— ¿Despertaste ya? —Gruñí.
— No. —Bostece— Las lagañas aún siguen en mis ojos.
Lo oí reír suavemente. — Bien. Sólo quería darte los buenos días.
— No me jodas. —Gruñí de nuevo y él rió.
— Cielo...
— ¡Me despertaste para decirme "Buenos días!
— Cielo...
— ¿¡Cómo se te ocurre!?
— ¡Cielo!
— ¿Sí, Papá?
— ¿Qué horas crees que son?
— ¿Las seis de la mañana?
Rió a carcajadas. — Cielo, cariño, son las ocho y quince de la mañana. ¿Sabes que significa?
Resoplé. Gracias Isaac, esto es tú culpa. — Oh no.
— Oh sí.
— Hasta luego, Papá.
— Eso creí.
Me levanté rápidamente y traté de realizar todas mis necesidades a una gran velocidad. Luego de terminar de arreglarme bajé, tomé las llaves y salí con prisa en busca de algún taxi.
Uno apareció frente a mí, inmediatamente subí en él sin mirar a ningún otro lado. Mi respiración estaba un poco agitada debido a la rapidez con la que realicé las cosas. Hacía un poco de frío la verdad, así que tomé mi abrigo y lo apegué un poco más hacia mí.
Mi estómago rugió dando a entender que necesitaba ser alimentado. Llegué a la panadería, pagué y baje con prisa. Miles de pensamientos recorrieron mi mente, estaba luchando conmigo misma entre sí entraba o no lo hacía. Al final entré, caminé despacio pensando en lo que vendría, pero nada pasó.
Las personas estaban aquí pidiendo sus pasteles, Sophie estaba de aquí para allá y Glenda me miraba acusadoramente desde la caja registradora, mi puesto de trabajo al cual estoy llegando sumamente tarde.
Me acerqué a ella con aire nervioso, sonreí y ella se quitó rápidamente. Me miró. — Conozco la historia, así que... trabaja y hagamos como que nada pasó. —La miré irse, yo estaba confusa, ¿Historia? ¿A qué se refería? No creo que... no, no creo.
Sophie me miró divertida y me sonrió. — Hola guapa. ¿Qué tal tu cita?
— Bastante divertida. —Sonreí al recordar cada minuto de la noche anterior.
— Me imagino que sí. —Levantó las cejas divertida— ¡Semejante vergüenza me hiciste pasar!
Reí. — ¿Por qué?
— Prácticamente te dejé en claro que Isaac es un Dios Griego, ¡Y no dijiste nada!
— No es para tanto.
— ¡Lo es!
— No, no lo es.
— Claro, porque tú...
— Cielo. —La interrumpió Peter— Ven conmigo, por favor. —Se alejó y yo lo miré asustada. Su semblante estaba serio. Aquí había quedado lo último de mí, seguramente me despedirá por la escena de anoche. ¡No debí cerrar la puerta en su cara! Y para colmo llego tarde..., ¿Por qué Jesucristo? ¿Por qué soy así? — ¿Me estás escuchando? —Lo miré apenada, negué. Una sonrisa escapó de él, sonrisa que hace mucho tiempo no miraba, su sonrisa verdadera— Siéntate. —Hice caso y me senté frente a él nerviosa— Dime, ¿Por qué llegaste tarde?
ESTÁS LEYENDO
·Bajo el mismo cielo·
RomanceEl peor día de tú vida, quizás, sólo quizás, pueda ser el mejor. Jamás dejar el teléfono en algún lugar había sido tan romántico. Quizás estamos en la época en qué en vez de dejar una zapatilla de cristal dejamos teléfonos. Para Cielo Howland...