Epílogo

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Tomé una respiración profunda y miré hacia el cielo, la lluvia no paraba de caer, aunque en cierto punto me encantaba. Me encantaba este clima, y estoy seguro de que a Cielo también le encantaba.

Así como me encanta en la manera en que ella se abraza a sí misma en estos momentos, con sus cabellos revueltos por todos lados, así como me encanta la manera en que está viendo a la nada en estos momentos. De la misma manera en que lleva la taza de café a sus labios.

Simplemente es perfecta.

— ¿Por qué me miras tanto? —Dijo sin si quiera mirarme. ¿Cómo podría ella si quiera saber que la estoy mirando? Rió y fijó su vista en mí— Tengo reflejos, Isaac.

Gruñí. Me acerqué a ella con paso lento, mirándola fijamente. Ella se sonrojó, aún no entiendo por qué se sonroja, siempre me le acerco. — No puedo dejar de mirar lo perfecta que eres.

Sonrió y acarició con delicadeza mi mejilla. — La perfección no existe, es sólo una palabra sobrevalorada. El único que puedes llamar perfecto es a...

— Dios. —Sonreí— Pero ¿Y tú mi precioso Cielo? ¿Dónde quedas?

— Aquí, contigo a mí lado.

Sonreí y me acerqué más a ella, para así besarla. Se sentía tan bien tenerla entre mis brazos, respirar su aroma, besarla, tocarla, era simplemente perfecto.

Un llanto se escuchó, proveniente de adentro. Cielo empezó a alejarse de mí con lentitud. — ¿Ahora? —Susurré aún apegado a su boca.

— Ahora. —Rió y se alejó de mí a prisa. Minutos después regresó con Annie en sus brazos— Annie sólo quería amor de madre.

— ¿Y de Padre?

Rió. — No lo creo. Dudo que puedas darle leche.La miré divertido y me acerqué a ella. 

— Puedo comprarla hecha.

— ¡Isaac! 

Caminó hacia la silla y se sentó en ella a mirar el paisaje una vez más, lucía tan calmada que asustaba. Annie en sus brazos dormida, y yo aquí a escasos pasos admirándola. 

Luego de un rato se levantó y se quedó fija mirando la ventana, mirando la lluvia. — ¿Te acuerdas? —Susurró— Cada vez que algo nos pasa, llueve. —Sonrió— Bueno y malo.

Me acerqué a ella y la rodeé en un abrazo. Justo ahora tenía las dos cosas que más amo en la vida. Descubrí el amor cuando no lo estaba buscando. Descubrí felicidad cuando había dejado de creer en ella. Estaba tan devastado hasta que la conocí a ella. Estoy seguro de que si tuviera que volver a comenzar mi vida, intentaría encontrarla desde mucho antes.

— Te amo. —Susurré en su oído esas dos palabras tan pequeñas, pero que significaban tanto.

— Te amo mucho más, Isaac. A ti, y a nuestra pequeña. 



  FIN. 




  "Bajo el mismo Cielo" 

Escrito por: Cielo Howland, y el último capítulo por Isaac Müller.



*   *    *   *


Las nubes no decían nada, sólo estaban allí volando en la nada. Todo estaba en silencio, sólo se escuchaba mi respiración.

Miré la carta en mi mano, no estaba seguro de sí dejarla o no. ¿Qué pasa si alguien más la lee? Estaría violando mis sentimientos y pensamientos. Sería una atrocidad.

Una vez más tomé una respiración profunda, me arrodille y me dispuse a pensar. Hace dos semanas ya, y yo aún estoy sin superarlo.

Mis lágrimas salen durante cada noche, a cada momento la tengo en mis recuerdos. Y mi corazón late; late por amor y dolor a la vez.

Me siento débil, abatido, destrozado. Me sentía tan feliz a su lado, y ahora ya no está.

Cielo...

Mí Cielo...

Tan tierna, tan hermosa, tan perfecta. Así como la conocí, de la misma manera se fue de mis brazos.

Aún recuerdo aquel día en que todo acabó, muy de sorpresa. Estaba tan lastimado, incluso aún me siento como aquel primer día.

Extrañaré el sonido de su voz cuando decía que me amaba.

Extrañaré cada segundo de nuestras vidas juntas.

Ahora me queda Annie, tengo que darlo todo por ella. Por mi pequeña Annie.

Lo único que deseo ahora es tenerla en mis brazos, quiero que me cuente cómo le fue en su día mientras le acaricio el pelo, como tanto le gustaba que hiciera, quiero que nos llenemos de mimos hasta dormirnos.

Pero eso ya no pasará.

— ¿Isaac? —Oí detrás de mí. Giré y me encontré con la mirada triste de Venecia, en sus brazos se encontraba Annie, dormida. Y a su lado, Tania, James, y Thomás.

— ¿Sí?

— E-es hora de irnos. —Susurró triste.

Asentí. — Iré en un momento. —Esperé a que se alejaran un poco más. Y con cuidado deposité las flores, el viento empezaba soplar con fuerza, las nubes empezaban a colocarse de color gris, ahora no podía evitar sentir la lluvia y sentir que era ella, Mí Cielo— Te prometo que vendré todas las semanas. —Suspiré— Feliz cumpleaños mí Cielo. Te amo, con toda mi alma.

·Bajo el mismo cielo·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora