3 meses después.
— Isaac... —Susurré— Amor. —Nada— Isaac, cariño levántate.
Gruñó. Quité mi pierna que se encontraba entrelazada con la de él y me separé un poco, todo quedó en vano cuando él al notarlo se acercó de nuevo y me envolvió en sus brazos. — No hagas eso. —Susurró.
— Debes ir a trabajar.
— Soy el jefe, puedo llegar tarde.
Reí. — No, el jefe debe dar el ejemplo.
— Diré que tuve un percance.
— Es malo mentir.
Abrió los ojos y me miró entrecerrando los ojos. — ¿Tú no me amas?
Reí y me apegué aún más a él. — Te amo y lo sabes. Pero tienes que ir a trabajar, y yo también. Además, sí tu no vas al trabajo tendré que llamar a Peter y decirle que venga por mí.
— Te espero en la ducha. —Y se levantó inmediatamente.
Sabía que funcionaría.
Reí y me empecé a levantar poco a poco. Peter y Isaac se llevaban mejor, sólo que aún por maldad le hago bromas a Isaac de Peter. Son... buenos amigos, raramente.
Caminé con pasos lentos hacia el cuarto de baño, antes de entrar me miré en el espejo. — Hola, pequeño bebé. —Sonreí— Hoy mami y papi sabrán cómo te llamarás. —Acaricié con delicadeza mi barriga, que ya se veía un poco abultada— Estoy gorda. —Reí— Pero no me importa estarlo sí es por ti. —Susurré al bebé.
— Luces hermosa. —Miré a Isaac desde la puerta de entrada al baño. Alrededor de él su toalla amarrada en su cintura. Admirar su hermoso cuerpo ya se había convertido en uno de mis pasatiempos favoritos, sin mencionar lo penetrante y cautivadora que es su mirada.
— Creí que te estabas duchando. —Me sonrojé.
— No llegabas, así que vine a ver qué sucedía.
— Estaba... —Me detuve. Aquí vamos de nuevo. Empecé a caminar con rapidez al cuarto de baño quitando a Isaac de un solo empujón. Y sin más me arrodillé a vomitar, unos segundos después sentí a Isaac a mí lado sosteniendo mi cabello— As...co.
Rió. — Y todo esto por un bebé.
Me levanté con ayuda de Isaac poco a poco, me acerqué al lavamanos y me empecé a cepillar los dientes con lentitud. Éste era mí día a día, y supongo que así seguirá siendo por unos cuantos meses más.
Isaac besó mi hombro y luego rodeó sus brazos alrededor de mí. — ¿Seguro de que no vas a dejarme? —Suspiré.
— Tú no fuiste la única que contribuyó para hacer al bebé, lo hicimos los dos. —Sonrió— Jamás podría dejarte. Además, me encanta la idea de ser padre.
Empecé a sollozar, esto también me pasa a menudo, me pongo muy sentimental, y quisiera dejar de ser así, pero siempre fallo. — Te amo, ¿lo sabes?
Rió. — Lo sé, mí Cielo. Yo también te amo. —Sonrió maliciosamente— ¿Ya nos bañamos?
Sonreí.
* * * *
— Que tengas buen día.
— ¡Igual tú! —Sonrió y encendió el auto para así alejarse. Caminé con paso lento hacia la librería, los chicos ya se encontraban allí esperando a que abriera— Buenos días, chicos. —Saludé.
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·Bajo el mismo cielo·
RomanceEl peor día de tú vida, quizás, sólo quizás, pueda ser el mejor. Jamás dejar el teléfono en algún lugar había sido tan romántico. Quizás estamos en la época en qué en vez de dejar una zapatilla de cristal dejamos teléfonos. Para Cielo Howland...