Cinco

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Aún sigo sin creer que todo esto este pasándome.

Él puede ser el más cínico de todos, y yo la más idiota. Fue el encuentro más descarado que pudimos haber tenido, y sigo recordándolo como película dentro de mi mente, una y otra vez. Trato de ver que es lo que estoy haciendo mal, pero es casi imposible tratar de competir contra la deidad en la que se ha convertido.

Tiene toda la ventaja, sobre todo. No va a ser fácil, en primer lugar, porque ya lo sabe todo y no sé como es que lo hace exactamente. Tendría que engañarme a mi misma para hacérselo creer y aún así no funcionaría. ¿Qué debería hacer entonces? Está ganándome la partida sin siquiera mover las piezas. Si yo muevo las piezas... él lo sabrá por adelantado, qué y cómo; la única solución viable que se me ocurre, es dejarlo jugar solo.

Que él haga los movimientos por ambos, aunque ya que lo pienso... podría saber también que trato de hacer eso y obligarme a jugar. Es la única carta que tengo y lo más probable es que ya sepa la jugada y aproveche que no voy a hacer nada.

Esto me revuelve en niveles inimaginables, cualquier opción que pueda tomar me lleva a un callejón sin salida.

¿Cómo ganarle a la Muerte?, esa una pregunta sin respuesta.

Todo eso pasó la noche de ayer y desde entonces he dado vueltas en círculos, de todas las maneras posibles. Si le doy vueltas a un círculo, por más que lo odie, seguirá siendo un circulo, no hay otra forma.

Después de contarle todo a Brahms ayer por la noche en el auto, no ha dejado de insistirme o más bien obligarme a que me vaya el fin de semana a las montañas. Prácticamente me echó de mi propia casa, eso no es posible. No es momento de viajes, no es el momento de nada realmente. Sólo quiero acostarme en mi cama, taparme hasta la cara y pensar en blanco aunque sea prácticamente imposible. Quiero descansar de mi vida.

Lo único claro que me deja Brahms con su actitud, es que cree que realmente voy a morir porque no hay otra opción, no tiene idea de como poder evitarlo. Está aterrado, y yo también.

Pero aquí estoy, tratando de cerrar una pequeña mochila con provisiones para un fin de semana desventurado. Es muy temprano, seis de la mañana y el sol está apunto de salir. La cabeza me duele a montones y Brahms está vigilándome desde el marco de la puerta de mi habitación como un guardián.



—Júrame que no tratarás de detener el mundo mientras no estoy —alzo la voz para que pueda escucharme aunque le esté dando la espalda.

—Todo seguirá igual cuando regreses —no es lo que querría, pero no hay opción. Esto no se resolverá solo.

—No hablarás con él ¿cierto? —podría sólo estar ahuyentándome para hacerlo.

—No puedo hablar con él hasta la reunión, aunque quisiera matarlo con mis propias manos en este preciso momento —dice y casi puedo sentir su sonrisa deslizándose por la comisura de sus labios. Suena dulce, pero más a fondo sé que está asustado y preocupado.



Como me gustaría habérselo ocultado un poco más, pero no podía. Sé que él quería saberlo, lo presintió desde el momento en el que me quedé muda en el asiento del coche. No pude ocultarlo, mi impresión fue automática, ni siquiera yo me había dado cuenta.



—Todo estará bien, encontraré la manera de resolverlo. Ya verás —me giro para darle una sonrisa que espero lo tranquilice y lo sorprendo cruzado de brazos y con la mirada baja, perdido en sus pensamientos dispersos. No va a estar tranquilo de ninguna manera.



Voy hasta uno de los muebles de mi habitación y saco de un cajón el cuadernillo de cuero negro, me lo llevaré al viaje. Cuando él levanta la vista, lo encuentra en mis manos y lo sigue con la mirada hasta que lo guardo dentro de la mochila. Harry dijo que no serviría de nada que lo leyera, pero aún así voy a hacerlo, tal vez oculte algo después de todo.



Vida Y Muerte | H.S | COMPLETA | (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora