Capítulo 8.

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—La música no es tan mala —Cheryl tomó la copa de cristal que había estado descansando sobre la extensa barra y la cual cargaba un coctel. Su cuerpo se balanceó de un lado al otro al compás de la música mientras le daba a su bebida unos pequeños sorbos.

Observé el lugar a mí alrededor, era el típico pub que se encuentra al centro de cualquier ciudad, sin embargo, para ser tan típica tenía una chispa, un algo que te relajaba y te obligaba a divertirte y olvidarte de todo el estrés de la semana.

Mis pies se movían al ritmo de la música. Aun no había pedido nada al barman para tomar, por ese lado era una persona cautelosa. Siempre bebía uno o dos tragos, jamás me excedía porque conocía mis límites y porque, en mi hogar anterior en San Francisco, era quien se debía mantener consciente para regresar a sus amigas ebrias a casa. Entonces me había acostumbrado. Odiaba el hecho de que el exceso de alcohol tenía el poder de sacarte de todos tus sentidos y hacerte perder la razón.

—¿No quieres pedir nada de tomar? —preguntó Cheryl como si pudiese leer mis pensamientos.

—No, tal vez mas tarde —le regalé una tímida sonrisa.

Tenía el leve presentimiento que no era el tipo de personas con el cual ella estaba acostumbrada a salir. Sin embargo, cabía la posibilidad de que estuviera equivocada ya que ella no se mostraba incómoda o aburrida; es más, parecía pasárselo bien pese a que llevábamos menos de diez minutos allí dentro.

Natalie se había perdido entre la gente, yendo en búsqueda de Connor para desearle suerte antes de la presentación junto a su banda. No era necesario decir que él no me simpatizaba del todo porque ella eso ya lo sabía. Connor no era el estilo de chico que había visualizado para mi prima –glacial, juvenil y a su vez responsable–, sino que era todo lo contrario; tenía un estilo punk o rockero que daba miedo y parecía haberse quedado estancado en los dieciséis; sin embargo, no era quien para juzgar las relaciones de Natalie dado que irónicamente yo no era experta en ello.

La música seguía sonando en un máximo volumen a través de los parlantes. La gente se mantenía bailando y el barman preparando bebidas del mismo modo que Cheryl se mantenía a mi lado como quien dice haciéndome el aguante. No me habían dado las ganas de bailar aun y podía ver en sus ojos que ella se moría por hacerlo.

Había un pensamiento que parecía no querer abandonarme y que me atacaba cada vez que posaba mi mirada en Cheryl y tenía que ver con Harry, sí. De alguna extraña e inexplicable manera aun no podía sentirme del todo cómoda a su lado.

—Entonces, Natalie me contó que no eres de aquí —Cheryl se volteó con su bebida en mano quedando frente a mí—. Me dijo que te has mudado hace poco.

—Así es, vengo de San francisco —traté de relajarme para poder entablar una conversación con ella. Hablábamos con un tono más fuerte de lo habitual debido al alto sonido de la música.

—San francisco es lindo, he visitado allí una o dos veces —habló despreocupadamente. Asentí con mi cabeza—. Suelo viajar bastante, me atrae conocer nuevas culturas y ciudades.

—Eso es fantástico, desearía poder darme el lujo.

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