Capítulo 23

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—Odio esta mierda —soltó el peliverde.

—¡Jordan! —le regañó Xavier al tiempo que ponía sus brazos en jarra.

—No me llames la atención, que no eres mi madre y ya soy mayorcito, puedo decir lo que quiera. Además, tú tampoco es que hables divinamente las veinticuatro horas del día.

El mayor dejó escapar una pequeña risa. A veces olvidaba que para Jordan también habían pasado los años y lo seguía tratando como un niño, como cuando llegó al orfanato.

Jordan siempre odió los medicamentos, y más si estos eran pastillas. Le costaba siete mundos tragarlas y ya no digamos recordar a qué horas debía tomarlas, pues con lo despistado que era, cuando empezó la medicación hace unos días, Xavier siempre tenía que recordarle que se las tomase. Al final, harto de estar tan pendiente de las horas, hizo que Jordan se pusiese una alarma en el móvil para recordarle que debía tomar la pastilla.

Touché.

Oye, Xavier —al mencionado un escalofrío le recorrió la espalda. El peliverde siempre empleaba ese tono meloso cuando iba a pedirle algo que sabía que no le iba a gustar—. ¿Cuándo podré volver a trabajar? Me aburro aquí, y no me apetece salir con Lisa por Inazuma, que para eso ya la tengo pegada a mí aquí dentro.

—Llama a ese par de idiotas e id a algún lugar. Si lo hacéis le digo a Lisa  que puede tomarse el día libre —le respondió cogiendo su maletín. Lisa, una muchacha que se había teñido el pelo de azul y utilizaba lentillas de colores, era la joven que se ocupaba de Jordan cuando Xavier no estaba, pues temía que algo le sucediese a su pareja (sobre todo en los primeros días de medicación).

—Puedes dárselo igual que ya estoy bien. No he vuelto a tener alucinaciones.

—Eso es mentira, que anteayer no querías cortar la pera porque dijiste que la habías escuchado llorar. Y ayer viste una sombra en nuestro cuarto cuando te aseguro que no había nada. Son alucinaciones menores comparadas con las que tuviste anteriormente, pero siguen siendo alucinaciones. No puedes estar solo todavía y no puedes volver al trabajo, el estrés que este supone no lo puedes afrontar todavía sin sufrir daños colaterales —argumentó con un tono tan autoritario que Jordan no sabía si estaba ante su pareja o ante un general.

—Está bien —canturreó sabiendo que no podría ganar. Cuando el pelirrojo se ponía en ese plan no había quien pudiera llevarle la contraria—. Pero llamaré a Claude y a Bryce, ¡y no les llames idiotas!

—No estoy diciendo nada que no sea verdad —se encogió de hombros—. Venga, llámalos y diles que hoy salís por ahí. Yo tengo que llamar a Lisa.

Así lo hicieron. Claude y Bryce llegaron en menos de lo que canta un gallo, la pareja incluso sospechó que habían venido corriendo, ya que su respiración era irregular y algunas pequeñas gotas de sudor perlaban su frente.

—Xavier os ha llamado idiotas —fue lo primero que dijo Jordan al ver a ese par frente a la puerta de su nuevo hogar.

—¡Oye, chivato! —se quejó el pelirrojo ante la declaración.

~*~

—Así que te has mudado, ¿eh? ¡Ya era hora! ¿Y para cuando la boda? Yo quiero tarta —Claude estaba tan feliz por el nuevo camino que había tomado su amigo que hasta tenía ganas de bromear y había dejado de decir palabras malsonantes en cada frase.

Los tres se encontraban en una cafetería en aquel momento. Jordan había desayunado con Xavier en casa, pero como los otros dos todavía estaban durmiendo (cabe destacar que ambos en casa de Claude... En la misma habitación... Compartiendo almohada...) cuando recibieron la llamada de Jordan, todavía no tuvieron tiempo de llevarse nada a la boca.

—Yo quiero sobrinos —lo secundó Bryce con una pequeña sonrisa, lo que para ser él ya era bastante.

—Solo me he mudado con Xavier porque tiene miedo de que esté solo cuando sufra alguna alucinación. Hasta que mejore, me temo que tendré niñera o niñeras todo el día.

—Primero, todos sabemos que no te has mudado solo por eso. Compartir cama con Xavier es algo que no te desagrada —Jordan estuvo regar el tulipán que Claude tenía en la cabeza con su café, pero se contuvo por respeto a la deliciosa bebida—. Segundo, ¿a quién llamas tú niñeras?

Jordan se lo pasaba realmente bien con aquella dinámica pareja, sin embargo y a pesar de todas las risas que le provocaban, aquel día tenía una astilla clavada en su conciencia. Presentía que algo no iba bien, sentía que alguien a quien quería iba a romperse, y no se equivocó.

Xavier estaba en su oficina, sintiendo como las paredes se estrechaban. Los días en el despacho sin su querido peliverde eran eternos, y se dedicaba más a jugar con el bolígrafo que a atender asuntos de empresa.

—¡Jefe, no se duerma! —Isabelle entró en la sala y sobresaltó al pelirrojo—. ¡Tiene que revisar otras cinco hojas!

»El señor Miguel está descontento con los nuevos productos tecnológicos.

»Debe firmar este documento.

»Mañana tiene dos reuniones.

»Lo están llamando por la línea tres.

»Este mes los ingresos han decaído en un 0'8%.

Todos lo agobiaban. Todos le exigían. Todos los folios iban dirigidos a él. Estaba más que harto de cargar con tanta responsabilidad durante tantos días, el estrés empezaba a acumularse de tal manera que hasta le costaba pensar con claridad.

Añoraba tantísimo la ayuda de Jordan con la gestión y el papeleo, que le trajera un café o un té con una sonrisa y que en medio de la jornada se concedieran unos minutos de descanso y risas. Sin Jordan, el trabajo lo estaba aplastando.

Déjame que te ayude. Le susurró la voz del ser que más odiaba en este mundo, pero al que le debía seguir con vida. Cuando yo estaba al mando el trabajo nunca supuso un problema.

«Cuando tú estabas al mando, Jordan también estaba al pie del cañón, y te recuerdo lo desagradable que fuiste con él. Vete a la mierda, vete de mi vida, de nuestras vidas».

Shawn le había repetido muchas veces que echarlo no era la solución. Solo si lo aceptaba acabaría con su problema, pero Schiller le daba tantísimo asco... ¿Cómo aceptar a quien te ha robado tantos momentos que podrían haber sido inolvidables? ¿Cómo aceptar a aquel que ha herido a quien más quieres? A sabiendas de que de esta forma Schiller podría volver a tomar el control sin su consentimiento, no podía unirse a él, le repugnaba el simple hecho de pensarlo.

La cabeza no paraba de darle vueltas, un dolor intenso lo taladraba sin cesar y distintas voces se mezclaban en su cabeza. Al final, ninguna parte venció, pero tampoco ninguna se rindió. Tan solo quedó un cuerpo inconsciente sobre una mesa y dos personas totalmente opuestas luchando por él.

Xavier se había roto.

Nostalgia {HiroMido}.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora