Kendall Schmidt, ese nombre retumbaba en mi cabeza una y otra vez, era música para mis oídos. Cada que recordaba esos hermosos ojos color esmeralda mirándome sentía un gran calor inmenso en mi interior, el aire me faltaba, inclusive parecía una boba con la mirada perdida y un leve sonrojo en mis mejillas cada que pensaba en él. Parecía una pobre niña admirando un caramelo en algún aparador de una tienda. Su perfume era un olor embriagador que entraba hasta en el más mínimo rincón de mi cuerpo haciendome adormecer con su aroma y ahí me di cuenta que había caído completamente por él.
La clase termino y todos salieron excepto yo, que seguía embobada en los encantos de ese chico, inclusive el maestro me tuvo que sacar de mi sueño.
Como me tocaba interpretación musical me dirigí a la famosa aula 16, entre al salón me senté y espere a que la maestra o como se había presentado; la señorita Laurens comenzara la clase de nuevo con las molestas presentaciones, solo que esta vez era diferente ya que no se encontraba el en esa aula. Mis ojos se iluminaron al oír que alguien tocaba la puerta de entrada entonces mire para ella y era el chico pelirrojo que amaba la música, entro y luego me sonrió, yo hice lo mismo pero mi mente no podía dejar de pensar en Kendall y a medida que avanzaba la clase no dejaba de extrañarlo y pensar en él, ilusionarme cada que entraba alguien esperando a que fuera Kendall que entrara y se sentara a mi lado inclusive aunque ya no hubiera bancas disponibles.
El resto del día fue bastante aburrido, de un lugar a otro, de aula en aula y yo seguía con la esperanza de volver a ver esos hermosos ojos color esmeralda que me volvían loca con solo mirarme.
Paso el día y nada, paso la semana y nada, mi existencia se volvía cada vez más aburrida y caí en un estado de depresión a medida que ya ni siquiera quería levantarme para asistir a clases, pues sabía que no lo vería, me preguntaba qué era lo que le pasaba, se encontraba bien, le habrá pasado algo, la preocupación me carcomía viva y no dejaba de pensar en eso. Gracias a las insistencias telefónicas de mi padre logro que volviera a la escuela después de haber faltado ya dos días seguidos.
El miércoles que regrese a la escuela me tocaba a primera hora el señor Collins, al entrar al salón me quede sin aliento al ver sentado al fondo al chico de mis sueños y fantasías. Casi quería gritar de alegría, correr y abrazarlo, decirle que lo había extrañado como no tenía idea. Me quede paralizada un segundo mientras lo contemplaba sonriéndome como solo él sabía hacerlo, mostrándome esos hermosos dientes blanco a perlados que tenía y esos hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando lo hacía.
Me encamine al único asiento que se encontraba en la sala, que por cierto quedaba enfrente del de él, me senté completamente llena de nervios y mariposas en el estómago por tenerlo de nuevo tan cerca de mi como ya hace unos días cuando caí y el me ayudo a levantarme colocando sus fuertes y firmes manos sobre mi cintura, envolviéndome con su calor.
Sentí su aroma y su aliento acercarse a mi oído y susurrar -. Hola te extrañe, ¿sabes?- en ese momento me sentí a desfallecer, por dios ¡me había extrañado!, definitivamente estaba feliz
- hol…a- le respondí tartamuda y me gire a verlo-. ¿Como estas?- le pregunte sonriente-.
-Estoy bien y ¿tú?- me dijo mostrándome sus dientes blancos a perlados.
- Bien, gracias por preguntar.-después hubo un momento de silenció bastante incomodo que el decidió romper.
- y, ¿porque no habías venido?- me miro tan dulcemente y con una expresión de interés en su rostro.
-pues… pue…s, me sentía mal- le eché una mentirita piadosa.
-ok, bueno será mejor que pongamos atención a la clase si no queremos que no saquen.-dijo no muy convencido de mi mentira. Me sentí a morir por haberle mentido pero que podía decirle, a falte a clases porque te extrañaba y me he enamorado profundamente de ti y no verte me estaba matando por dentó ¡CLARO QUE NO, APENAS LO CONOCIA!