Capítulo 39: Entrenamientos extracurriculares

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Casi dos semanas después, los jóvenes reclutas se mantienen expectantes a una emergente misión; durante ese tiempo, William logra recuperarse parcialmente: en la primera semana, el joven se estabiliza completamente, pero se mantiene postrado en cama por la gravedad de la herida; a mitades de la segunda semana, se desprende rápidamente de la silla de ruedas, pasando a caminar con un par de muletas. Hoy, William continúa utilizando muletas para caminar, periódicamente va a la enfermería a recibir un cambio de vendas y hierbas, por lo que aún no sufre el síndrome de abstinencia, del cual Sofía le lleva advirtiendo desde hace tiempo. En cuanto al resto del equipo, Aaron les despierta a todos a primera hora, y les ordena llevar unos carruajes con equipamiento a la puerta norte de la ciudad.

Una vez allí, Aaron les hace una señal a los encargados de la puerta, para que los dejasen pasar y posicionarse en un pequeño campo de entrenamiento improvisado. El escenario es la entrada a una arboleda, la cual se compone por un tumulto de dianas y muñecos de práctica hechos de paja y tela, los cuales se ven bastante dañados. Aaron observa a su equipo.

—Tengo que buscar algo. Así que para cuando llegue, quiero que todo lo de los carruajes esté desempacado —ordena el hombre para luego partir.

Mientras se dedican a desempacar, William se le acerca a Marco.

—¿Necesitas ayuda? —pregunta a Marco, al ver que no podía cargar los carcajes llenos de flechas.

—¿Eh?, para nada —dice levemente apenado—. De hecho, ¿no deberías estar reposando? Es decir, ¿siquiera puedes cargar algo en este estado? —William le mira escéptico.

—No deberías subestimar tanto a las personas. —Tras decir eso, el joven le quita unos carcajes a Marco y los empieza a transportar, sorprendiendo al mismo—. Te sorprendería la cantidad de cosas que puedo hacer incluso teniendo muletas.

Por otro lado, Joel y Mike hurgan en otro de los carruajes, sin un objetivo en específico.

—Por cierto Mike, ahora que me acuerdo, ¿a dónde fueron la semana pasada? —pregunta haciendo referencia al pequeño escape que hicieron con algunos habitantes de Hyaku.

—Ah, ¿eso? Realmente a ningún sitio en especial, estuvimos paseando por toda la ciudad, caminamos mucho; pero sí que hicimos algo de turismo tabernero. Creo que pasamos por todos los bares de la ciudad, sin embargo no bebimos en todos... Por cierto, ¿sabías que la edad reglamentaria para beber en este mundo es de 15 años?

—¿En serio? Saber eso puede ser útil; supongo que a los que no entraron fue por el precio, ¿verdad? —cuestiona irónico.

—Exacto, de hecho, hubo uno en el que ni nos dejaron entrar. Se veía como un lugar bastante elitista, pero éramos muchos —responde entre risas.

—Hm, entiendo —dice con la mirada perdida, Mike le mira extrañado.

—¿Alguna vez has invitado a Ady a una cita?

—¿A qué viene esa pregunta? —Mike le vuelve a mirar incrédulo—. Creo que realmente no recuerdo bien, pero muy posiblemente sí.

—¿Por qué no la invitas a ese sitio? Parece un buen lugar para salir de manera más privada —propone con sosiego—. Además, no creo que te diga que no, por razones obvias. —Joel vuelve a hurgar en el carruaje con calma, mirando de reojo a Mike.

—Te puedo asegurar que ahora mismo el problema entre ella y yo, no es el saber si le gusto —Mike se ríe cómodo—. La cosa es que en estos momentos, ambos estamos bastante ocupados; seguramente no pueda. —El joven tuerce los ojos en modo de burla a la actitud de Joel continua en el carruaje.

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