18. Hechos Inexactos

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Yo no necesito tierra de más,
vivo mi vida siempre en paz,
nadando en el mar con gran libertad,
donde yo so-

Alya se detuvo abruptamente al sentir la presencia de varias personas detrás suyo. Se giró y vió a Kim, Max, Nathaniel e Iván varados en la puerta. La morena rió a carcajadas al momento que los cuatro hombres despertaron de su trance.

- ¿Qué hacemos aquí?- preguntó Kim.

- L- lo sentimos- titubeó tímido el pelirrojo antes de irse corriendo a la planta más abaja donde se hallaba su hamaca. Los demás se retiraron confundidos, mientras la castaña de puntad rojizas seguía riendo. Nino tocó la puerta y pasó.

- ¿Y esos? ¿Tus nuevos admiradores?- preguntó sonriendo. Alya se paró y caminó com cautela hasta llegar a los brazos del moreno para sujetarse.

- ¿Y tú? ¿Celoso?- ella logró ver las mejillas del chico pintarse de otro color.

- ¿Yo? Jamás. Además, se que en cualquier caso, yo siempre sería correspondido por una damisela tan bella y...- acercó su rostro al punto de rozar sus narices. -... maravillosa- dijo antes de sonreír. Alya sonrió de igual manera. Fue a la cama y Nino se sentó a su lado.

- Y uhhh.. esa canción...-

- Sí- dijo - es para hipnotizar a los hombres. Piratas, siendo más precisos- respondió mirando por la ventana de su cuarto compartido.

- ¿Ustedes comen...?- él detuvó su oración.

- No todas Nino, la gran mayoría pero no todas. Tu sigues aquí, igual que los otros. Y no tengo intención de lastimarlos-

- ¿De modo que no lo necesitas?- escuchó un suspiro de parte de la muchacha.

- La verdad es que no. Las sirenas comen a los hombres para ganar más belleza y muchos años más de vida. Naturalmente somos hermosas, pero con más belleza muchas están satisfechas. Yo nunca lo he hecho, y no pienso hacerlo- Nino le sonrió, y pasó su mano por los cabellos de la morena. Ella navegó en la mirada ámbar del moreno.

- Ni lo necesitas, aún sin ser sirena eres hermosa- mencionó acompañado de una sonrisa. Y por primera vez en todo ese tiempo, Alya se sonrojó. Duró en esa posición por varios minutos.

- No digas eso- contestó apartando la mano de Nino.

- ¿Por qué? No miento a los que quiero- la sirena tragó con dificultad.

- ¿Q- qué? Pero...- Nino le puso un dedo sobre los labios mandándola a callar. Se acostó boca arriba mirando al techo de madera.

- Ven- dijo golpeando a su lado. La morena obedeció. Al caer, Nino la rodeó con su brazo.

- Solo cierra los ojos y no pienses en nada- le susurró. Y, en poco tiempo, ambos acabaron dormidos.

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Marinette pasó sus manos a la nuca del rubio, como si el barco entero estuviera entre ellos, cuando, en realidad, no había más espacio separándolos. Adrien tenía una mano pegada a la pared, a un costado de la cabeza de la peliazul, y la otra detrás de su hombro.

Duró más tiempo que el beso anterior, y ambos habían perdido todo el aire en sus pulmones. Estaban colorados, y respiraban agitadamente. Marinette temía mirar en las órbitas esmeraldas del capitán, pero aún así lo hizo. Él miraba hacia abajo, posó su cabeza en el hombro de la azabache, dándole más color a la cara de Marinette.

- Tú...- dijo mientras respiraba.
- ¡Tú me vas a volver loco!- exclamó rodeando el níveo rostro de Marinette con ambas manos. Ella quedó perpleja y callada.

Navío al Rumbo /ADRINETTE/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora