Capítulo 4

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-¿Creías que no me iba a dar cuenta?- preguntó riendo levemente con la vista fija en el ordenador, sin mirar al peliverde ni un segundo-. Tus miradas son rápidas, imperceptibles para gran mayoría de personas... Pero no para mí. Al igual que tú, yo también soy un gran observador.

Las manos de Jordan comenzaban a jugar entre ellas, al igual que sus pies. Sus mejillas empezaron a adquirir un tono rojizo. Se concentró en mirar al suelo y mantener la calma, no debía dejarse llevar por los impulsos.

-¿No dices nada?- Jordan siguió en silencio.

Xavier se levantó impulsándose con sus manos sobre la mesa, haciendo que la silla que usaba en su escritorio fuese hacia atrás, con el sonido de las ruedas deslizándose por el suelo. Avanzó hasta la mesa de Jordan con pasos decididos y largos, agarró a éste por la corbata, atrayéndolo hacia el, provocando que el peliverde se levantese levemente de su silla con las manos sobre la mesa para mantener el equilibrio y que no fuese tan costoso mantener esa postura, al tiempo que Xavier se agachaba y, con la mano que no encerraba a la corbata de su secretario, se apoyó sobre la mesa.

-Escucha, no me molesta que me mires, todo lo contrario. Ganamos los dos, tú te deleitas la vista y mi ego aumenta... Lo que no soporto es que te quedes callado cuando estoy hablando contigo. Si te pregunto, respondes; si te ordeno, obedeces. Es siempre así, no hay secreto. Así que no oses tener una falta de consideración tan grande conmigo quedándote callando cuando te hablo- Jordan estaba aterrado. La expresión del pelirrojo era seria, fría, pareciera que en cualquier momento lo iba a devorar.

Xavier lo atrajo más hacia él, estaban a centímetros, sus respiraciones se mezclaban y sus miradas conectaron. Aún así, Jordan no supo descifrar lo que ocultaban aquellos ojos. Las mejillas del secretario volvieron a teñirse de rojo. Xavier sonrió con arrogancia y perversión a la vez.

-¿Vas a seguir sin decir nada? ¿O acaso es que no puedes porque estar tan cerca de mí te pone nervioso y no eres capaz de articular palabra?- lo atrajo un poco más, faltaban milímetros para que sus labios se rozasen y Jordan no sabía cómo actuar. No sabía si debía decir algo o callarse, si acercarse más o alejarse, si dejarse llevar o apelar a su sentido común-. Ya he jugado suficiente- declaró de repente Xavier.

Soltó a Jordan y éste cayó en la silla, sin comprender muy bien todavía lo que había ocurrido, procesando la información. Su rostro era la viva imagen de la perplejidad. Parpadeó un par de veces y agitó la cabeza de izquierda a derecha repetidas veces queriendo alejar sus pensamientos y volver a la normalidad.

Ajustándose la corbata, colocándose un poco en cabello y decir palabra, volvió a su trabajo.

Ya he jugado suficiente. Esas palabras resonaron en la cabeza repetidas veces esa mañana.

Claro, porque eso es lo que soy para ti, un mero juego. Pensó el peliverde tirando el bolígrafo de repente, apoyando su cabeza sobre las manos y cerrando sus ojos con el ceño fruncido.

Xavier se sorprendió ante este acto, pero no formuló palabra, ni siquiera se notó su sorpresa en su expresión. Tan solo siguió con su trabajo, reflexionando sobre el comportamiento de su secretario.

~*~

La llave se introdujo en la cerradura, Jordan la giró hacia la derecha y escuchó como el pestillo desbloqueaba la puerta, dejando así que el joven pasase a la estancia.

A diferencia de otras noches, esta vez no tuvo nada de consideración con sus pertenencias: descalzó sus zapatos y los dejó de cualquier manera, sin estar alineados como acostumbraban; el abrigo lo tiró al perchero, pero la prenda no llegó a posarse bien, por lo que cayó al suelo, arrugándose; el maletín simplemente lo tiró a una esquina del recibidor.

Tenía en mente darse un largo baño, así que mientras subía las escaleras hacia el segundo piso iba desatando el nudo de la corbata con una mano y quitándose las gomas del cabello con la otra. Su algo ondulado cabello verde cayó sobre sus hombros, las gomas que lo amarraban quedaron en su mano, y en la otra, se encontraba su corbata.

Entró en el cuarto de baño y dejó las gomas y la corbata sobre el lavabo y, tras ésto, abrió la manilla que permitía el paso del agua caliente.

Mientras Jordan se quitaba cada una de sus prendas, el vapor iba apareciendo en el cuarto. El espejo que había sobre el lavabo comenzaba a empañarse, los azulejos de las paredes a estar húmedos y las baldosas resbaladizas. Jordan cogió una toalla debajo del lavabo, donde había dos puertas, las cuales albergaban toallas y sus pijamas. Escogió una al azar y un pijama, los dejó encima del lavabo y echó su ropa al cesto. Tras ésto dejó que el agua caliente abrazase todo su cuerpo. Sus cabellos verdes flotaban en la superficie, ya que el agua le daba por el cuello, y estaba ligeramente rojo por la elevada temperatura.

Sin pensar en nada ni en nadie, se quedó quieto en la bañera por más de media hora, haciendo burbujas con la boca cual niño pequeño.

Después de su largo baño, Jordan se sentía mejor, más tranquilo, más despejado. Para que esa tranquilidad perdurase, decidió encender la televisión y ver un programa basura cualquiera... Pero no funcionó. La televisión había hecho que se centrase más en sus pensamientos en vez de lograr lo contrario, ya que la mayoría de los programas eran una tontería y no era capaz de distraerse así, el aburrimiento siempre hizo que se metiese aún más en sus pensamientos.

Ya he jugado suficiente.

Dolía, dolía mucho. Incluso llegaba a ser insoportable. Ya eran dos años a su lado en la empresa, y no había conseguido acercase demasiado, aunque su jefe tampoco se lo permitía.

El ansia de querer que todo vuelva a ser como antes, de volver a abrazarle, a sonreírle. Extrañaba sus sonrisas... Extrañaba a Xavier.

Se llevó la mano a los ojos y los frotó, después respiró hondo, en un intento de que las lágrimas se quedasen encerradas. Todo ésto le hería demasiado.

Su móvil comenzó a vibrar, ya que estaba en modo vibración y recibió una llamada. Con pocas ganas se quitó la mano de los ojos y la dejó caer como si estuviese muerta. Con la otra, alcanzó el teléfono y lo desbloqueó: era Claude.

No tenía ganas de responder, no era capaz de hablar, era como si su voz se hubiese quedado ahogada en los llantos que reprimió. Así que simplemente colgó y volvió a tirar el móvil a la mesa, ya tendría tiempo de explicarle por qué no respondió al chico que parecía tener un tulipán en la cabeza.

Nostalgia {HiroMido}.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora