La obra de J. K. Rowling está llena de referencias a la historia, a los mitos, a las leyendas y a la literatura. Por tanto, a través de ella, se abre un excelente camino para llegar a los orígenes de esos seres mágicos o al misterio que encierran su...
El primer mago que aparece en Piedra (antes incluso que Harry) es Minerva McGonagall, que vigila el número 4 de Privet Drive convertida en un gato atigrado. (En concreto, un gato que lee un mapa. Un buen sobresalto para el señor Dursley, que no está del todo seguro si eso puede ser posible o si se trata de una <<ilusión óptica>>.)
Aunque la profesora McGonagall quizá se transforma en gato porque es el animal que mejor refleja su personalidad, este felino sería una elección apropiada para muchas brujas y magos. Los gatos no sólo llevan haciendo compañía al hombre desde tiempos remotos (es probable que ya estuvieran domesticados hace cinco mil años), sino que su asociación con la magia es también muy antigua. Al ser nocturnos, se los vinculó naturalmente con la oscuridad, la luna y el mundo de los espíritus.
GATOS DE LA ANTIGÜEDAD
Los gatos fueron venerados en las culturas antiguas de Egipto y la India, donde se originó el misticismo. La ciudad de Bubasti, en un tiempo la capital de Egipto, adoraba a Bast, una diosa con cabeza de gato. Cientos de miles de peregrinos acudían todos los años a esta ciudad. Por otra parte, a los gatos se les hacía elaborados funerales.
En Europa, los gatos también eran honrados en rituales sagrados. En la antigua Roma, la diosa Diana tenía el poder de transformarse en gato. En Escandinavia, se decía que Freya, la diosa nórdica del amor, el matrimonio y la fertilidad, viajaba en un carruaje tirado por dos gatos. Estos felinos también se honraron en Britania, la antigua Gran Bretaña. No obstante, cuando el cristianismo sustituyó al paganismo, los gatos fueron objeto de burlas, miedo y supersticiones.
Cuando el señor Dursley se queda mirando la forma felina de la profesora McGonagall y ella le devuelve la mirada, nadie se extraña que él tenga un presagio (aunque sólo sea durante los instantes que le presta atención).
