uno

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Está bien reconocer tus defectos de vez en cuando, es lo que me dijo mi madre cuando tenía catorce y malas intenciones con una prima, fue entonces que mamá me cazó al vuelo, y obtuve aquella reprimenda que me dejó con esa frase marcada para siempre.

Yo solía hacerlo —reconocer mis defectos— muy seguido, como aquel día, cuando me cuestionaba el porqué de mis malas acciones en la cabaña del padre de Scott. Sí, era una zorra, una arpía y muchos adjetivos no positivos más. Pero ahora tenía veintidós años, no era la misma niña que antes buscaba drama por cualquier lado, se suponía que debía ser una mujer. Y lo era, a pesar de varios errores inevitables, detalles incontrolables que fueron parte de mi aprendizaje a tener un buen corazón.

Hice una lista mental de malas acciones en los últimos años que más marcaron mi vida:

1. Coqueteé con Scott Mccall.
2. Besé a Scott Mccall.
3. Me acosté con Scott Mccall.
4. Jamás se lo conté a Allison.
5. Coqueteé con Isaac Lahey.
6. Besé a Isaac Lahey.
7. Me acosté con Isaac Lahey.
8. Jamás se lo conté a Allison.

Claro que habían más, pero estas eran las peores, y las que luego me costaron un año distanciada de mi mejor amiga, cuando Malia Tate se lo contó. Por eso, nunca más me emborraché con una amiga ni jugué a idioteces como yo nunca nunca. Ya le había llegado su venganza, de todos modos.

Pensé en otra lista, con buenas acciones; sin embargo, eran tan pocas que me dio pena y volví a lo que estaba haciendo: tener sexo con Stiles Stilinski.

¿Fue muy fuerte pasar de un extremo al otro? Porque yo también lo sentí.

La verdad, no tenía idea de como demonios llegué a estar haciendo cosas indebidas con el novio de una "amiga" en la cabaña de Scott. Tal vez era el hecho de que Stiles se había puesto realmente atractivo con el paso de los años, o porque quería vengarme de Malia. Aún no estaba segura del porqué, más tarde lo averiguaría junto con el reconocimiento de mis otros defectos.

Dejé de pensar cuando mi cerebro recordó que tenía a un hombre sobre y dentro de mí. Ahogué un último gemido antes de que el castaño se hiciera a un lado.

Eran las cuatro de la mañana, no podía hacer mucho ruido, los demás dormían tranquilamente en la sala de estar después de una borrachera épica. Me levanté lentamente de la cama, pero las piernas me flaquearon y caí sentada en el colchón nuevamente. Stiles me agarró el brazo, para tumbarme con él de nuevo.

—Quédate un poco más —murmuró con voz ronca.

—Sí, y que tu novia vea como quedaste post–sexo con Lydia.

No dijo nada más, posó toda su espalda sobre la cama con los brazos abiertos de par en par y la vista clavada en el techo. Me paré para vestirme y lo vi llevarse ambas manos a la cara, como si de a poco se arrepintiera por lo que acababa de hacer. Muy tarde.

—No le diré nada a nadie, si es lo que te preocupa —aseguré, buscando mi vestido negro en el suelo—. Aunque siempre sentirás la culpa en tu ser, es el castigo de los infieles.

—Tú también fuiste parte de esto —bufó.

—Lo sé, pero no estoy engañando a nadie. Malia no es mi novia, siempre duele más un amor que una amistad, ¿o no? Cuando decidiste acostarte conmigo sabías muy bien que eso le haría mal.

—No pensé específicamente en ella cuando lo decidí —soltó con obviedad.

—Eso está claro.

Stiles suspiró. Yo no tenía la maldita culpa de que luego de hacerlo, le intrigara el futuro de su relación con su actual novia. Lo hubiera pensado antes.

Por fin, con el vestido negro y los zapatos plateados puestos, salí del cuarto silenciosamente para volver a la sala de estar y echarme a dormir en el sofá, como si nada hubiera pasado.

malia va a matarme | stydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora