Capítulo L: Llegaron.

695 64 3
                                    

Mientras algunos de sus alumnos terminaban, a última hora, las tareas impuestas por las profesoras. Otros disfrutaban las últimas horas en el lugar y un pequeño grupo se encargaba del "almuerzo". La profesora Curie resolvía el gran problema que tenía.

- Muy bien, esto servirá – exclamó contenta, mirándose en el espejo de cuerpo completo que había en su pieza.

- ¿Segura que "eso" va a servir? – preguntó insegura Duusu, mirando a su portadora.

- Por supuesto, es tan chillón que desviara su mirada – respondió con suficiencia.

Al enterarse que el acompañante de Vincent Carlier era su esposo y padre de su minino. Celine se encerró en su pieza buscando entre sus cosas algo que la que escondiera más su verdadera identidad.

Solo encontró dos cosas, un chaleco grande, que había traído para las noches frías, de color amarillo chillón. Se lo puso sobre el vestido lila que llevaba, dándole un aspecto muy extravagante.

- ¿Segura que no los reconocerá? – preguntó Duusu, al ver que se ponía unas gafas ópticas.

- Ha pasado tanto tiempo que no venimos, que de seguro se olvidó de ellos – respondió, mientras se acomodaba las gafas que Gabriel había dejado en el lugar, por si se le rompían las suyas.

Por ella, no haría todo eso y le diría que había vuelto, en especial después de decirle a su hijo. Sin embargo, no sabía cómo iba a reaccionar y no podía arriesgarse a que armara un escándalo. Le gustaba hacer clases.

De repente, dos voces masculinas interrumpieron la tranquilidad del edificio.

- ¿Qué pasó? – exclamaron sorprendidas kwami y portadora.

Minutos antes.

- Gato tonto – susurró Marinette, frunciendo el ceño, hacía un, igual de empolvado, Adrien.

En respuesta, y olvidándose por completo de la presencia de sus amigos, Adrien se acercó a limpiarle la cara a la chica, con su mano.

- Achus... ¿Mejor?... achus – preguntó entre estornudos.

Marinette solo atinó a reír. Al tratar de limpiarla, levantó polvo haciéndolo estornudar.

- Creo que molestamos – comentó divertido Nino. Alya asintió.

Mientras tanto, un molesto Víctor se acercó a la pareja. Tomó el bol donde estaba la mezcla y empezó a mezclarla con la espátula que había usado Adrien antes del accidente.

- Serás torpe – retó al ojiverde. Sorprendiendo a todos.

- ¡Lo dice el que casi nos deja sin almuerzo! – respondió el chico, quitándole el bol.

En respuesta, Victor volvió a quitarle el objeto, pero nuevamente Adrien se lo quitó de las manos. Así estuvieron un buen rato, hasta que Marinette los detuvo, quitándoles el bol.

- ¡Suficiente! – gritó molesta – Víctor ¿no tienes nada que hacer? – preguntó manteniendo el tono.

- Emm... bueno... yo... - tartamudeó. Nunca la había visto tan enojada.

- ¿Y bien? – insistió.

- Creo, creo que voy a ver los vasos – dijo nervioso, saliendo de la habitación.

Antes que Adrien pudiera hacer algún comentario, Marinette lo miró fijamente. No le dio miedo su expresión, ya la había visto varias veces, pero con antifaz. Sin embargo, no pudo evitar tragar saliva, no sabía lo que iba a decir.

Un viaje InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora