Capítulo 29: Caleb

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Y sí, la cosa del pastel era cierta

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Y sí, la cosa del pastel era cierta.

Cuando Caleb entró a la casa, vio a la gente reunida alrededor de una mesa que antes no había estado ahí. ¿Cuánto tiempo había estado afuera?

Las expresiones en el rostro del hermano de Emma fueron algo cómico de ver mientras su madre le hacía partir el pastel. Caleb pensó que el muchacho se avergonzaría, o que la gente se burlaría, pero no pasó ni lo uno ni lo otro. Jamie le dio un abrazo de oso a su mamá y se le pudo entender la palabra "gracias" a la distancia. Por otro lado, las personas alrededor gritaron con emoción cuando la Señora de la casa preguntó: "¿Quién quiere pastel?" con una enorme sonrisa en el rostro.

Caleb se descubrió a sí mismo sonriendo de oreja a oreja. Aquello, lo del pastel, le había parecido un lindo gesto, más que nada por la demostración de afecto entre el anfitrión de la fiesta y su madre, ahora también uniéndoseles Emma. Ni siquiera se dio cuenta cuando se fue de su lado.

Momento después, ella volvió, con un trozo de pastel en la mano. Cuando se acercó, Caleb vio que no era uno, sino dos; uno encima del otro. Él reaccionó de inmediato, tomando los dos platillos para que Emma pudiera caminar más cómoda. Ambos llegando hacia un par de sillas en la pared.

―Te ayudo ―ofreció él automáticamente.

―No te preocupes ―respondió Emma de inmediato, sentándose sin mucho esfuerzo, dándole una sonrisa al muchacho parado frente a ella.

Caleb respondió al gesto con uno igual, entregándole el platillo que le correspondía y luego tomando asiento.

―Está muy bueno ―comentó él, porque sí, estaba delicioso. La textura, la suavidad, el sabor... ¿Sería un pastel caro?

―Demasiado ―contestó Emma.

Caleb la vio engullir un pequeño bocado y, por un momento, notó un destello en sus ojos, como el de una niña pequeña emocionada por el postre en sus manos, y eso le causó cierta ternura. Emma era diferente a otras chicas que había conocido, y vaya, que la frase ya estaba trillada y, apostaba que si se lo decía, ella no le creería. Pero era lo que él pensaba. Solo bastaba mirarla, hablarle...

―¿Qué?

Caleb despertó de su pequeño trance. No se había dado cuenta de que ahora ella lo miraba con una pequeña sonrisa mostrándose entre sus labios, los cuales se veían muy suaves.

―Nada ―respondió él, agachando la mirada.

―¿Tengo algo en la cara?

Él negó con la cabeza sin levantar la mirada por miedo a encontrarse con los ojos amielados de la chica a su lado. Por un momento esa mirada lo había hecho sentir desnudo.

Comenzó a reírse por lo bajo; En serio estaba siendo patético. Dios, acababa de conocer a esa chica y ya tenía toda esta clase de cosas en su cabeza. Se dijo a sí mismo que aquel rebullicio mental se debía a la ausencia de chicas en su vida por tanto tiempo, para ahora venir a conocer a una chica bonita. Sí, seguro que era eso.

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