Capítulo 5.

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Luego de haber despertado en la madrugada a causa de esa rara pesadilla, me costó trabajo poder conciliar el sueño de nuevo, pero gracias a que Mike me levantó a tiempo pude llegar a la universidad sin retrasos.

— ¿Dormiste bien? Estás muy pálida, hermanita. —Había dicho antes de que nos fuéramos. No quise preocuparlo y, en su lugar, respondí que me había desvelado por terminar la tarea.

En clase de física tenía unas ganas inmensas de golpear la cabeza contra la pared. Conseguir el valor del exponente x no me importaba en absoluto. Habían pasado varios minutos mientras anotaba lo que había en la pizarra, cuando Ruggero apareció en la puerta.

—Disculpe profesora, el director solicita la presencia de Carolina Kopelioff en su oficina —dijo, entregándole un papel que daba credibilidad a sus palabras.

Ella asintió y me dio permiso de salir. Sin tener la mínima de idea, me levanté de mi lugar con el ceño fruncido mientras mis compañeros me miraban con intriga.

Ruggero me esperaba con las manos ocultas en los bolsillos y, en silencio, avanzamos por los pasillos.

¿Por qué de tantos estudiantes en Varsity tuvo que ser exactamente el amigo de Agustín quien me sacara de clase?

Ruggero era reservado y distante. Desde el primer día fue discreto con respecto a sus amistades. Y desde que Agustín ingresó, ellos se convirtieron prácticamente en hermanos, lo cual llamó la atención de las chicas. No las culpaba. Ruggero tenía el cabello castaño, ojos con un café oscuro y un cuerpo delgado con hombros y espalda estrecha. Lo miré de reojo y localicé el piercing en su ceja izquierda que lo hacía ver interesante. Me pregunté cómo era su amistad entre él y Agustín, ¿serían ambos agresivos con todo el mundo que intentara relacionarse con ellos?

Dejé de cuestionarme cuando me descubrió mirándolo. Sonrió, y yo volví la vista al frente con el rubor en mis mejillas. Estar a su lado me hizo recordar que había sido llamada por el director Levinson. ¿Para qué razón necesitaba estar en su oficina? El único problema en el que había estado involucrada fue la discusión con Agustín, pero no tenía sentido hablar sobre ello cuando había pasado tres días del incidente.

Cruzamos los pasillos y me di cuenta que estábamos dirigiéndonos hacia el patio trasero de la cafetería. Me detuve abruptamente y me tensé. La oficina estaba enseguida del salón de Artes, y ahora mismo nos encontrábamos en el lado opuesto de esa dirección.

—Sígueme. —Ordenó suavemente cuando dejé de caminar.

— ¿En dónde está el director? —pregunté, abrazándome a mí misma como señal de nerviosismo.

—En su oficina —respondió con tranquilidad.

Con eso confirmé que había mentido.

— ¿Y a dónde vamos?

—Afuera.

Tragué saliva y di un paso atrás.

—No tengo nada que hacer afuera. Y si me disculpas, me voy a clase.

Retrocedí, y en el instante que di la vuelta me sujetó del brazo.

—Acompáñame —susurró entre dientes.

Medité rápidamente que tenía la opción de gritar, pero eso lo alertaría a callarme y llevarme contra mi voluntad. Además, estábamos solos y eso era una ventaja para él.

—Está bien —respondí, manteniendo la voz firme.

Aflojó su agarre y me soltó con un asentimiento. Me dio la espalda y aproveché la oportunidad para girar sobre mis talones y huir. Salí de la cafetería y corrí por los pasillos como si estuviera siendo perseguida. Con la respiración agitada y los nervios de punta, regresé al salón. Tomé asiento, manteniéndome en calma y segura. La profesora Laine no sospechó nada y continuó revisando apuntes. Malena, por otro lado, me miró confundida y preocupada seguramente preguntándose qué me pasaba.

atracción mortal; aguslinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora