3 meses después.
— ¡Tania! —No respondió— ¡Tania!
— ¿¡Qué!? —Gruñó. Su mirada lucía cansada, el trabajo la debe de estar consumiendo— ¿Por qué me gritas así como loca?
Sonreí inocentemente. — Hay un regalo para ti en el mesón.
Me miró confusa. — ¿Para mí?
Asentí. — Bueno, de hecho... son dos.
— ¿Dos? —Me miró sorprendida. Sin más corrió hacia el mesón de la cocina. Miré su rostro, atenta a cualquier movimiento. Pero lo único que hacía era mirar los objetos con completa desconfianza.
— ¿Segura de que no son bombas?
Bufé. — ¡Ábrelos!
Entrecerró los ojos y me miró desconfiada. — ¿Son tuyos?
Sonreí. — Uno de ellos, tal vez.
Gruñó. Sin más tomó la caja mediana. — ¿Y esto? —Me acerqué confundida. Definitivamente ese no era el mío.
— Ve de quien es.
Sacó la pequeña tarjeta dentro de la caja. Suspiró y se sentó en la silla frente a ella. — James. —Gruñó. Aunque noté algo diferente en la forma en que lo dijo— ¿No se cansa?
Sonreí. — Existe un dicho que dice "El que se cansa pierde", u también "El que persevera alcanza", o aquel que dice "Lucha por lo que quieres". —Sonreí— O aquel que...
Gruñó. — No sigas, por favor. —Miró los libros en su regazo y los analizó— ¿Cómo si quiera supo que son mis libros favoritos? —Abrió los ojos sorprendida y luego me miró— ¡Traicionando a la familia!
Reí. — Yo no se lo dije... no a él. En realidad se lo dije a Isaac. Puedes culparlo a él. —Sonreí— ¡Mira el otro!
Bufó y sacó la pequeña caja. Tomé mi teléfono y preparé la cámara. — ¿Cielo?
— ¿Sí?
— ¿Esto...?
Reí. — ¿Qué tiene?
— Dice "Hola, papi. ¡Voy en camino!"
Gruñí. Mierda me confundí de caja. Corrí hacia mi bolso y tomé la otra pequeña caja. — Ten, ésta sí es. —Reí.
Tania aún en shock abrió la caja, luego me miró completamente sorprendida. — Oh por Dios. —Susurró— ¿¡En serio!? —Asentí— ¡Voy a ser tía! —Reí mientras la oía gritar.
— Cállate, boba. Sólo tú lo sabes.
— ¿Y Isaac?
— Iré al trabajo de él a llevarle la caja. —Sonreí— Ésta mañana me quedé dormida.
— ¿¡Qué esperas!? ¡Ve! —Me empezó a empujar hacia la puerta.
La miré confusa, Tania no es así. — Tania...
— ¿Sí? —Me miró nerviosa.
— ¿Qué sucede?
— ¿Qué sucede de qué? —Se sonrojó.
— Me estás ocultando algo.
— N-no.
— Tania...
Aclaró su garganta. — Y-yo... —El timbre sonó y ella abrió los ojos grandemente, lo que produjo aún más mi curiosidad. Caminé con rapidez hacia la puerta. La abrí y quizás me sorprendí un poco.
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·Bajo el mismo cielo·
RomanceEl peor día de tú vida, quizás, sólo quizás, pueda ser el mejor. Jamás dejar el teléfono en algún lugar había sido tan romántico. Quizás estamos en la época en qué en vez de dejar una zapatilla de cristal dejamos teléfonos. Para Cielo Howland...