Capítulo 20

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Xavier detuvo su vehículo frente a la residencia de su empleado, quién seguía con la mirada perdida. Al notar que el ronroneo provocado por el motor del coche se detuvo, pareció volver a la realidad y salió de él, no sin antes darle un beso de despedida al pelirrojo.

—Nos vemos mañana —dijo con voz dulce y una sonrisa. Cerró la puerta del coche y se adentró en su morada, engullida por las sombras de aquella noche sin luna, sin estrellas, solo penumbras, como si la noche tratase de alertarlos de que algo no iba bien.

Después de que Jordan cerrase la puerta, Xavier, quién no había apartado la vista de él, convirtió la expresión amable que le dedicaba en una neutral, semejante a la piedra. Las palabras de Shawn retumbaban en su mente, golpeaban su corazón. Se reclinó en su asiento mientras soltaba un largo suspiro, y luego cubrió medio rostro con la palma de su mano. Desde la conversación con el albino, Xavier tomó la decisión de centrar más su atención en su pareja, pues aunque quería negar con todas sus fuerzas que sus especulaciones solo eran producto de su imaginación, no podía pasar por alto el hecho de que era un profesional con mucha experiencia. Y eso, le aterraba. Le aterraba que su amor también sufriese un trastorno mental, que viviese en su propia carne la desesperación, el sufrimiento, las lágrimas.

—Mierda soltó, queriendo maldecir al mundo—. ¡Mierda! —le dio una patada a suelo del coche, intentando desquitarse con él.

A partir de ahora Xavier estaría más pendiente de Jordan, pero solo para comprobar que las especulaciones de Shawn eran falsas y quedarse tranquilo. Eran falsas... Eran falsas... Tenían que serlo a la fuerza, su pequeño ángel no podía corromperse, su inocencia y su luz no podían apagarse.

Arrancó el coche y, con sus pensamientos bombardeándole, emprendió su camino a su residencia.

Mientras tanto, al otro lado de la puerta, Jordan se quedó estático al cerrarla. No había encendido la lámpara del recibidor, la noche era oscura, así que lo único que entraban por las ventanas era la luz amarillenta de las farolas. Luz que creaba y deformaba las sombras, creando lo que de pequeño tanto le aterrorizaba a la hora de dormir: monstruos. Sin embargo, esta vez Xavier no estaba aquí con su brillante armadura y afilada espada; esta vez, estaba completamente solo, desesperado. No emitió sonido alguno, pero cuando los monstruos de dos cabezas, los que soltaban lodo de sus poros y los que emitían un hedor nauseabundo, empezaron a acercarse a él, las lágrimas del terror se escaparon de sus esferas oscuras y retrocedió, topándose con la puerta. Los monstruos seguían acercándose, iban a cogerlo, a matarlo, a hacer pedazos su cuerpo. Jordan cerró los ojos y se hizo un ovillo, esperando a que las esperpénticas criaturas lo atraparan y rezando para que su muerte fuese rápida... Pero ese momento nunca llegó. Jordan convirtió en una rendija a su ojo derecho, observando que los monstruos habían desaparecido, que en el recibidor solo estaba él.

«Te ha fallado» resonó en los pensamientos de Jordan. «Tu querido Xavier te ha fallado. Te dije que te alejaras de él. Es mío, no le importas».

—Cállate —susurró el peliverde, sujetando su cabeza entre sus dos manos. Las lágrimas todavía no habían cesado y su voz temblaba—. Xavier no es de nadie, no es un objeto.

«La verdad duele, ¿eh? Tu dulce y caballeroso Xavier no te ha defendido de tus miedos. No le importas en absoluto, solo le importo yo».

—¡Que te calles, mentiroso! —empezó a negar con la cabeza efusivamente, intentando alejar esa voz destructiva—. Maldito Schiller, eres un cabrón, ¡deja de arruinarnos la vida! ¡Deja que seamos felices! ¿¡Por qué no desapareces de una vez, maldita sea!?

«¿Y por qué no desapareces tú? Quizás no soy yo el que le molesta. Xavier está harto de tener que estar pendiente de ti, de tener a un niño de pareja en vez de a un adulto. Dices que Xavier es una buena persona, y no te equivocas, por eso no te dice nada... Pero en realidad, el que le está arruinando la vida no soy yo, eres tú».

—¿¡Por qué no te callas, joder!? ¡Lárgate de aquí! ¡Fuera de mi cabeza! ¡¡No quiero saber nada de ti!! —Jordan daba patadas al aire, seguía negando la cabeza al tiempo que su moño se deshacía—. Déjame en paz de una vez... Por favor —Jordan había perdido sus energías. Movía la boca, pero no emitía palabra. Su cuerpo temblaba y sus mejillas y cuello estaban empapados.

Schiller no volvió a atormentarle esa noche y Jordan, exhausto, se quedó dormido en el recibidor, con las lágrimas secas, los cabellos despeinados, y una expresión de horror.

~*~

Cuando Xavier llegó a la residencia de su pareja para recoger a su propietario e ir juntos al trabajo, como solían hacer desde hacía tres semanas, se encontró con la sorpresa de que nadie abría la puerta. Extrañado, recordó que Jordan le había dicho que escondía una llave bajo una de las macetas que adornaban la entrada, así que la buscó y le introdujo en la cerradura. Al ver a Jodan en posición fetal en el frío suelo del recibidor, algo se rompió dentro de él, y lo primero que se le vino a la cabeza fue: «Shawn tenía razón», pues era más que evidente que el pánico que expresaba el rostro de Jordan y la postura en la que estaba, eran producto de que algo no funcionaba bien en él. Después le invadió la culpa por no haber querido creerle y se arrodilló junto a su pareja, abrazándole.

—Lo siento —dijo, apartándole los cabellos de la cara—. Debí haber estado más atento estos últimos días, debí haberte protegido y no apartarme de ti. Debí escuchar las palabras de Shawn. Todo esto es por mi culpa, pero lo voy a arreglar, mi amor. No sé qué es lo que te pasa, ni si puedes escucharme, pero te aseguro que tú y yo seremos felices, aunque nos pongan mil obstáculos por el camino.

~*~

Shawn recibió a Xavier en su despacho y le sostuvo la mirada unos segundos, tratando de adivinar sus pensamientos. El psicólogo se encontró con un muro verde indescifrable para toda la humanidad, menos para una única persona, una persona que conocía al propietario de esas esmeraldas mejor que el mismo dueño: Jordan. Nadie que no fuese él era capaz de penetrar en el alma de Xavier, del verdadero Xavier, y no de aquel que, tiempo atrás, se ocultaba tras las extrañas gafas que le protegían.

Lo primero que hizo el pelirrojo fue hacer una profunda reverencia, tan exagerada que formó con su cuerpo un ángulo de 90 grados.

—¡Lo siento mucho! —se disculpó, sorprendiendo a Shawn, que sintió una oleada de sorpresa y confusión—. Debí haberte hecho caso, Jordan no está bien, soy un novio horrible... Ni siquiera soy capaz de apreciar cuándo mí pareja no se encuentra bien, ¡soy un desecho de ser humano! Por mi culpa Jordan está peor, ha estado llorando, lo encontré aterrado y con lágrimas secas esta mañana... Yo... Yo... Tenía que haberte escuchado. Lo siento muchísimo, Shawn, tú eres el profesional, no yo.

Shawn se quedó observando a Xavier con sorpresa un poco más de tiempo. Después, le colocó una mano en la enredadera roja que tenía por cabello y sonrió con tristeza, compasión y comprensión. Sabía lo duro que era admitir que tus seres queridos no están bien, pues es lo último que deseas en tu vida.

—Ponte derecho, anda... Es normal que no te hayas dado cuenta de ello, no has estudiado las enfermedades o trastornos mentales ni sus síntomas... No te martilices, pues no es tu culpa —el albino retiró la mano de la cabeza de Xavier y este se volvió a poner recto—. Escucha, yo no puedo tratar a Jordan, porque la enfermedad que padece tiene que tratarse con más que palabras. De hecho, te traté a ti porque eras consciente de tu trastorno y eres tan fuerte que fuiste capaz de controlar una personalidad que no existía, pero dudo que en una fase distinta te hubiese podido ayudar. Jordan necesita un psiquiatra, pero por supuesto, tú y yo vamos a estar a su lado en todo momento. No lo dejaremos caer.

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Apuesto a que la mayoría ya sabéis qué enfermedad mental es incluso desde el capítulo anterior.

Aprovecho para desearos felices vacaciones de Semana Santa :3.

Un saludo:

Roxy🌹

Nostalgia {HiroMido}.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora