Capítulo 10.

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Harry's pov

Por extraño que sonase, el museo era el único lugar donde podía relajarme. El arte era capaz de despejar mi cabeza de los problemas y transportarme a diferentes eras. Tenía mi atención puesta al cien por ciento en los cuadros abstractos, los colores y las figuras.

Recién comenzaba la semana y mi cabeza parecía una encrucijada sin salida. Pese a que existían problemas realmente importantes –como la empresa– mi cabeza parecía tener ganas de ocuparse de uno solo: Samantha. Nuestro último intercambio de palabras me había dejado toda la noche con la incapacidad de conciliar el sueño.

Y en cuanto mis pensamientos tomaban ese rumbo tan indeseado y mi mente amenazaba con comenzar a divagar acerca de lo correcto y lo incorrecto, mi móvil vibró en el bolsillo de mis jeans. Sin ganas de ocuparme de otro lio –porque sabía que esa llamada me ocasionaría otra preocupación– preferí ignorarlo, sin embargo era tanta la insistencia que, luego de soltar un prolongado suspiro, me decidí por atender.

—Diga.

—Adelaide es una ciudad hermosa, pero mi elección va a seguir siendo Nueva York.

Mi rostro se transformó en incredulidad al reconocer su voz, no podía creerlo. Bajé el móvil de mi oído y giré sobre mi eje. Unos pasos de distancia más alejado de mí se encontraba él, Darren. Dentro de un traje gris impecable y con dos grandes maletas a su lado, extendió su brazo y saludó. Mi mejor amigo, la voz de la razón, había regresado finalmente a Nueva York.

Me acerqué a él y lo estreché en un abrazo. Era como un hermano para mí, y justo la persona con quien había estado necesitando hablar. Él siempre terminaba de una manera u otra resolviendo todos mis problemas.

—Finalmente —hablé guardando mi móvil nuevamente detrás de mis jeans—. Hermano, no puedo creer verte.

—No puedo creer estar aquí de nuevo, creí que no me desharía jamás de Australia.

—¿Cómo estuvo el viaje?

—Vamos por unos tragos y te cuento.

Reí, no había cambiado siquiera un poco tras esos dos años. Y teniendo en cuenta que lo había extrañado y necesitaba a alguien con quien hablar, acepté sin importarme que era un lunes demasiado temprano para beber y que tenía que estar dentro de una hora resolviendo problemas en la empresa.

+++

Como era de esperar, no había demasiada gente dentro del bar. Dos cervezas fueron puestas delante de nuestros rostros rápidamente. No esperé por Darren para el primer sorbo.

—Fueron dos largos años —hablé finalmente.

—Lo fueron —asintió—. Tengo que confesar que Australia es una ciudad maravillosa pero el trabajo allí estaba muy sobrecargado. Sonará desquiciado pero extrañaba “Styles Enterprises”.

—Las cosas en la empresa están desquiciadas —admití, dándole a la botella de cerveza otro sorbo.

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