Capítulo 23: Los problemas de afuera

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Una vez llegado el día de la misión, los ocho jóvenes, junto con Luke y Aaron, se preparan para partir por la mañana, estando posicionados en la puerta norte de Skochi-Venecia; colocándose sus capas de color marrón oscuro, las cuales les llegan a las rodillas, el nuevo equipo comparte miradas orgullosas pero levemente incómodas tras contemplar el escudo de la ciudad en la espalda de sus compañeros, causado por un sentimiento patrio hacia un lugar al que no pertenecen.

De cualquier manera, no hay sentimiento de incomodidad que valga porque todo está preparado para la misión; los jóvenes, equipados con armas carentes de filo, suben a un amplio carruaje en el cual son transportados hacia su destino. Durante el trayecto, la incertidumbre se hace presente.

—Oigan... Como pregunta tonta, ¿a dónde se supone que vamos?          —cuestiona Amber con humor.

—Amber, cuando nos dieron todos los detalles para la misión, estábamos todos; es decir, que si tú no sabes algo, nosotros tampoco. —responde Joel.

—Luke nunca especificó a dónde iríamos, solo habló de un pueblo al norte de la ciudad —añade George con tranquilidad.

—Todo esto me da un muy mal presentimiento —comenta Marco. —Por cierto, ¿cuánto llevamos roda... —El carruaje se detiene de forma brusca, interrumpiendo a Marco y alarmando a todos. —¿Pero qué...     —Un alarido lloroso exclamando ayuda, vuelve a interrumpir a Marco.

—Tenemos que salir —ordena Amber a sus compañeros.

Cuando el equipo sale del carruaje, apartando las telas que sellaban el interior de la estructura, quedan perplejos al contemplar una enorme iglesia, de la cual salen un gran número de personas despavoridas por lo que parecía haber sido un hurto y retención de rehenes; Malcolm gira su cabeza a los alrededores, intentando identificar la razón por la que se habían detenido tan repentinamente: una mujer postrada en el suelo sollozando por ayuda; haciendo unas cuantas conjeturas, Malcolm asume que debe haber escapado de la escena hacia el carruaje, sabiendo que el escudo que portaba el mismo es de Skochi-Venecia.

—¡Vuelvan adentro!, ¡es una orden! —exclama Aaron refiriéndose a los ocho jóvenes, a la vez que intenta calmar a la mujer la cual se halla en medio del camino. Sin terminar de entender la situación, Marco se percata de que los presuntos delincuentes, al ver el carruaje de Skochi-Venecia, deciden liberar a todos los rehenes e intentar huir con unas bolsas llenas de canales.

—Se escaparán, tenemos que ir tras ellos —argumenta Marco con cierto miedo; sin embargo, empieza a correr para intentar alcanzar y detener a los ladrones. Al ver esta decisión, Amber decide acompañarlo; Aaron lo detiene sujetándolo por el hombro, e imponiendo una mirada amenazante, obliga a él y a sus compañeros a quedarse en el lugar.

Mientras tanto, entre gritos y órdenes de detenerse, Marco continúa detrás del pequeño grupo de ladrones, específicamente, tres ladrones; el trayecto es, desde un principio, por detrás de la iglesia; luego, los perseguidos toman un giro hacia unos pasillos que separan un conjunto de casas. Cuando Marco sale de aquel laberinto, se percata de que estaba en una pequeña —pero multitudinaria— plaza, se respiraba un aire tranquilo y pacífico pese al acontecimiento de hace unos minutos.

Marco continúa corriendo tras interceptar a los ladrones de vuelta, dado que se han escondido entre la multitud; entre tropezones y disculpas, el chico se hace paso a través de la muchedumbre para seguir corriendo entre las casas. Pasado ya un rato de dar vueltas por aquel laberinto, Marco logra interceptar a uno de los ladrones, derribándolo y sujetándolo por la manga izquierda para que no pueda escapar; decisión inútil, porque después de un pequeño forcejeo, el ladrón logra huir arrancando un trozo de tela de su manga, para luego asestar un golpe directo a la quijada de Marco; el joven de rasgos asiáticos queda desorientado por unos segundos, segundos que el ladrón usa para correr.

Cuando Marco vuelve a tomar la compostura, se da cuenta de que los perseguidos se han adelantado bastante; sin embargo, él sigue corriendo por esos pasillos angostos hasta que llega a una zona bastante abierta, en la cual observa en primer plano, cómo los ladrones que persigue, huyen robando unos caballos los cuales estaban atados cerca de una casa.

—¡Maldición! —exclama Marco con frustración; luego empieza a examinar el trozo de tela que tenía en su mano. —¿Uh? —Lo que observa es un pequeño fragmento de lo que parece ser un emblema, el cual está conformado por una rosa siendo atravesada por un cuchillo envuelto en espinas. Luego, escucha una voz.

—¡Marco!






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Este capítulo como podrás adivinar consta de varias partes, la siguente se publicará en el capítulo 25

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