Capítulo 15.

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—Voltéate —indicó Natalie con voz mandona. Acatando sus órdenes, volteé sobre mi eje y fijé mi mirada en el espejo enfrente de mí, analizando las facciones de su rostro. Entrecerró los ojos unos segundos y mantuvo una expresión seria. Sus labios no tardaron en esbozar una sonrisa de orgullo—. ¡Hermoso! Ese vestido te sienta genial, estás preciosa —chilló provocando un par de miradas curiosas por parte de la clientela y hasta del propio personal que se encontraba allí, dentro de la tienda.

Finalmente Natalie había cumplido su cometido. Me había arrastrado hasta el centro comercial y me había hecho recorrer todo el comercio y probar un sinfín de vestidos. Mi prima era muy exigente, que por el color, que la forma, que el escote y que no sé qué más.

Estaba agotada, me dolían los pies (sobre todo el que tenía dañado) junto a todo el cuerpo. Quería regresarme al apartamento, por lo tanto al momento que le dio el visto bueno al último vestido que había decidido probarme, me alegré.

—¿Y? ¿Cómo te quedó? —la empleada que nos había atendido se acercó a nosotras. Le sonreí dándole a entender que estaba conforme con la elección.

—Se llevará ese —aseguró Natalie.

—Es una gran elección —acotó la joven mujer—, le queda de maravilla.

Me miré nuevamente en el espejo y me tomé el tiempo para apreciarme dentro del vestido. Era de un color pastel sencillo, se sostenía de un solo tirante y se adhería perfectamente al cuerpo, nada exuberante pero sumamente hermoso.

Sólo bastó verlo en la vidriera para saber que era justamente lo que estaba buscando. Había estado dudando acerca de cómo se vería una vez puesto en mí pero sinceramente luego de probarlo me había quedado conforme con el resultado.

Sonreí, a veces Natalie hacía las cosas bien.

Una vez en la caja, entregué mi tarjeta de crédito recibiendo luego la bolsa que contenía la compra. De camino al departamento Natalie detuvo el auto frente a un Starbucks para tomarnos unos frappucinos de vainilla que bien merecidos teníamos por habernos pasado toda la tarde recorriendo tiendas.

—Serás la reina de la noche, Sam —mi prima acercó el batido a sus labios y bebió un trago de éste. Negué con la cabeza imitando su acción—. Harry quedará boquiabierto cuando te vea, babeando.

—Oh por dios —chillé llevando mi dedo índice a mis labios para indicarle que bajara el tono de voz—, no digas esas cosas, Natalie. Ya sabes que la única relación que tengo con Harry es profesional —mi voz salió ahogada por lo que traté de disimularlo bebiendo mi frappucino—. Aparte, es un hombre comprometido y sabes bien que esos rollos no me van —mi conciencia sonrió con ironía tomándose el tiempo para recordarme que en el momento que le estaba obsequiando mis besos a Harry no me había importado para nada el hecho de que estaba a pasos del altar.  

—Qué va, no —rió Natalie exageradamente—, un polvo rápido en la oficina no le hace daño a nadie —la miré entre aterrada y graciosa, podía sentir el sonrojo acaparar mis mejillas—. ¡Se nota a kilómetros la tención sexual entre ustedes!

Más de una cabeza en el local giró para mirar con extrañez a mi prima. Me hundí en el asiento cubriéndome la cara con la carta de pedidos. Apostaba que todo el Starbucks había escuchado aquello, era humillante.

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