que veía los primeros clientes ingresar al lugar.
―Buenos días ―le dijo al muchacho que se paró frente a la caja, ofreciéndole una sonrisa―, ¿en qué puedo ayudarle?
Las palabras se sentían tan falsas al escucharlas. Quizás porque seguía un protocolo con el que aún no se familiarizaba del todo. Sería más fácil si les preguntara cosas más simples y directas como «¿Qué quieres?» Ó «¿Vas a pedir o no?». Pensándolo bien, eso sonaba muy tosco para ser honestos, aunque cuando las hablaba con Louis se sentía lo más normal del mundo. Entre estas y otras divagaciones, se le fue muy pronto la primera parte del día, cogiéndole por sorpresa lo rápido que llegó el almuerzo, el cual compartió con Sara, Daisy y Zac.
―¿Y qué hacías antes? ―preguntó Zac―. Digo, antes de venir aquí.
Caleb tragó el líquido que tenía en la boca y puso la botella en el suelo otra vez, tomando el sándwich de Subway que habían comprado para cada uno. No les prohibían llevar su propia comida, pero de todos modos fueron muy cuidadosos con no mostrar de más en las bolsas mientras subían a la terraza.
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Como El Atardecer
Genç KurguHay un viejo dicho que dice que, lo que está destino a pasar, tarde o temprano, pasa. En un accidente que pudo terminar muy mal para Emma Dotson y Caleb Morrison, sus caminos terminan itersectándose en una caprichosa jugarreta del destino, envolvién...