Capítulo 8

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—¿¡Cómo narices has conseguido forzar la cerradura!? —preguntó sorprendido, y un poco asustado por la respuesta, Bryce.

—Práctica —se limitó a responder encogiéndose de hombros, quitándole importancia, e introduciéndose en la silenciosa residencia de Jordan.

—¿¡Qué!?

—Nada.

Bryce tenía dos opciones: indagar sobre lo que hacía Claude en su tiempo libre o... Dejar a un lado el tema y seguir viendo a su amigo como hasta ahora. Sin duda la segunda opción le resultaba mucho más atractiva, por lo que se limitó a callar y a seguirle por los pasillos adornados con fotografías y pinturas de la casa del peliverde.

Encontraron a Jordan en el salón, vestido con su pijama de ositos de color verde claro y sus zapatillas de conejo rosas. Tomaba una taza de té y miraba a la alfombra que residía bajo la mesa del salón, pensativo, como si aquella mezcla de colores marrones y verdes fuesen lo más interesante del mundo. Quizás en el suyo, sí que lo fuera en ese momento.

Lo primero que se le pasó por la cabeza a Claude fue: Rayos, ¿pero a este crío qué le pasa con el color verde? Debería ir a algún profesional, ésto no es normal.

Sin embargo, se limitó a callar y a avanzar hacia su amigo, acompañado por Bryce. Se sentaron a sus lados y Claude le dio una palmada en la espalda y dijo:

—Isabelle nos lo ha contado todo.

Entonces Jordan salió de su trance, reaccionando lentamente, como si acabase de despertar de un sueño tranquilo, apacible.

—Llamó a mi número, parecía muy asustada. Quería que te viniéramos a ver en seguida, así que dejamos el entrenamiento de esta mañana —Claude y Bryce se pasaban mucho tiempo entrenando, ser jugadores de un equipo profesional de renombre no era tan fácil como pudiera parecer.

—Ah —se limitó a responder—. La verdad, no importa mucho —siguió mirando a la alfombra, no había levantado la vista de ella—. Estas cosas pasan, supongo.

Claude y Bryce se miraron con un gesto de preocupación en el rostro, Jordan estaba mucho peor de lo imaginaban.

—¡Oye, Jordan! —llamó su atención Bryce, aunque el peliverde siguió observando la alfombra— ¿Por qué no vamos a tomar helado otra vez?

—No me apetece tomar helado, gracias.

Esto ya eran palabras mayores, Jordan jamás rechazaba el helado, realmente estaba mal, y cómo para no estarlo, la situación entre él y Xavier era realmente desesperante.

—Vamos, vamos. Anímate, salgamos —insistió el albino, a quien no le agradaba la idea, pero no quería ver a Jordan en ese estado.

—He dicho que no —el tono empleado cortó la respiración a los dos presentes a parte de Jordan en aquella sala—. No quiero ir a tomar helado, no quiero salir, no quiero nada, solo que me dejéis solo, ¿vale? Necesito pensar.

—Pero... Jor-

—¿¡Vale!? —esta vez sí que levantó la mirada de la alfombra para podarlos directamente sobre los ojos de Claude. Su mirada se clavaba en él, demostraba furia y frustración contenida.

Claude entendió que sus sentimientos no se dirigían a él o a Bryce. También entendió que lo único que quería su amigo ahora mismo era estar a solas con sus pensamientos y tal vez darle un par de golpes a un cojín. No le hacía gracia la idea, sin embargo, no se puede ayudar a alguien que no quiere recibir ayuda, así que se levantó y cogió a Bryce de la mano, provocando que éste se sorprendiera y se levantase también de un tirón.

—Estaremos en contacto, Jordan. Sé que ahora estás dolido, pero​ no te vas a librar de nosotros tan fácilmente, somos unos pesados —guiñó un ojo y ambos salieron de la casa con la preocupación aún presentes en su cuerpo.

De lo que Claude no se dio cuenta al salir es de que todavía sostenía con fuerza la mano de Bryce, quien no dijo nada a pesar del rubor que se había posado en sus mejillas acompañado de una ligera corriente eléctrica que no dejaba lugar en su cuerpo sin inspeccionar.

~*~

Habían pasado dos días. Los dos amigos del peliverde no habían vuelto a pasar por su casa, cosa que agradeció profundamente. En esos dos días no fue a trabajar, no salió de casa, ni siquiera se cambió de pijama. Se dedicaba a respirar y a pestañear, y rara vez se llevaba algo a la boca. Tampoco era capaz de dormir mucho, unas profundas ojeras se instalaron bajo sus ojos. Tenía el cabello suelto y despeinado. En conclusión, Jordan estaba hecho una pena.

Sonó la puerta y Jordan maldijo con un susurro. Supuso que serían los dos jóvenes que siempre le andaban rondando, aunque le extrañó porque no tuvo señales de ellos últimamente.

Desde que había caído en aquella depresión hace un par de años, siempre estuvieron pendientes de él, como si fuese un niño. No querían que volviese a caer, no querían que volviese a enfermar y no querían volver a verle llorar. Que Jordan pasase un infierno por un imbécil les parecía sumamente injusto.

Volvieron a sonar los golpes en la puerta, pero esta vez con más intensidad.

«Idos», pensó Jordan. «Dejadme en paz. No quiero veros, no quiero ver a nadie». Cerró los ojos con fuerza, como si de esa forma fuesen a desaparecer.

—Jordan —el mencionado abrió los ojos sorprendido, parecía que se fuesen a salir de sus orbes. El salón estaba muy cerca de la entrada, así que podía escuchar perfectamente las voces de los que querían entrar.

«No puede ser... Él no vendría hasta aquí... Además, no puede saber dónde resido».

Jordan, por favor, ábreme —confirmado, era Xavier. El peliverde conocía demasiado bien esa voz, la escuchaba prácticamente todos los días desde hace dos años, no podía confundirse. Sin embargo, en vez del tono severo y serio que solía emplear, esta vez era suave e incluso podría decirse que dulce.

Jordan no estaba seguro si abrirle o no. Su cerebro le decía que no lo hiciese, que era un imbécil al que no merecía la pena ni recordar su nombre, pero su corazón quería que abriese la puerta y que se abalanzara sobre él. ¿Cabeza o corazón? El peliverde estaba indeciso.

—Jordan... Sé que me he portado muy mal, pero por favor, ábreme... Necesito hablar contigo.

Ganó el corazón. Jordan no podía resistir el tono lastimero que Xavier empleó, así que se levantó del sofá y, antes de abrir, se miró en el reflejo de un espejo pequeño que tenía colgado en la pared. Con sus dedos se retocó un poco el cabello y se dio un par de palmaditas en el rostro. Quería cambiarse de ropa, no quería que Xavier le viese tan desarreglado.

«¿Pero qué estoy haciendo? Vuelvo a parecer un adolescente enamorado».

Se dirigió hacia la puerta y le abrió a Xavier, a quien se le hizo raro no ver a su secretario vestido con traje y corbata. Sin embargo, verle con ese pijama tan adorable hizo que algo se removiera en su interior, algo que hace tiempo que había olvidado.

«Está demasiado adorable», pasaron esas tres palabras por la mente del pelirrojo.

—¿Qué quieres? —preguntó intentando sonar serio y "duro", pero vestido así era difícil tomárselo en serio.

—Yo... Te debo una disculpa, Jordan... Pero no me voy a quedar tranquilo solo con palabras, así que te lo demostraré también con actos. Quedemos esta noche, por favor.

El peliverde no se lo podía creer... ¿De verdad Xavier estaba hablando en serio? Quería gritar: ¡Sí!, pero se limitó a responder:

—Está bien, tienes que explicarme muchas cosas.

A Xavier se le iluminó el rostro, sonriendo ampliamente. Jordan reparó en algo... Xavier no llevaba sus gafas, podía observar sus ojos perfectamente, al igual que sus sentimientos. Él no era su jefe, él era Xavier Foster.

Nostalgia {HiroMido}.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora