25. Maldición y confesión

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Los corales se extendían por todos lados, y asomaba una gran variedad de colores que Marinette pudo distinguir en plena noche. Algunos peces seguían nadando en distintas direcciones. Marine movió una gran roca plana en donde se hallaba una estrella de mar.

- Pasa- la peliazul nadó y fue seguida por la rubia que volvió a tapar el hueco.

- Aquí vive una amiga mía. Lo mantiene escondido por seguridad, el coral no se encuentra tan profundo- explicó.

Marinette estaba sorprendida de ver con total claridad. Era como si sus ojos se adaptaran a la oscuridad. Nadaron por ese túnel hasta salir a un espacio mucho más amplio y, sorprendenmente iluminado. Lo que más brindaba luz eran algunas medusas alrededor de la curiosa casa. Otra sirena pasó por un arco de piedra, ya que no habían puertas, desde luego. Les sonrió a ambas y las invitó a acomodarse.

Pasaron algunas horas y las tres sirenas platicaban entre risas. Marinette le cogió simpatía a sus nuevas amigas. No les reveló el secreto de que era humana (o mitad humana, ni siquiera ella lo comprendía) pero contó otras anécdotas relacionadas a cuando era sirena.

- ¿Es cierto que la comida es fácil de obtener aquí?- inquirió la ojiazul.

- Por supuesto. Es sencillo de atrapar. Y, de vez en cuando algún humano cae en estas aguas- soltó una risita. Sus uñas eran muy largas, y jugueteaba con un mechon de su ondulado cabello.

- ¿Comes personas?- preguntó Marinette.

- A veces. Cuando se presenta la oportunidad-

- Por si acaso Saltie, Marinette no come lo mismo que tú-

- ¿De verdad? Te diría que sería muy bueno, en especial si deseas mantener ese bello rostro- sonrió pasándole una mano por el rostro. Marinette sintió un escalofrío por la espalda.

- Yo tampoco lo hago, no te sientas incómoda- le susurró Marine al oído y le guiñó el ojo.

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Al salir del agua el sol ya estaba en el cielo. Se puso el pantalón de tela café y encima el vestido blanco que estaban sobres unas rocas. Había perdido la noción del tiempo allá abajo. En medio de la conversación recordó a Alya, por lo que agradeció la atención y volvió a la playa. Adrien no estaba a la vista.

- Ese idiota...- maldijo entre dientes.

- ¿A quien llamas idiota, niña?- brincó del susto y se giró rápidamente. Él la observaba con detenimiento y recelo.

- ¿O debería decir... sirenita?- entonó con malicia dándole golpecitos al pomo de la espada. Marinette no pudo ni retroceder. Quedó paralizada mientras el rubio se le acercaba. Desenvainó su espada y se la apuntó.

- ¿Has estado engañándome todo este tiempo?- preguntó acercando su rostro al de la joven azabache.  - ¿Planeabas el momento perfecto para matarme? ¿O comerme?- solo recibía la respiración de la chica en respuesta.

Adrien le agarró el brazo y la tumbó al piso. Acercó su espada a su cuello, casi rozándolo. Para su suerte, Marinette no podía ver como su mano temblaba ligeramente. No quería matarla, pero lo que vieron sus ojos no era una ilusión.

- ¿Qué eres?-

Los ojos de la chica estaban clavados en los del pirata. Su cuerpo no respondía. Él gruñó. Si ella era la asustada él por poco moría de un infarto al ver a peliazul salir del agua con una cola que se transformaría en dos piernas. Clavó la espada a un lado de su cabeza perdiendo la paciencia.

Navío al Rumbo /ADRINETTE/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora