Miami

154 9 0
                                    

La gira ya está terminando, y con ella acaba unos meses de ensueño donde puedo decir que he sido la mujer más feliz del mundo.
A Pablo ya le han ofrecido empezar a grabar otro disco, con la consecuencia de tener que irse durante unos meses a Miami.
Me alegro por él, se que adora su trabajo y que es lo que verdaderamente le hace feliz. Pero tantos meses separados, a tantos kilómetros... nunca he llevado bien la distancia. Recuerdo cuando decía la típica frase de " Si se quiere, la distancia no es nada"... Pero ahora que lo voy a vivir, no pienso igual.
Hace unas semanas que volvimos de Málaga y del encontronazo con su ex. Hemos estado bien, no he visto mucho a Pablo por el papeleo que conlleva un nuevo disco, pero las pocas veces que lo he visto evita el tema de tener que mudarse.
Entre mil pensamientos rondando mi cabeza, escucho como suena el timbre.
Abro la puerta sin mirar por la mirilla y encuentro a un Pablo cansado.

- Hola mi vida.- me saluda besando mi frente.

- ¿Qué haces aquí?.- me sorprendo.

- Verte, ¿que más quieres?.- dice entrando al salón.

- No, es que no te esperaba.- digo siguiéndolo.

Pablo se sienta en el sofá, echándose hacia atrás y cerrando los ojos.

- Tienes que descansar Pablo, te van a llegar las ojeras a los pies.- digo sentándome en su regazo.

- Las primeras semanas son las peores.- dice mirándome con ternura.

- Por eso mismo, tienes que recargar fuerzas.- digo besando uno a uno sus dedos.

Pablo me sonríe, apartando mis labios de sus dedos y colocando su mano en mi mejilla.

- Eres mi mejor parte del día, te lo juro.- dice para luego besarme.

Me besa con dulzura, mostrándome tantas cosas y sentimientos a la vez. No puedo parar de pensar en lo que será de mi cuando se vaya.

- Te quiero mucho, ¿lo sabes?.- me dice mirándome fijamente a los ojos.

- Claro que si tonto. Venga vamos a cenar y te hago un masaje para relajarte.- le ofrezco.

- Que bien suena eso cariño, nada mejor.-me sonríe.

Cenamos una ensalada ligera, y pasamos el rato con sonrisas y mil y una preguntas. Pero en ningún momento sale el tema que de verdad me preocupa, Miami.

-Tira a la cama, ahora voy.- digo tras terminar de cenar.

- A sus órdenes mi capitana, no tardes mucho.- me guiña un ojo.

Recojo todo un poco y me voy para la habitación, invadida por un Pablo agotado.
Y allí está, tumbado boca a bajo para que le de un masaje.

- Y yo que pensaba que se te había olvidado.- río.

- No vas a tener tu suerte mi niña.- ríe cómplice.

Cojo un poco de crema corporal, subiéndome en la parte baja de su espalda.
Empiezo a darle el masaje, sintiendo sus músculos tensarse bajo mis manos.

- Pablo estás muy contracturado.- me preocupo.

- Es tensión acumulada, siempre me pasa.- me informa.

- Mis manos son mágicas, o eso dicen.- río.

- Ojalá sea verdad, brujita.- ríe.

Tras una media hora termino su masaje, tumbándome a su lado.

- Gracias cariño, me has dejado nuevo.- besa con dulzura mis labios.

- Ya te lo decía yo. Ahora a dormir que mañana seguro que también madrugas.- le digo.

- Sí... que remedio, es lo que tengo.- dice cerrando sus ojos del cansancio.

- Ahora a cerrar los ojos y a descansar. Te adoro Pablete.- beso suavemente sus labios.

- Yo sí que te adoro. Buenas noches cariño, te quiero.- dice acurrucándome en su pecho y quedándose dormido segundos después.

.............

Una canción de Coldplay nos despierta, y esa musiquilla no puede prevenir de otro móvil que no sea el de Pablo.

- Dime Esperanza.- contesta aún medio dormido.

Decido levantarme de la cama y preparar el café, nada mejor para espabilarme.

- ¿Qué? ¿No me lo puedo creer? ¿Tan pronto?.- exclama Pablo.

Me asomo a la habitación y lo veo con las manos en la cabeza y con cara de asombro total.

- Sí, esta bien, ahora te llamo.- cuelga.

-¿Qué ha pasado?.- le pregunto preocupada.

- Me tengo que ir a Miami dentro de dos días.- dice sin mirarme a los ojos.

Un dolor muy grande se coloca en el pecho. Me duele el tenerlo lejos, me duele que nuestra relación tenga que ser así, me duele que pueda olvidarse de mí. Mis ojos se llenan de lágrimas sin poder evitarlo. Pablo al darse cuenta de ellas, corre junto a mí, atrapándome entre sus brazos.

- Mi vida, sabíamos que esto iba a pasar tarde o temprano.- me susurra.

- Lo sé Pablo, pero no tan pronto.- digo con un nudo en la garganta.

- No puedo hacer otra cosa, lo siento Adri.- dice acariciándome el pelo.

- No, Pablo. Has evitado este tema durante meses.- le enfrento.

De repente, la tristeza y el miedo se convierte en enfado. Sé que no tiene la culpa y que no debo ponerme así, pero creo que es la única forma que tengo de ayudarme a mí misma.

- ¿Crees que para mí es agradable todo esto?.- me dice triste.

- Pablo entiéndeme joder. Son muchísimos kilómetros.- le sigo diciendo.

- Vente conmigo.- me pide.

- Pablo, yo tengo aquí mi vida, mi familia. No puedo abandonarlo todo durante meses.- le cuento afligida.

- Me abandonas a mí.- comenta Pablo enfadado.

- No seas egoísta, no puedes pedirme que me vaya contigo y que encima te enfades.- le digo mirándolo fijamente a los ojos.

- Quizás la que deberías de entenderme ahora seas tú a mí.- dice bajito.

- Pablo, paso de discutir. Te estás comportando como un niño pequeño. Cuando madures me hablas.- digo enfadada saliendo de la habitación.

A los pocos minutos escucho como la puerta principal se cierra tras un portazo, indicándome que Pablo se ha marchado. Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas. Me siento mal, agotada, triste... No puedo creer que a dos días de irse, hayamos tenido esta discusión tan absurda. Lo quiero tanto que esta situación me duele en el alma, pero es algo que no se puede remediar. Sé que se tiene que marchar, tiene que seguir con su sueño. No sé como podré aguantar tanto tiempo sin verlo, tanto tiempo separada de él. Pero tendremos que ser fuertes, superando día a día nuestro nuevo obstáculo: la distancia.

El buen amor es quererse bien Donde viven las historias. Descúbrelo ahora