Capítulo VII: Collar

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Tras saludarse y pedirle permiso al padre del chico de ojos verdes para que lo dejara salir (él cual accedió únicamente por su amistad con el padre del joven), fueron al centro de la ciudad.

- Y cuál es el favor del día de hoy – bromeó el chico.

- Es algo más... simple que los otros – contestó. Adrien lo miró confundido – verás, la chica que me gusta vive aquí... y... me gustaría... - dijo ruborizándose.

- ¿Darle un obsequio? – preguntó. Víctor asintió, moviendo la cabeza – es un bonito gesto... y ¿has pensado en algo?

- Mmm... había pensado en algún tipo de joya ¿Qué te parece?

- Pues... si le gustan ese tipo de cosas... yo creo que si – contestó.

Llevaba casi un año ayudando a Víctor a conquistar a la chica que le gustaba y en todo ese tiempo solo recibía características generales, que no le ayudaban para aconsejarlo.

Optaron por ir a la joyería más cercana, a dos calles de donde se encontraban. En el camino a Adrien le pareció haber visto un pelo castaño muy familiar.

- Espero que sea mi imaginación – pensó.

Continuaron su camino y esta vez la pudo ver mejor, era Alya.

- O-oye ¿qué pasa? – exclamó Víctor, al ser tirado por su amigo.

- Nada... es solo... - ¿Cómo se lo explicaba?

- ¿Tienes alergia a las chicas? – bromeó, al ver que su amigo miraba fijamente a una chica de piel morena, pelo castaño con reflejos naranjas y lentes negros – o ¿es solo esa chica?

- Algo así... - era una historia tan larga y complicada de explicar en ese momento – vamos, la joyería está ahí – dijo tirando del brazo a Víctor.

La joyería se encontraba cruzando la calle. Era un edificio de un piso, de color negro. Tenía pocas ventanas en donde podías ver la joyería que vendían, pero con lo poco que mostraban te dabas cuenta de lo exclusivas que eran.

- Después me explicas ¿Qué onda tú y esa chica? – dijo Víctor, mientras entraba al edificio. A lo que Adrien suspiro resignado, también entrando.

Víctor se fue directo a los collares, entre más grande y llamativa, más le gustaba.

- ¿Cómo será? – pensó el chico rubio, mirando a su amigo. La única chica que ambos conocían y con ese gusto era Chloe.

Adrien miró a su alrededor hasta que su mirada se detuvo en una vitrina. Se acercó, para ver que en aquel sitio había pulseras, pero había una que llamó más la atención al chico. La cadena era de plata, de eslabones delicados y finos, con tres diges de estilo oriental, al verla no podía evitar recordar la pulsera de la suerte que tenía guardada en su pieza, regalo recibido horas antes de una competencia de videojuegos.

- Oye, planeta Tierra ¿Dónde estás? – preguntó su amigo sacudiéndolo.

- ¿Eh? – exclamó sorprendido. Volviéndolo a la realidad.

- ¿Qué viste? – preguntó mirando por sobre el hombro del chico - ¿no crees que es muy simple? – comentó al ver la pulsera.

- Eso es subjetivo – contestó y al ver lo que tenía en sus manos, más lo creía - ¿Qué era lo que me ibas a preguntar? – preguntó cambiando el tema.

- Te preguntaba, cuál de los dos te gusta más – repitió cansado. Mostrándole dos collares. Ambos eran de oro, con cadena gruesa, el primero tenía entre los eslabones perlas azul rey y terminaba en un dige grande con una piedra azul, en cambio el otro sus piedras era de color naranja y en el centro tenía una piedra amarilla.

- Emm... - no le gustaba ninguno. De hecho los collares le recordaban a Chloe y Lila – pues más que mi opinión, debería ser algo que le guste ella – contestó - Más que mal era la chica la que se lo iba poner, no él.

- Tienes razón – dijo volviéndolos a mirar – es que ambos se le verían muy bien – admitió, confundido.

- ¿No tendrás una foto de la chica? Digo para ver cuál combina más – aclaró al ver la cara de recelo de su amigo. Provocando que su curiosidad aumentaría.

- Mmm... si no hay de otra – dijo, colocando los collares en una mesa cercana, para sacar su celular del bolsillo del pantalón – veamos... - susurró mientras buscaba la foto más "reciente" que tenía – es de la última vez que la vi, debería servir – dijo girando el teléfono hacia Adrien.

El chico casi se volvió albino al verla. Llevaba un traje de baño de color morado, que resaltaba su piel de porcelana, su pelo negro azulado lo tenía tomado en un moño y lo que reconocería en cualquier parte, sus brillantes ojos azules, acompañado de la sonrisa que lo derretía.

- ¿A que no es linda? – preguntó galán su amigo.

- ¿Solo linda? Se ve preciosa– pensó insultado por el comentario - ... no debí pedírsela... - ahora como le decía que estaba loco por la misma chica – See... - fue lo único logró decir.

- Shhh te dejo mudo, cuidado que yo la vi primero – dijo guiñándole un ojo. Adrien solo se río nervioso – entonces ¿Cuál de los dos?

- Ninguno – dijo tan cortante que descolocó a su amigo – si me lo preguntas ninguno le hace justicia a... la chica – explicó, mordiéndose la lengua antes de decir su nombre.

- ¿Y lo dices solo por ver una foto? – preguntó ofendido – ahora me vas a decir que algo como la pulsera si serviría – exclamó irónico. El chico solo se encogió de hombros.

- Tú me pediste mi opinión ¿o no?

- Si... es verdad – admitió – ¿podemos llegar a un punto medio?

- Supongo – contestó acercándose a la vitrina donde estaban los collares.

Minutos más tarde, llegaron a un punto medio. Era un collar de estilo vintage, de plata con perlas en tono morado que terminaba en un camafeo. Para Adrien seguía siendo muy ornamentado para la chica, de hecho no podía dejar de mirar la pulsera, es que era tan... ella.

- Disculpe ¿le gustaría grabar un mensaje? – preguntó la vendedora.

- ¿Se puede? – preguntó sorprendido Víctor y no era el único.

- Por supuesto, si la pieza lo permite, puede agregarle un mensaje a su gusto.

- ¡Genial! – exclamó el chico. La vendedora le entregó papel y lápiz para que escribiera el mensaje.

- ¿Necesitas ayuda? – ofreció Adrien.

- Esta vez no, tengo claro lo que quiero – contestó poniendo toda su atención al papel.

Mientras esperaban a que lo grabaran, Adrien vio la hora en su teléfono, eran las 6:30 hrs.

- ¿Tienes que irte? – susurró Víctor.

- Sí, tengo que arreglar unas cosas para mañana – aclaró.

- Cierto, el viaje. Aun no asimilo que somos compañeros – dijo divertido.

- Ni yo – admitió.

- Aunque sería genial que Marinette estuviera en el mismo grupo... a por cierto así se llama – dijo avergonzado.

- Que... bonito nombre – dijo casi sin animo. Ya no quería mentir más, por lo menos ese día – bueno, me voy. Nos vemos mañana.

- Nos vemos – dijo mientras su amigo salía de la tienda.

- Chico, sí que tienes mala suerte – exclamó Plagg, desde la camisa del rubio.

- Ni que lo digas.


Un viaje InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora