Diecinueve

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Dedicado a: CatalinaV0610

¡Eres una chica increíble! ¡Gracias por estar ahí, preciosa! Espero te siga gustando mucho la historia como hasta ahora. Besos enormes.



La lluvia no parecía ceder. No había llovido así desde hacía años, y hoy parecía querer arrastrar a todos a tener un mal día. Era uno de esos días en los que tienes un mal presentimiento todo el tiempo, el pensamiento de que cualquier cosa podría pasar.

Y tenía razón. Aunque sólo fuese una niña en ese entonces, podía sentir la energía negativa, podía sentir el miedo de que algo malo fuera a pasar. Y peor si estaba sola, y lo estaba. Papá había salido a hacer unas compras y me había dejado en casa porque hacía mucho viento afuera y la lluvia era terrible, y en cuanto cruzó esa puerta, el clima evidentemente empeoró. Tenía razón, no debía ir con él, porque recién había salido del hospital por neumonía. Pero lo hubiera preferido a tener que quedarme sola y aguantar lo que sucedió mientras él no estaba. La tarde en la que se rompió mi corazón por primera vez, de una manera muy cruda y egoísta.

Aún más allá de que estuviera asustada porque estaba sola y porque mamá tampoco estaba, estaba asustada de que algo podría pasarles a ellos que estaban afuera y no sabía dónde. El clima era terriblemente malo, cualquiera que estuviera afuera la pasaría mal. A mí siempre me habían gustado los días lluviosos, podía salir a mojarme y ensuciarme con la tierra, pero esta vez todo era diferente.

Puedo verlo todo como si de una película se tratara, y haga lo que haga, sé que Gabrielle me obligará a que recuerde con exactitud lo que pasó esa tarde con todo lujo de detalle. Sé que lo recuerdo, porque jamás lo olvidaría, pero no con la exactitud que ella desea. Puede ser que haya fragmentos de mi memoria manipulados u olvidados sobre ese día. Y me da miedo recordarlo con lucidez. No quiero verlo porque sé que no encontraré nada bueno.

Los relámpagos son tan estridentes e intimidantes que aún después de muchos años, siguen provocándome la misma sensación que en ese entonces. Un vacío entremezclado con miedo. Una sensación fría, paralizante y controladora.

Puedo verme a mí misma escondida detrás del sillón, echando una mirada hacia la puerta. Como si estuviera vigilando que nada malo pasara, o como si esperara a que papá llegara a salvarme. Así pasé más de una hora, incómoda y aterrada en la misma posición, esperando a que algo pasara. Y pasó.

La cerradura se escuchó y después de unos segundos mamá entró a la casa, mojada y con la vista perdida, estaba tratando de hallarse. Era claro que no estaba en sus cinco sentidos. Sin embargo, esta vez no olía a alcohol. Olía a medicamentos, olía a una persona enferma, como si hubiese pasado días encerrada en un hospital.

En ese entonces no me percaté de todo esto, pero ahora, que la tengo enfrente soy capaz de notar con todo detalle lo que pasó ese día, puedo saberlo con certeza. No tendría sentido que Gabrielle me engañara con algo como esto, todo lo que estoy viendo ahora en realidad pasó.

La niña detrás del sillón no deja de mirar a su madre de manera extraña, y en cuanto la mujer evidentemente drogada se da cuenta de su pequeña presencia, inmediatamente se acerca hasta ella. La niña se quedó quieta ante su repentino movimiento, y cuando su madre la tomó por el brazo de manera brusca y rígida, empezó a llorar.



—Detente, mamá —mi voz frágil se escucha como una débil suplica patética. Me doy lástima—. Mamá, tengo miedo. Mamá por favor, suéltame.

Vida Y Muerte | H.S | COMPLETA | (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora