Capítulo XXXVIII: ¿Profesora Curie?

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Tras unos minutos, Chat Noir y la profesora Curie llegaron al castillo y para sorpresa de ambos el edificio estaba vacío.

- ¿Será por el akuma? – aventuró el héroe.

- Puede ser – asintió, dejando a Chat Noir en un sofá cercano – sin embargo Bustier o Mendeleiev deberían de estar aquí, por precaución – admitió molesta.

Se quedaron en silencio, observando el lugar. Debían de admitir que sin la presencia de los demás "residentes" del castillo, el edificio daba bastante miedo.

- ... ¿y qué hacemos? – preguntó Chat curioso. Si estuviera en su tamaño normal, habría ido a buscar a Marinette.

- Mmm – dijo pensativa.

- ¡Curie! – exclamó una voz femenina, sorprendiéndolos.

La profesora Curie y Chat miraron a su alrededor buscando a la dueña de la voz, hasta que la vieron en la entrada del pasillo que daba a las habitaciones de las profesoras.

- ¡Mendeleiev! – exclamó la profesora sorprendida – pensé que estabas afuera.

- Estaba hablando por teléfono – aclaró seria - ¿y Bustier?

- Debió salir a buscar a los alumnos – respondió.

- Eso responsabilidad correspondía a ti, era una actividad tuya – la retó.

- Si... bueno... - susurró, rascándose la cabeza. No podía decirle que fue a ayudar a los héroes de París.

- Es por mi culpa – intervino Chat – no puede dejarme solo.

- ¿Y usted quién es? – preguntó inquisitiva, mirándolo fijamente.

- Madame, le parecerá una locura, pero soy Chat Noir, el real – aclaró.

- Creía que eras más... alto – dijo desconcertada. Molestando al héroe.

Gracias a los años de experiencia como heroína, la profesora Curie le explicó como el gran héroe de Paris termino de ese porte, sin nombrar la identidad del akumatizado y mucho menos la presencia de la tercera heroína.

- Ya veo – asintió Mendeleiev – en vista las circunstancias y que no sabemos nada de Bustier, voy a buscar a los alumnos – ofreció.

- De acuerdo – asintió – mientras tanto, voy a cocinar algo para todos... no creo que los chicos tengan cabeza para hacer algo... comestible... tras ver a un akuma – aclaró, al ver que su colega iba a reclamar.

- Puede ser, aunque ya deberían estar acostumbrados – comentó, saliendo del edificio.

- Si fuera así, nosotros deberíamos ser los primeros – comentó molesto el felino, aludiendo a su compañera mariquita.

- Y no son los únicos – asintió la profesora, extendiendo las manos para tomar a Chat, pero se negó.

- La cocina no esta tan lejos... supongo – agregó al darse cuenta que casi se delata.

- Supongo – respondió, dejando pasar el tono nervioso del héroe.

Mientras caminaban a la habitación, la profesora Curie no pudo evitar soltar una leve risita al escuchar el "cuaf cuaf cuaf cuaf "que los pequeños pies de Chat hacían, al tocar la vieja madera (sonaba igual que si estuviera con pantuflas). El felino solo miró desconcertado, esperando una respuesta que nunca recibió.

Al llegar a la cocina y en contra de su política maternal, la profesora Curie tomó a Chat Noir y lo sentó en la encimera que había cerca de la cocina (estufa). Los minutos pasaban y mientras la profesora cortaba los vegetales que iba a necesitar, Chat Noir miraba por la ventana, pensativo.

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