Doce

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Cuando abro los ojos hay dos partes conscientes de mí. La primera enloquece porque no sabe que está pasando. Hay un señor de bata blanca frente a mí, hablando y haciendo señas con los brazos y las manos. No logro enlazar que es lo que sucede, la vista es tan borrosa y deficiente que me pregunto si realmente es que estoy despierta. Parece más como un sueño confuso y extraño.

Y la segunda no siente control sobre su cuerpo, no siento mis extremidades ni algún otro sentimiento que no sea la preocupación y la angustia, no puedo pensar en otra cosa. Todo está en blanco porque todo está pasando rápido.

Abro los ojos.

Y más rápido de lo que esperaba, me levanto de la cama para sentarme en ella a contemplar el reducido espacio en el que me encuentro. La cortina corrida me separa de quién sea que esté internado a mi lado, aunque tampoco me interesa saber quién es. Es un cuarto para dos, y yo soy una de las pacientes. La habitación está pintada de azul y blanco, hay un mueble a mi izquierda sobre el cual hay unas rosas rojas frescas en su envoltura y unas botellas de agua medio llenas.

Brahms está dormido en una de las sillas alado de mi cama.

Tengo puesta una bata azul con puntitos enorme, y no traigo ropa interior. Dios, sálvame de esto. Hay un catéter en mi muñeca y no podría horrorizarme más, se ve espantoso. Lo aborrezco. Es asqueroso, no puedo seguir usándolo. Intento quitármelo con la otra mano pero en cuanto intento acercarla me percato de que está esposada a la cama. Maldición, empiezo a perder la calma.

En medio de mi exasperación tratando de quitarme el catéter y haciendo ruido con el metal de las esposas, Brahms despierta de su profundo sueño para levantarse de inmediato casi por inercia y acercarse a mí.



—Tranquilízate, voy a quitártelas. No te muevas —toma mi mano y saca una ganzúa del bolsillo de su pantalón para empezar a trabajar en ello—. Tenía que dejártelas, el doctor y la enfermera venían a cada rato y no podían verte sin ellas. Saben que estás arrestada por homicidio. No dudo que hasta el chico que cambia las sábanas sepa que hay una criminal aquí.

—No soy una criminal —refuto con indignación y en ese momento me quita las esposas. Doy ligeros masajes a mi muñeca antes de arrancar la cinta adhesiva que sostiene el catéter y quitármelo de una buena vez—. ¿Qué demonios estoy haciendo aquí?



Cuando termino de pronunciar la pregunta, pedazos de recuerdos llegan de golpe a mi cabeza. Bajo la mirada unos segundos hasta que recuerdo todo. Es entonces cuando la angustia empieza a formarse en mi pecho nuevamente. Ella me hizo algo.

—Eso ellos no lo saben. Eres una salvaje, no debiste quitártelo —niega con la cabeza antes de volver a sentarse en donde estaba anteriormente—. Vendrán a ponértelo de nuevo.

—Ella me hizo algo —trato de pasar el trago amargo por mi garganta. Todavía no sé lo que me hizo pero la angustia me está matando—. ¿Qué pasó? ¿Qué fue lo que me hizo? ¿Por qué estoy aquí? Brahms, tienes que decírmelo todo ahora.

—Estás aquí porque no se nos ocurrió una mejor idea. Te encontramos inconsciente en medio de la ventana rota de mi habitación, dos policías llegaron para arrestarte pero les dijimos que necesitabas un hospital. Era esto o dormir en prisión —toma la botella de agua del mueble y toma un gran trago antes de continuar, se ve terrible y no sé exactamente porqué.

—Espera, ¿dijiste nos? ¿Tú y quién más? —entonces nunca llegaron, ella sólo estaba disfrutando de mi desesperación. Aprieto los dientes tratando de asimilar todo—. ¿Por qué estoy arrestada?

Vida Y Muerte | H.S | COMPLETA | (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora