Capítulo 17.

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"Cuando quieras llorar hazlo. Cuando tu mundo esté cayendo en mil pedazos deja que se derrumbe, más no te derrumbes tú con él. Cuando sientas que no puedas más, lucha. Constantemente nos encontramos en una lucha con nosotros mismos. El problema es que somos capaces de ser heridos. Cualquier cosa nos daña, nos hiere, nos lastima. Sólo queremos ser felices. Y cuando no nos sentimos contentos, cuando nos sentimos solos, nuestros miedos aparecen. El dolor se hace más fuerte. Nuestros sueños se desvanecen. Y nuestra sonrisa, se entristece.

Cuando lloramos, miles de sentimientos salen a la luz, miles de lágrimas que fueron guardadas por mucho tiempo, miles de sentimientos. ¿Por qué? Porque estamos tristes, porque nos sentimos vulnerables. Porque nos sentimos nada. Simplemente queremos llorar".

— Isaac Müller.

— Diría que puedes ser un gran escritor. —Habló Thomás de nuevo, sus intentos de levantarme el ánimo fracasaban con gran facilidad.

— Gracias.

Tomé una gran cantidad de aire, Thomás suspiró y se levantó. Mis ojos se sentían cansados y a la vez pesados, no había dormido ni un poco durante toda la noche, claro que no me había pegado el sueño en ningún momento hasta ahora.

Los chicos se habían quedado conmigo, pero su compañía no me llenaba ni me alegraba lo suficiente.

Sólo la quiero a ella.

Los chicos de rato en rato me encontraban en algún lugar de la casa llorando, me sentía devastado, sentía que algo en mí faltaba. Mis ojos hinchados demostraban lo mucho que había llorado, ni siquiera me importó llorar con fuerza en frente de ellos, justo ahora era lo que menos importaba. Ellos me miraban tristes, con lástima.

He estado apegado a las noticias, observando en silencio, en espera de algo, pero nada. Había desaparecido.

Y mi corazón con ella.

— Isaac. —Me llamó James— Te he traído algo para que comas.

— No tengo hambre, pero gracias.

Suspiró. — Hermano, no creo que sea correcto que no comas.

Bufé. — No era correcto que le sucediera eso a Cielo, no a ella. Y mira lo que pasó.

Gruñó. — Estoy seguro de que Cielo quisiera que comieras, que estuvieras bien y... —Suspiró— No voy a aplicar esa psicología. Come sí te da la gana, y si no, también. Perdimos a Cielo, y no te queremos perder a ti, Isaac. Pero las decisiones de tú vida, simplemente son tuyas y nadie tiene que interferir en eso. —Y se fue.

No esperaba que ninguno me entendiera, o que me creyeran. Pero la verdad todo esto me dejó sin apetito. No quisiera preocuparlos más, pero no puedo evitar sentirme así. No puedo evitar recordarla.

¿Por qué? Si estábamos tan felices...

Hasta ahora, los únicos que saben sobre el tema somos nosotros. James intentó comunicarse con Tania, la amiga de Cielo, pero la llamada de una vez cae en contestadora.

¿Y ahora?

Tomé una larga respiración y busqué un cuaderno vacío en el interior de mi armario, tomé un lápiz y me senté en un pequeño rincón de mi habitación.

Miré hacia afuera, un bello día y un mal momento. Muchos rostros felices, y otros tristes. El cielo no anunciaba nada de lluvia, simplemente estaba allí como siempre.

Pensé en como comenzar, en qué decir, pero me trababa en las simples primeras líneas.

En mi cabeza las palabras llegaban una y otra vez, miles de ellas se amontonaban sin dejarme escoger por cual empezar.

·Bajo el mismo cielo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora