MonosyllaBoy [Suga]

29•

Abro los ojos y automáticamente siento dolor por todo el cuerpo... No sé con qué me golpeé y al parecer estoy en el hospital. 

Suga está mirándome de brazos cruzados y mirada escrutadora. Estoy totalmente desubicada.

—Por fin te dignas en despertar —dice con voz rasposa.

—¿Qué me ocurrió? ¡Auch! ¡Me duele todo! —me quejo y chillo mientras me mando una mano a la cabeza. 

—Te diste un buen golpe... Pero no te preocupes, solamente te amputaron las piernas.

Abro los ojos asustada y rápidamente quito la cobija de mis piernas.

Uff, qué alivio...Están ahí... Lastimadas y raspadas pero están.

—Jajá, no es gracioso...¡Auuch! —vuelvo a chillar y él se ríe.

—Yo te dije que no caminaras así... Podía ser peligroso —dice con voz de papá regañón.

—Espera... ¿qué pasó con el chico monosilábico? —alzo las cejas y lo miro acusadoramente.

—No lo sé —responde simplemente alzando los hombros.

—Oye... ¿Con qué me golpeé?

—Pues pasó un chico en bicicleta y te arrolló. Prácticamente cayó sobre ti —dice intentando disimular una risa.

—¿Te parece muy gracioso? —me quejo y me doy cuenta que solamente estoy vendada pero no conectada a máquinas o algo así. Qué alivio.

—¿Llamaron a mi madre? —pregunto a la vez que trato de levantarme.

—No, aún no... El doctor dijo que podías irte en cuanto descansaras unos minutos después de despertarte —dice con tono de enfermero.

Supongo que para esta clase de situaciones él habla más de lo que se espera y la verdad es un auténtico placer escuchar su voz lenta y rasposa.

—Ah ya... Creo que ya podemos irnos —le digo y me levanto de la camilla.

Me duele todo el cuerpo, en especial las costillas, pero es soportable. Suga me ayuda a caminar y salir de la habitación, su mano derecha apoyada levemente en mi cintura mientras que yo tengo un brazo detrás de su cuello.

Después de hablar con el doctor y dejar mis datos, salimos de aquel infernal lugar y yo siento que no puedo caminar más.

—Auch, espera, ¿caminaremos hasta mi casa? No puedo, me duele todo.

Nos detenemos y él me mira.

—No, nos sentaremos allí —señala una banca que está a unos metros—. A esperar a mi hermano.

—¿Él me llevará a casa? —inquiero y él asiente como respuesta.

No digo nada más y ambos caminamos con lentitud exasperante a la banca. Nos sentamos y yo agradezco el estar por fin quieta y sin moverme.

—Oye, ¿y qué ocurrió con el chico de la bicicleta?

—Huyó —responde negando con la cabeza—. No sé por qué... Sólo le dije que le partiría las piernas.

Me río y automáticamente sufro por mis costillas lastimadas.

—Debí quedarme un rato más en el hospital —digo arrepentida.

—Sí.

—Oye, deberíamos conocernos un poco más, ¿no crees? —le pregunto para no quedarnos en el silencio incómodo de siempre.

—Vale.

—Vale... Comienzo yo. Ya sé que tu color favorito es negro, obviamente... ¿Tu comida favorita?