7:50 y yo ya me encontraba lista para mi cita, solo estaba esperando que llegara Carlos para así podernos ir y olvidarme un rato de lo que siento por Kendall. Cosa que prácticamente es imposible.
Después de unos minutos se escuchó el timbre. Me dirigí a abrir.
-Hola hermosa- me saludaba Carlos con un oso de peluche bastante tierno y me lo entrego.- esto es para ti princesa. A decir verdad me incomodaba que Carlos me hablara así, pues no estaba acostumbrada y enserio que era incomodo pero, por otro lado me hacía sentir querida, me hacía sentir que no estaba sola pero, no era Carlos quien yo quería que me llamara así sino Kendall, mi mejor amigo. Pensé.
-Gracias, Carlos, esta precioso, enserio me encanta- le dije esbozando una sonrisa mientras lo recibía.
-Y… ya pensaste en un nombre- me pregunto.-pues de hecho no, me lo acabas de dar así que… no lo sé- le respondí sincera. Wow, esperen paren las cosas. No se supone que si él quiere que le ponga un nombre al oso que me regalo las cosas son más serias y el en verdad me quiere. Trágame tierra. Pensé. Yo en verdad no lo quería herir, tendré que decirle la verdad antes de que las cosas se pongan más complicadas, me sentiría la persona más mala y despiadada del mundo si le llegara a romperle el corazón a un chico tan dulce como Carlos.
-Bueno, estas lista para irnos- pregunto y luego yo Asentí.
-y… a donde me vas a llevar- le pregunte curiosa, el me miro y rio.-es una sorpresa preciosa, créeme te gustara, confía en mí.-tomo de mi mano y comenzamos a caminar. Yo quería rechazarlo pero simplemente no podía, no le podía hacer eso a él y menos si era demasiado dulce, caballeroso y atento, me sentía como la persona más mala del mundo por estar haciéndole esto a Carlos. Él era un chico increíble y el merecía a alguien que lo quisiera igual que él lo hace conmigo, y no una mentirosa como yo, que simplemente esta con él para demostrarle a Kendall que nadie le dice que hacer. Estúpido orgullo de mujer. Pensé. Esto en verdad me estaba irritando.
Caminamos a su auto y me coloco una venda en los ojos, “será más interesante” es lo que me había contestado cuando le pregunte el porqué de la venda. Como pude me subí al auto, claro que Carlos como el caballero que era me ayudo y fue mucho más sencillo que haberlo hecho yo sola.-gracias Carlos-le dije por su caballerosidad.- no hay porque- me respondió este.
El resto del camino fue silencioso pero, no un silencio incomodo sino todo lo contrario, a su lado me sentía segura, lo quería tanto, como si fuera mi hermano, y me destrozaba no poder quererlo de la manera en que él quería, yo era una tonta, una completa tonta.
-hemos llegado- anuncio Carlos parando el auto mientras me ayudaba a salir. Estando afuera me quito la venda y de sus labios salió un “sorpresa”. Mis ojos se llenaron de agua cuando vi la sorpresa que me tenía preparada Carlos, estábamos en la playa. Era un picnic en la playa, y había un muelle, el muelle estaba adornado con mil luces de colores que te hacían sentir como si estuvieras en otra dimensión, simplemente todo era perfecto. La luna se veía hermosa, estaba grande e iluminaba todo lo que se encontraba debajo de ella, parecía un lugar mágico. No, era un lugar mágico.
- Carlos- susurre mientras sollozaba. El al notar me reacción rápidamente me envolvió en el calor de sus fuertes brazos y nos mantuvimos así durante un buen rato. Ahora si me quería morir, él era tan tierno que no le iba poder decir “no” a nada y yo no quería lastimarlo más de lo que ya lo iba hacer.
- ¿Qué te ocurre?, Anne, no te gusto- pregunto este con un rostro evidentemente preocupado.
- no, no es eso, es solo que esto es hermoso y nunca nadie había hecho esto por mí y no sé cómo reaccionar, no sé si reírme o llorar o gritar, no sé nada Carlos- le dije a punto de llorar de nuevo.
-No, Anne, no me gusta verte así- limpio la lagrima que resbalaba por mi mejilla.- y siento como si no te hubiera gustado esto.
-Carlos, es que tú no entiendes.
-Anne, podríamos hablar de esto después, no quiero que nada arruine mi noche contigo- me dijo mientras su mirada se posaba sobre mis ojos aun rojos por tanto llorar.
- Bien- le respondí resignada. Después saco la comida de la cesta y comenzamos a cenar, era una velada mágica, todo era perfecto y me sentía como una princesa, por primera vez en mi vida me había sentido alguien importante para los demás, me había sentido querida, especial.
La cita iba tan perfectamente bien hasta que…