Capítulo 23.

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La vista nocturna de San Diego,  que ofrecía el amplio ventanal de la suite en la que me estaba hospedando, era realmente alucinante. El contraste de las luces, los edificios,  el obscuro cielo estrellado…todo era increíble.  Había vivido prácticamente toda mi vida en el estado de California, a decir verdad en ese preciso instante estaba lo bastante próxima de casa, en San Francisco, y aun así—estando tan cerca— jamás había pisado el condado de San Diego. 

Agradable,  esa era la palabra indicada, la palabra que describía el lugar de la manera perfecta.

Dos golpes en la puerta me obligaron a quitar la vista. Miré la hora, el reloj marcaba ya casi cerca de las once de la noche. Fruncí el ceño mientras me encaminaba a la puerta.

—Que bueno que me abres, creí que ya te habías ido a la cama—Harry suspiró con alivio. Mi mirada se suavizó pese a tener la enorme curiosidad acerca del porque de su inesperada visita.

Él estaba vestido de particular, fuera de su habitual traje. Ahora vestía unos simples jenas obscuros, y una camisa también negra.

—¿Y será que puedo pasar?—preguntó ante mi falta de palabras.

Me había quedado unos extensos segundos allí bajo el umbral, observándolo únicamente. Me acaloré de inmediato al darme cuenta, y tratando de camuflar mi vergüenza me hice a un lado, dándole espacio para ingresar.

Agradecía enormemente no haber abierto la puerta en pijamas o algo de eso, sería el doble de humillante. Estaba con un pantalón chándal, que me resultaba lo bastante cómodo para andar, y con una remera simple. Hacía tan solo unos minutos que había salido de la ducha.

—Me siento curiosa con respecto a tu visita—Mi tono fue amable.  Me cruce de brazos y me acerqué a él, que observaba todo con atención.

No sé que tanto miraba, yo había tenido la suposición  de que todas las suites, del hotel, por dentro eran iguales. Harry se volteo y ensancho la sonrisa.

—No tenemos trabajo hasta mañana en la mañana—anunció—así que dado que aún es temprano, quise invitarte a tomar algo—bajé la mirada a mis pantalones, estaba más vestida para ir a dormir que para ir a tomar unos tragos—Puedo esperar a que te aprontes, no tengo problema—cuando alce la vista a verlo se estaba sentando al borde de la enorme cama, dando a entender que no se movería de allí hasta que lo acompañase.

Negué divertida con la cabeza, era lindo.

—No sé si deberíamos.

—Oh vamos, Jane accedió a ir en la primera pregunta—alzo una ceja—no me hagas insistir, Samantha—enarcó una ceja.

Reí. Quería sonar serio pero su rostro emanaba diversión, así que imposible tomarlo con seriedad.

—¿Jane irá entonces?

—Claro—asintió con la cabeza, sumamente convencido. Estiro tras él los brazos, apoyando sus manos sobre el colchón para sostener su cuerpo—¿sabes? comienzo a creer que temes pasar tiempo a solas conmigo.

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