5. Camino

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Se fue a la cama aún indeciso si debía parar en la siguiente ciudad o ir directo a España. Aunque ese no era el único asunto inconcluso de su cabeza.

Marinette no debía ilusionarse con él siendo agradable tan de repente. Le parecía demasiado extraña por quererse unir. Sus viajes no eran los más cómodos ni relajantes, para él, lo peligroso era divertido. Y no sabía si Marinette estaba hecha para eso.

Aún se preguntaba porque la dejó subirse a su barco y se consolaba con un motivo, podía usarla como carnada, poniéndolo desde ese punto.

Si algún soldado iluso "trataba" de detenerlo podía usar a Marinette amenazándola con su espada. Claro que no la lastimaría. Era un ladrón, un miserable pirata, ya había matado a algunos que querían arrestarlo, pero el jamás le pondría un dedo encima a una mujer sin su permiso. Por lo que...

Si, Marinette era hermosa, de eso no había duda, pero su actitud infantil era algo... anormal y probablemente tierna, pero no era como él. A fin de cuentas, fue por eso que la dejó subir, y sabía que todos en el barco estaban maravillados con ella, pero no quería bajar la guardia.

No quería sentirse herido por una mujer de nuevo. La muerte de su madre fue algo que lo había marcado de por vida, y la primera interacción con una chica de su edad no salió bien.

Se golpeó la cabeza. Eso fue hace mucho tiempo, cuando era un ingenuo niño de 10 años. Era demasiado inocente para ese entonces.

Se fue a dormir pensando en que debía ignorar a Marinette como un aristócrata ambicioso. Solo fingir que no existía, ya que estaba por completo seguro que ella armaría un berrinche, porque aunque lo negara, seguía siendo una niña pequeña.

No era un caballero, por lo que descartó la idea de tratarla como uno, así que estaba perdido.

Al despertar, se vistió poniéndose una camisa negra grande con unos pantalones del mismo color y sus botas. Subió y Marinette estaba trapeando la resistente madera del piso del barco. Tarareaba una canción que lo desconcertó por unos segundos, hasta que se dió cuenta de que ella le estaba hablando.

- ¡Ah! Hola- saludó aturdido. - Ven- dijo bajando por el gran barco. Tenía dos pisos, sin contar la de la cubierta.

Entró en lo que parecía ser la cocina y se giró.

- ¿podrás cocinar para todos antes de que despierten? Necesitan comer o sino se pasarán como holgazanes por ahí- habló serio a lo que ella rió.

- Claro- contestó colocándose un destrozado delantal colgado en un palo.

Adrien volvió a la cubierta dándole una vuelta al barco. Iría a Sevilla. A pesar de vivir en el mar, sabía lo que ocurría por el mundo. España tenía una variedad de materias y productos que habían conseguido en sus conquistas.

Sonrió con solo pensar que tan rápido podría robarse lo que había conseguido en el Nuevo Continente. Además, necesitaba comida, y tenía una amiga en España que lo ayudaba desde siempre.

Dejando el rumbo fijado, trepó por los obenques para subir a la cofa, y de ahí siguió hasta el mástil. Colgó la bandera y se quedó sentado en el mástil.

****

Marinette terminaba el séptimo platillo cuando descubrió a la tripulación en la entrada de la cocina. Riendo, los invitó a sentarse y les sirvió el desayuno que ellos, atontados, agradecieron.

Al que reconoció como Nino, salió con un sánduche en la mano que se supone que era para Adrien.

Cuando iba a lavar los platos, un pelirrojo se le opuso. Insistió en lavarlos que ella tuvo que dejarlo.

Salió a la cubierta y vió que Kim le saludaba con la mano. Ella devolvió el gesto. Escuchó un grito arriba suyo y alzó la cabeza. Al principio se asustó, pero al ver a Max cogido de una cuerda la calmó. El moreno saltó, dejando ver la gran vela impulsada por el viento.

Vió a un pelinegro, cuyo nombre no recordaba, cargando unas gigantes bolas negras.

- Son para los cañones- le dijo Nino.

Marinette subió hasta llegar a la cofa y se sentó donde había estado Adrien, en el mástil. No le temía a la altura, y le encantaba ver el reflejo del sol en el mar. Nino se quedó en la cofa y la llamó.

- En serio que eres diferente a todas las mujeres..o chicas- mencionó inseguro.

- ¿Lo dices por qué estoy sentada en un grueso palo de madera a gran distancia con el barco?- preguntó sonriente. Él rió.

- Si, y también por todo lo que has hecho. Nunca había visto a una mujer en pantalones, o que no le incomodara usar algo que no sea un vestido. También, te uniste a una banda de ladrones miserables y limpias cada centímetro de este lugar sin quejarte o hacer muecas de disgusto-

- Qué puedo decir, la verdad, estoy acostumbrada-

- No parece que estuvieras, pero las empleadas también usaban vestidos-

- No era una. Trabajaba en el puerto de París. Cargando cosas que traían, limpiando o agarrando pescado, algo que ninguna chica quisiera hacer-

- Pues, me alegra que tu estés aquí, eres muy divertida-

- Gracias, me halagas- Nino rió mientras observaba a su capitán.

- Esos tipos de trabajo también los hace Adrien a veces- Marinette no dijo nada. Adrien se había mostrado distante y no entendía por qué.

De pronto, el barco se agitó violentamente, a lo que ella casi se cae de no haberse agarrado.

- Eso estuvo cerca- suspiró la azabache.

- Lo sé, el tonto de Iván debió haber puesto el ancla sin avisar- el moreno rodó los ojos. Agarró una cuerda y se deslizó hasta abajo.

Marinette jadeó sorprendida y quiso repetir la acción. Cuando se deslizó, las manos le ardieron, y pudo tener un duro aterrizaje si Nathaniel no la hubiera agarrado.

- Perdón-

- N- no hay problema-

- ¡Chicos!- los interrumpió la voz de Adrien.
Todos formaron una línea mientras Marinette seguía en el piso.

- Agarren sus espadas y las pistolas, hemos llegado a Sevilla- 

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Mil perdones amados lectores. Toda mi vida se desmorona por las clases. Ni en los fines de semana logro escribir.

Dejando eso atras, espero que disfruten el cap.

Nos vemos butterflies!

Navío al Rumbo /ADRINETTE/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora