Capítulo 2.

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Despertar con mucho ánimo hasta hace poco estaba sobrevalorado, normalmente me despierto de mala gana. No quiero ver al mundo, desarrollo cierto odio a las personas alrededor, pero ojo, sólo en las mañanas.

Y pobre de quién me visite o me escriba desde temprano.

Pero hoy, algo extraño sentía dentro de mí, algo indescifrable. Me levanté con una brillante sonrisa qué, a pesar de no haberme cepillado los dientes aún, brillaba con mucha intensidad, incluso podría pensar que por mi culpa la paloma que ahora estaba en el suelo de mi balcón se había cegado con ella.

¿Muy exagerada?

Tal vez.

Caminé hacia mi baño, cepillé mis dientes y luego tomé una ducha. Por alguna razón sentía que el día de hoy estaría mejor que él de ayer, pero, no mejor que el de mañana.

Luego de bañarme con mi toalla alrededor de mi cuerpo coloqué música suave, así mismo caminé a mi ropero. Tantas prendas, tantos conjuntos, tantos colores, pero nada me parecía lo suficientemente lindo.

¿Por qué estoy demorando tanto? Y peor, ¿Escogiendo ropa?

No debería ni siquiera estar nerviosa, no creo que por el hecho de... no, no creo. ¿O sí puede ser? ¡No! Estoy siendo exagerada, no creo que me sienta así solamente porque voy a verme con un chico.

¿Y sí no es un chico? ¿Y sí es un viejo con una voz muy gruesa y hermosa? Porque eso es muy probable. Sí, de seguro es un anciano de 70 años con verrugas en su rostro, con pelos donde no debería haber, y con una voz gruesa. Sí.

Luego de decidir el reloj marcó las 8:15 am, me arreglé a velocidad de luz y me dirigí a la entrada del edificio en espera de algún taxi.

No crean qué porque ando mucho en taxi soy millonaria, es sólo que la idea de andar por estas largas avenidas en tacón no me parecen para nada atractivas.

Miraba por la ventana totalmente concentrada, hoy no hacia tanto frió como ayer por la tarde lo que me alegraba en cierto punto porque entonces usar éste vestido color crema con algunos estampados floreales tiene sentido, en cambio, sí el ambiente estuviera frió estaría muriéndome congelada, entonces un anciano me encontraría muriéndome de hipotermia por algún rincón de la calle.

Aunque no me malinterpreten, me gusta más el ambiente frío.

El reloj en mi muñeca marcaba las 8:58 am, caminé a paso lento pero con mi mentón en alto. Sentía mis piernas temblar, mi corazón latir a gran velocidad, y mis nervios salir a flote.

Tranquila Cielo, es un anciano de 70 años con verrugas.

Tomé aire y lo expulsé, me detuve cuando ya estaba en el centro de la cafetería. Miraba de un lado a otro, notando de verdad muchos ancianos a mí alrededor lo que produjo cierta decepción. Estaba dispuesta a salir huyendo hasta que sentí una respiración detrás de mí, y una colonia muy varonil.

Creo que me enamoré de la colonia del viejito.

— Me gusta tu puntualidad, casa. —Ésa voz. Giré lentamente, mi corazón palpitaba rápidamente por el nerviosismo.

Al girar casi me atraganto con mi propia saliva, frente a mí no se encontraba un viejito casi calvo de 70 años con verrugas y pelos por todos lados. Frente a mí se encontraba un hombre con porte de Semi-Dios.

Me detuve casi sin aliento en sus ojos azules, con su mirada intensa capaz de penetrar en lo más profundo de mis pensamientos. Su cabello castaño qué a simple vista lucía suave, lo que provocó que quisiera alargar mi mano y tocarlo.

·Bajo el mismo cielo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora