Capítulo 22: Emma

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De no haber sido por Becca, habrían ido a la cafetería antes

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De no haber sido por Becca, habrían ido a la cafetería antes. Pero no; a su amiga se le presentaba esto, o aquello, diciendo al final que no podría ir porque estaría algo ocupada. Emma la conocía, y sabía que eso podría no ser del todo cierto. A Becca simplemente le daba pereza, pero le apenaba reconocerlo.

La última excusa de Becca era una más convincente, ya que Penny quería que la esperaran para ir juntas el día sábado.

―Me encantan las paredes ―comentó Penny, emocionada cuando entraron al local, con el brillo en sus ojos similar al de un niño entrando a una juguetería―. Oh. Por. Dios. ―se cubrió la boca, emocionada y sorprendida―. ¿Si escuchan? ―les preguntó, esperanzada.

Emma rodó los ojos, bromeando. Becca escuchaba la música de fondo con suma atención.

―¡Es Chandelier! ―exclamó en un grito ahogado para no llamar la atención, fracasando en su intento―. La de Sia ―aclaró, cubriendo su rostro con su cabello negro, el cual traía ahora con varias mechas pintadas de color rojo―. Oh, vamos... ―frunció el ceño mirando a Becca. Penny era una adicta a la música popular, pero Becca no tanto. Ellas reconocieron la canción, pero ver la frustración y exasperación en el rostro Penny era divertido. Como cuando hablaba de One Direction y fingían no estar interesadas―. Es la versión acústica ―dijo, volteándose y escuchando, totalmente entretenida.

―Me gusta ―le dijo Emma, ganándose la mirada de aprobación y orgullo de su amiga. Se encogió de hombros cuando su mirada se encontró con la de Becca.

―¡Sara! ―chilló, cuando la vieron detrás del mostrador.

Becca y Emma sonrieron, con la primera pendiente de cada movimiento que hacía la segunda con sus muletas.

Se acercaron, con Penny liderando el camino hacia la caja donde harían el pedido, llamando la atención de Sara. Emma la vio revolotear disimuladamente cuando las notó acercarse. El chico de la caja ―el que tenía aspecto gruñón―, parecía regañar al otro sujeto que estaba en el lavabo, mientras Sara se acercaba por detrás de la barra.

―¡Amiga! ―chilló Penny, otra vez―. ¡Qué emoción!

Sara dejó escapar una risita.

―Qué lindo verlas ―les dijo Sara con cautela.

―¡Mira! ―volvió a chillar Penny, cogiendo unos mechones de Emma y bandereándolos en el aire―. ¿No se ve increíble?

Emma sabía que en la mente de Penny rondaba la idea de que estaba siendo silenciosa, pero eso estaba muy lejos de la realidad.

―Eso le dije ―contestó Sara, con el mismo tono de antes.

La sonrisa se borró del rostro de Sara cuando el chico gruñón se paró en la caja, dándole una mirada seria, haciendo que ella se volteara y se regresara a lado del chico que estaba en el lavabo, ahora secando unas copas. Emma lo vio con interés, pero su atención fue reclamada por el tono tosco del gruñón en la caja.

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