Epílogo.

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Epílogo.

Había algo que siempre había adorado del porche de mi madre, y era como se veía el atardecer. Simplemente maravilloso. Estuve sentada en silencio por bastante tiempo hasta que el sol cayó; ni mis pensamientos fueron capaces de molestarme esta vez—algo que apreciaba en demasía.

El cielo se tiño de azul oscuro y las estrellas salieron para brillar en lo más alto. Desde pequeña siempre había creído que si le pedías un deseo a las estrellas estos se cumplirían, sin vueltas. Pero lo cierto es que la realidad es más complicada que solo eso.

Dejé caer mis pies al suelo y utilice las fuerzas de mis piernas para mecerme en la hamaca del porche. Esta se movió, de adelante hacia atrás lentamente y sin pausas. Finalmente, luego de tanto tiempo, me sentí en paz. Natalie había tomado el vuelo de regreso hacia Nueva York hacía unas cuantas horas. Si, sin mí.

Luego de largos días de meditación, llegué a una conclusión. Un nuevo año significaba nuevas oportunidades, 365 nuevas oportunidades para ser exactos. No quería desperdiciarlas tomando malas elecciones, otra vez. Así que me quedaría en San Francisco, aunque sea un año más. Mi vida entera estaba allí, y era la mejor manera de recomenzar. Trataría de buscar un nuevo trabajo—algo decente, que en lo posible no involucre jefes comprometidos—y un asentamiento. No iba a depender de mi madre, por supuesto. 

—Estás muy pensativa últimamente—escuché la voz de mi madre a mis espaldas. Detuve el movimiento de la hamaca con los pies y me voltee a verla. Asentí lentamente, palmeando con mi mano un lugar a mi lado para que tomara asiento—¿Qué te tiene así, cariño?

Me entregó una taza de té cuando se sentó. Le sonreí levemente.

—Sé que tomé la decisión correcta al quedarme pero, ¿Por qué se siente tan mal?—pregunté—¿Por tengo la sensación de que me hace falta algo?

—El primer amor no se olvida tan fácil—Extendió su mano y acarició mi cabello. Bajé la mirada a mis manos que sostenían la taza sobre mi regazo—Harry aún es el gran amor de tu vida. Los sentimientos no desaparecen de la noche a la mañana. Se cuanto duele, pero sé también que eres la suficientemente fuerte como para superarlo. No ahora, pero eventualmente—animó, sonriéndome.

—Es verdad.

Nos quedamos en silencio, observando el cielo. No recibí noticia alguna de Harry desde que me fui, y le prohibí a Natalie que—cuando llegara a Nueva York—le diera a él noticia alguna sobre mí; sin importar cuánto insistiera.

De otro modo, ninguno lograría salir adelante.

—Creo que hay algo que puedes hacer para desahogarte—comentó mi madre de repente, rompiendo el silencio que se había formado. La miré curiosa—Escríbele una carta a Harry. Una carta expresando todos tus sentimientos. Te aseguro que funciona.

Suspiré.

—No quiero tener ningún tipo de contacto con él, mamá.

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