Capítulo 23: Emma

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La última cosa, pero no menos importante, que les dijo a sus amigas, era sobre la fiesta de Jamie

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La última cosa, pero no menos importante, que les dijo a sus amigas, era sobre la fiesta de Jamie. Eso no hizo más que empeorar la insistencia de Penny por ir a la peluquería.

―Sara se está tardando ―murmuró, mirando hacia el interior cálido de la cafetería. En la vereda, donde estaban, el viento ya enfriaba conforme el cielo se iba oscureciendo poco a poco.

―¿Te duele? ―se preocupó Becca, con cierto disimulo.

La pregunta quedó en el aire cuando una moto pasó en la calle, haciendo mucho ruido. Aquello no fue tan malo, pues detuvo el revoloteo de Penny, que no paraba de hacer comentarios de los planes que tenía con Emma.

Emma negó.

―Podemos entrar de nuevo, si quieres ―le dijo Penny.

Emma sonrió, lo que casi salió como una mueca. Era lo que no le había gustado después del accidente, ni siquiera antes; que la hicieran sentirse débil, como si fuera una muñeca de porcelana. Suspiró.

―Estoy bien ―contestó―. Es solo que nos dijo un ratito no más...

―Quizás tuvo que hacer algo ―opinó Becca.

―Ahí viene ―anunció Penny, con una sonrisa.

Becca se volteó y Emma estiró un poco el cuello para ver por detrás de su amiga. La puerta se abrió, dejando ver a una Sara sonriente y, visiblemente, aliviada.

―Ya nos íbamos ―bromeó Penny, dándole un abrazo como si no se hubiesen visto antes.

―¿Cómo te sientes? ―le preguntó Sara a Emma.

La aludida no dijo nada por unos segundos, pero luego respondió un sencillo "bien". Quizás tenía que acostumbrarse a esta preocupación que sentían por ella. Pensó que antes era ella quien se preocupaba, quien tenía que encargarse... Y convertirse en el ayudado, se le hacía extraño, por no decir incómodo.

Caminaron hasta el auto de Becca, parqueado del otro lado del edificio, y Emma volvió a sentarse en el asiento trasero, pero con la pierna flexionada. La rodilla no se sentía mal, ni siquiera dolía, pero era muy frecuente que pensara que, en un mal movimiento, y vería el hueso brotarse por debajo de su piel. Imaginar eso hacía que se le remeciera el cuerpo levemente.

Al arrancar, vio por la ventana a un muchacho rubio en una moto, sin embargo, lo que llamó su atención, fue el otro chico, el castaño. Lo veía de espaldas, pero pronto el auto de Becca se puso en marcha, y comprobó que era el mismo con el que se chocó en la vereda, el mismo que vio trabajar adentro, con Sara. Él volteó la cara hacia el auto, mientras ella se alejaba, y casi se escondió, aunque dudaba que él pudiera verla por lo oscuro que estaba el interior del vehículo, pero aun así él mantuvo la miraba hasta que giraron para cambiar de calle.

Emma se recostó contra el respaldo del asiento, escuchando que sus amigas hablaban de algo, pero no le pudo prestar atención.

Ella lo había visto sonreír cuando él miró hacia el auto, y, aunque se sintiera tonta, tenía que reconocer que por acto reflejo ―quizás― ella también había sonreído, aunque sabía bien ―o al menos suponía― que ese gesto iba para su amigo, ese rubio risueño.

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