Capítulo 4.

1.3K 82 34
                                    

— ¿Despertaste ya? —Gruñí.

— No. —Bostece— Las lagañas aún siguen en mis ojos.

Lo oí reír suavemente. — Bien. Sólo quería darte los buenos días.

— No me jodas. —Gruñí de nuevo y él rió.

— Cielo...

— ¡Me despertaste  para decirme "Buenos días!

— Cielo...

— ¿¡Cómo se te ocurre!?

— ¡Cielo!

— ¿Sí, Papá?

— ¿Qué horas crees que son?

— ¿Las seis de la mañana?

Rió a carcajadas. — Cielo, cariño, son las ocho y quince de la mañana. ¿Sabes que significa?

Resoplé. Gracias Isaac, esto es tú culpa. — Oh no.

— Oh sí.

— Hasta luego, Papá.

— Eso creí.

Me levanté rápidamente y traté de realizar todas mis necesidades a una gran velocidad. Luego de terminar de arreglarme bajé, tomé las llaves y salí con prisa en busca de algún taxi.

Uno apareció frente a mí, inmediatamente subí en él sin mirar a ningún otro lado. Mi respiración estaba un poco agitada debido a la rapidez con la que realicé las cosas. Hacía un poco de frío la verdad, así que tomé mi abrigo y lo apegué un poco más hacia mí.

Mi estómago rugió dando a entender que necesitaba ser alimentado. Llegué a la panadería, pagué y baje con prisa. Miles de pensamientos recorrieron mi mente, estaba luchando conmigo misma entre sí entraba o no lo hacía. Al final entré, caminé despacio pensando en lo que vendría, pero nada pasó.

Las personas estaban aquí pidiendo sus pasteles, Sophie estaba de aquí para allá y Glenda me miraba acusadoramente desde la caja registradora, mi puesto de trabajo al cual estoy llegando sumamente tarde. 

Me acerqué a ella con aire nervioso, sonreí y ella se quitó rápidamente. Me miró. — Conozco la historia, así que... trabaja y hagamos como que nada pasó. —La miré irse, yo estaba confusa, ¿Historia? ¿A qué se refería? No creo que... no, no creo. 

Sophie me miró divertida y me sonrió. — Hola guapa. ¿Qué tal tu cita?

— Bastante divertida. —Sonreí al recordar cada minuto de la noche anterior.

— Me imagino que sí. —Levantó las cejas divertida— ¡Semejante vergüenza me hiciste pasar!

Reí. — ¿Por qué?

— Prácticamente te dejé en claro que Isaac es un Dios Griego, ¡Y no dijiste nada!

— No es para tanto.

— ¡Lo es!

— No, no lo es.

— Claro, porque tú...

— Cielo. —La interrumpió Peter— Ven conmigo, por favor. —Se alejó y yo lo miré asustada. Su semblante estaba serio. Aquí había quedado lo último de mí, seguramente me despedirá por la escena de anoche. ¡No debí cerrar la puerta en su cara! Y para colmo llego tarde..., ¿Por qué Jesucristo? ¿Por qué soy así? — ¿Me estás escuchando? —Lo miré apenada, negué. Una sonrisa escapó de él, sonrisa que hace mucho tiempo no miraba, su sonrisa verdadera— Siéntate. —Hice caso y me senté frente a él nerviosa— Dime, ¿Por qué llegaste tarde?

·Bajo el mismo cielo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora