Capítulo 25

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Jordan abrió los ojos lentamente para después escrutar con su negra mirada aquello que le rodeaba. Blanco. Sábanas. Utensilios, para él, extraños. Sin duda alguna, sabía el horroroso edificio en el que se encontraba, lo que no sabía era el porqué.

Un recuerdo salpicó su mente. Sangre. Recordaba el líquido caliente recorrerle el antebrazo y la mano.

-Soy gilipollas -susurró.

Había cedido ante una alucinación, era plenamente consciente de ello. Siempre pudo distinguir la realidad de la ficción, pero solo cuando salía de su oscura fantasía. Esa es la razón por la cual desde el primer momento supuso que podría padecer una enfermedad mental.

Después, más fragmentos de recuerdos aparecieron en su mente. Esta vez, no era el rojo de la sangre lo que se presentó ante él, sino otros dos colores: el verde y el azul. Colores que luchaban por la supremacía, pero, ¿cuál? ¿Para qué? A continuación, volvió ese color cálido, pero no en forma de líquido, sino de cabello. Xavier, ¿qué había ocurrido con él?

Sus orbes se abrieron tanto que cualquiera pensaría que saltarían de sus cuencas. Las escenas pasadas se reproducieron como si de una película de terror se tratara. Sin pensarlo dos veces, arrancó las sábanas pegadas a su cuerpo y se levantó de la incómoda camilla. Sin embargo, su debilidad le jugó una mala pasada y cayó sobre las baldosas, llevando consigo el instrumento que medía sus constantes vitales y una barra de metal con un extraño contenido. Jordan maldijo al sentir el peso de la barra sobre él y cómo la aguja de su brazo se clavaba más en sus venas.

Se arrancó de cuajo todo aquello que le molestaba, todos aquellos artefactos conectados a él que hacían que se sintiese más máquina que humano, y avanzó apresuradamente por los pasillos del hospital, intentando correr pero sin llegar a ello debido a su debilidad. Buscaba entre las paredes blancas aquella habitación donde tendría que estar su pelirrojo, caía de cajón que si él estaba en el hospital, entonces Xavier, al que también le habían cedido las piernas, estaría en el edificio. Puerta tras puerta, iba buscando aquel cabello de fuego que crecía sobre una blanca piel de luna, pero no lo encontraba, y el bullicio que estaba montando alertó al personal médico.

-Señor, por favor, cálmese -le suplicó una mujer de bata blanca agarrándolo por los hombros.

-¡Suéltame! ¡Qué me sueltes te digo! ¡Tengo que encontrarle!

-¿Encontrar a quién? Señor, si se tranquiliza, puedo ayudarle.

Jordan analizó las palabras. Estaba ansioso por ver el estado de Xavier, no había tiempo que perder, tenía que estar en alguna de aquellas puertas.

-Soy la doctora Lianton, no voy a hacer otra cosa que no sea para su bien, de verdad.

El peliverde giró su cabeza y observó a quien le estaba sujetando. Era una mujer de mediana edad, esbelta y de cabellos rubios, que llevaba el uniforme del hospital. Había dicho que era doctora, entonces sabría dónde estaba Xavier.

-¿Puede decirme dónde está la habitación de Xavier Foster? -preguntó un poco más calmado.

-Sí, de ese paciente me ocupé yo, está en la 312, pero... -antes de que pudiese terminar, Jordan salió corriendo en dirección a la puerta en la que se inscribían aquellos números- Rayos -la doctora suspiró y puso los brazos en jarra, sabiendo que sería imposible que aquel hombre le hiciese caso.

Jordan entró en la habitación con el corazón a punto de salir por su boca. Allí, mirando a la nada, se encontraba Xavier, con la tez más pálida de lo normal, la espalda encorvada y la respiración sumamente lenta y pesada. Carecía del álito vital que a Jordan tanto le gustaba, y parecía tratarse más de un anciano con demasiados años y experiencias a sus espaldas en vez de un joven hombre con mucho por vivir.

Jordan cerró la puerta lentamente, todavía analizando el aspecto de quien tenía delante, y aunque intentó ser silencioso, el sonido de la puerta al cerrarse sobresaltó al enfermo. Xavier giró su rostro y estableció contacto visual con el intruso. A Jordan se le rompió el corazón al ver una esmeralda y un zafiro incrustados sobre un manto de nieve.

Se cubrió la boca con la mano e intentó acallar sus sollozos y encerrar sus lágrimas. Mas estas escaparon de igual forma de a prisión de sus orbes y sus hombros subiendo y bajando desacompasadamente delataron su respiración irregular. Una ventisca de sentimientos golpeaba su corazón. Por un lado, se sentía culpable porque creía que había sometido a Xavier a demasiada presión con su enfermedad y, además, lo había dejado solo en el trabajo, lo que habría terminado por desbordarlo. Por otro, el temor estalló en su interior como lo hace una bomba: arrasándolo todo. Le horrorizaba la idea de volver a sentir el frío de Xavier, de volver al sufrimiento, a la prisión húmeda y oscura de la indiferencia. Por último, sintió compasión por su amado, porque sabía que podría soportar todo lo que la cruel vida le deparase, excepto volver a estar en las garras de Schiller.

Una lágrima rodó por las mejillas blanquecinas de Foster, y digo Foster porque brotó del orbe verde. No era de tristeza, no era de miedo... Era de alivio.

-Estás vivo... Mi amor... Estás vivo. Shawn... Shawn me dijo que... Tú, la sangre, el cuchillo...

Jordan se derrumbó. Sus rodillas cedieron y no pudo contener por más tiempo el llanto. Xavier se alarmó al ver esa escena, pero no pudo levantarse para socorrer a su pareja. No tenía fuerzas para ello.

-Lo siento -logró pronunciar Jordan entre el llanto-. Lo siento muchísimo. Por mi culpa estás así, porque te cargué con todo... Y siento haber sucumbido ante mi enfermedad, soy débil, muy débil -las palabras se atropellaban en su boca, su lengua tropezaba con las otras partes de su boca continuamente, y su respiración irregular no hacía más que dificultar su tarea-. No sé cómo me dejé arrastrar por mis alucinaciones, ni en qué momento el suicidio se me pasó por la cabeza. Yo no quiero morir, nunca quise morir. Me da miedo. Me dio miedo hace años, cuando mis padres abandonaron este mundo, y me da miedo ahora. No quiero descubrir qué hay tras ella, temo que lo único que me aguarde sea una completa e infinita oscuridad. Temo que mi nombre se pierda en el transcurrir del tiempo, y que cuando pasen unos pocos años, sea como si nunca hubiese existido. Pero sobre todo, temo dejarte solo otra vez... No quiero fallarte, ¡no puedo fallarte! -Jordan se secó las lágrimas con su muñeca desnuda, pues el camisón del hospital no tenía mangas. Se incorporó y, dando un tropiezo, se acercó un poco más a la camilla de su amado. Le agarró la mano, la acercó a sus mejillas coloradas y empapadas, y con un hilo de voz, dijo:-. Ya te dije que soy débil, pero a pesar de eso, quiero ayudarte. Quiero pasar mi efímera vida a tu lado. Y que aunque nuestros cuerpos se conviertan en polvo, que nuestro amor perdure hasta el fin de los tiempos.

Xavier sonrió, al tiempo que su corazón latía desbocado por las palabras de cariño que le había profesado.

-Nada de lo que ha pasado es culpa tuya. No es culpa de nadie. En vez de buscar culpables, intentemos sobreponernos a esta situación. No te voy a mentir, no sé cómo estoy, a veces pierdo la consciencia, a veces me siento encerrado en Schiller, y a veces no sé ni quién soy. Pero si hay algo de lo que estoy seguro es de que voy a salir de esta, y tú también. Saldremos los dos, juntos. ¿Recuerdas lo que pactamos? Que yo sería tu apoyo, y tú el mío. Dejemos atrás las culpas, los miedos y las inseguridades. Vivamos, y vivamos muchos años. Compartamos multitud de experiencias, solos y con nuestros amigos. Viajemos. Trabajemos. Lloremos... -hizo una pausa, y se pensó bien lo que iba a decir-. Y adoptemos a un niño. Impidamos que un pequeño crezca sin padres, como nos sucedió a nosotros, tan solo alimentado de soledad e incertidumbre. Cultivemos su corazón con amor y esperanza, y hagamos brotar la felicidad en su interior. Los amigos del orfanato pueden convertirse en hermanos, los cuidadores en maestros, pero nada puede sustituir a unos padres. Será difícil dado nuestras dificultades psicológicas, pero... ¿te gustaría intentarlo?

Jordan se quedó en silencio.

Después, se lanzó a los brazos de Xavier.

Creo que este acto su respuesta está bastante clara.

Nostalgia {HiroMido}.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora