Capítulo 1.

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Desperté la mañana del lunes con el estruendo de golpes que amenazaban con taladrarme los oídos. Michael, mi hermano, era la persona que tocaba la puerta como siempre lo hacía antes de irnos a la universidad. Estaba acostumbrada a levantarme con el ruido de sus nudillos contra la madera.

Casi podía recordar a papá y mamá venir a despertarme cuando era pequeña. Pero desafortunadamente ellos no vivían con nosotros. Ambos se habían mudado el día en que ingresamos a la universidad, justo después de que la abuela falleciera. Papá nos dijo que era hora de volvernos independientes y arreglar nuestros propios asuntos. Yo tenía pensado conseguir un departamento para comenzar una vida a parte pero Mike no estuvo de acuerdo.

Al final, decidimos quedarnos en casa juntos.

Mike tenía veinte años —dos años mayor que yo—, pero su comportamiento era de una persona de treinta. Aunque tenía que admitirlo, era un hermano responsable; se encargaba de los gastos de la casa y de cualquier inconveniente. Según él, yo debía preocuparme solamente por los estudios y por volver a casa temprano. Decía que con mis dieciocho años, yo aún no tenía la experiencia para enfrentarme a la vida.

Me molestaba que pensara eso de mí.

Sí, era tímida e insegura pero también tenía mi carácter. Él, en cambio era extrovertido, sociable y arrogante. No entendía cómo su novia Karol lo soportaba la mayor parte del tiempo en las clases.

—No dejaré de tocar hasta que abras la puerta —lo escuché decir desde el otro lado.

Gimiendo de pereza, me levanté de la cama y luego de arrastrar los pies por la habitación, logré girar el pomo.

—Ya estoy despierta. —Me tallé los ojos y aún somnolienta, lo vi en el umbral con un aura impaciente.

—Tienes media hora. —Señaló el reloj de su muñeca y se dio la vuelta, dejando un aroma a perfume.

Rodeé los ojos y cerré la puerta mientras soltaba un bostezo. Me estiré y di unos cuantos pasos antes de dejarme caer en la cama de nuevo. Odiaba levantarme temprano como cualquier persona, y odiaba el hábito que tenía mi hermano para venir a despertarme. Me ponía de mal humor.

Luego de cinco minutos, me levanté a regañadientes y ordené las sábanas. El teléfono comenzó a sonar y me incliné a la mesita de noche. Era una llamada de Mike. Sabía que sólo lo hacía para apresurarme. Cogí un atuendo de ropa del armario y me dirigí al cuarto de baño.

Veinte minutos después, salí de la ducha y me vestí en tiempo récord. Me colgué la mochila en un hombro y tomé la caja de materiales que el profesor de laboratorio había encargado.

No iba a tener tiempo para desayunar, eso era un hecho. Dejé salir un suspiro y me advertí mentalmente que la próxima vez me levantaría temprano.

Mike estaba en el sofá de la sala, tecleando el teléfono y moviendo el pie. Cuando me miró, rápidamente lo guardó en sus bolsillos y me quitó la caja que sujetaba torpemente entre las manos.

— ¿Qué diablos es esto? —Frunció el ceño, inspeccionando lo que había dentro.

—Materiales para el laboratorio —dije, tomando mi mochila.

Salimos de casa y ambos subimos a la camioneta.

—Me alegra no estar en esa clase —dijo cuándo comenzó a conducir.

No le tomé importancia, simplemente me digné a mirar por la ventana. El cielo estaba tornado de un color gris opaco. El panorama era algo extraño debido a que la mayor parte de los días eran soleados pero llegué a la conclusión de que era algo normal e insignificante.

atracción mortal; aguslinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora