Capítulo 15: Emma

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El regreso en taxi había sido más sencillo

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El regreso en taxi había sido más sencillo. Emma tuvo mucha necesidad de distracción, simplemente su atención fue absorbida por jugar Candy Crush en el celular de Jamie. Cuando se dio cuenta, ya habían aparcado en la vereda frente a su casa.

―Las ventanas estás cerradas ―observó Jamie.

Emma las miró.

―Cierto. ¿Habrá salido?

―No creo ―contestó Jamie, metiendo la llave en la hendidura―. Te apuesto a que está dormida.

Era lo más seguro. Stella dormía mucho los domingos, y considerando el calor y la pereza típica de este día de la semana, debería estar echada en su cuarto con las ventanas abiertas para no prender el aire acondicionado y ahorrar electricidad.

Jamie dejó el pie de limón en el refrigerador y saltó hacia la escalera.

―Iré a ver ―avisó. Emma asintió―. ¿Te ayudo? ―se ofreció cuando notó que Emma estaba al borde del sofá largo de la sala.

Se acercó y le ayudó con las muletas, dejando que Emma se cuelgue de su cuerpo para que ella pudiera sentarse. Le pasó otros cuatro cojines de los otros sofás, y el control remoto, antes de acercarse de nuevo a la escalera.

―Ya vengo ―dijo, y subió, saltándose los escalones de dos en dos.

Emma presionó el botón en el control remoto que hizo prender el televisor frente a ella. Cambió de canales uno tras otro. No tenía ganas de ver Harry Potter, ni menos Fear Factor, quizás National Geographic...

Jamie bajó de nuevo, llamando la atención de Emma.

―Y me dice que duermo como oso ―se burló Jamie.

Emma sonrió.

Jamie se desperezó al sentarse en el sofá y luego se levantó, como si hubiese cambiado de parecer.

―Creo que iré a recostarme un rato yo también ―dijo él.

―Vivo rodeada de osos ―comentó Emma, haciendo que Jamie sonría.

―¿Necesitas algo? ―preguntó él, pasando frente a Emma.

―No ―respondió, negando con la cabeza―. Me las arreglaré, no te preocupes.

Jamie levantó una ceja, inspeccionando a su hermana.

―¿Segura? Digo, si quieres puedo traerte una jarra con agua...

Emma sonrió cansada.

―Tranquilo ―le dijo―. Ve.

―De igual solo será un ratito ―mencionó Jamie. Emma sabía que no era cierto. Una vez que se durmiera, ese ratito podría durar diez años.

―Claro...

Jamie le dio una sonrisa tierna y luego subió por las escaleras con más calma que antes.

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