Capítulo 19.

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Era sábado por la mañana, estaba en la cocina desayunando con Michael. Había preparado omellettes, y él parecía estar satisfecho con ello. Hablamos de la universidad y sobre la fiesta de hoy, lo que me llevó a pensar en Agustín. Aún seguía un poco aturdida. Él no necesitaba depender de mí para poder asistir a una fiesta, así que por ese lado no le encontraba mucho sentido.

En los días anteriores, ni él ni Ruggero aparecieron en mi habitación y tampoco en mis sueños. Las veces que los veía en la universidad eran muy pocas. Ruggero se mantuvo distante en las clases que compartíamos y Agustín no volvió a hablarme o mirarme cada vez que me lo encontraba por los pasillos. Ninguno siguió presionándome con respecto a Jorge. De hecho, él también se notaba un poco extraño estos días, pero no me enfoqué mucho en ello. Decidí continuar con mi vida tal y como la llevaba. Se sentía extraño no recibir la atención de Agustín o Ruggero. Era como si los extrañara o algo así. 

Michael se levantó del taburete, dejó el plato sucio en el fregador y luego se giró hacia a mí.

—Papá y mamá no vendrán este fin de semana —dijo con la misma voz neutra que siempre utilizaba cuando se trataba de ellos.

—Se están olvidando de nosotros —comenté, haciendo un lado el desayuno.

—Creo que ya lo hicieron —se cruzó de brazos y suspiró.

Bajé la mirada, preguntándome por qué tomaron la decisión de marcharse. Su forma de evadirnos realmente me dolía. Muchas de las veces, llegué a pensar que ocultaban algo porque por más que le daba vueltas al asunto, no encontraba una razón para justificar su repentina lejanía. 

El nudo comenzó a formarse en mi garganta. Me sentí decepcionada de varias maneras. Lo único en lo que podía conformarme, era de los pocos recuerdos en los que se veían feliz a nuestro lado. Las lágrimas me quemaron, y cuando menos pensé, tenía los brazos de Mike a mi alrededor. Lo abracé con fuerza y cerré los ojos. 

—Tranquila, Caro, estoy aquí. No los necesitamos —sus palabras me reconfortaban, pero el vacío seguiría por un largo tiempo.

Terminé de sollozar en su pecho y me limpié el rastro de lágrimas que se encontraban en mis mejillas.

—Ahora tendré que cambiarme de camiseta —se burló con una sonrisa.

Traté de sonreír a través de las lágrimas y lo golpeé en el hombro. Si no fuera por mi hermano, estaría en una profunda depresión. Él era la única familia que me quedaba.

La noche estaba por llegar y yo aún no sabía exactamente qué ponerme para la fiesta. No solía demorarme mucho para ese tipo de cosas, pero el simple hecho de que me encontraría con Agustín me provocaba ansiedad. Valentina me había llamado, confirmando la hora en la que vendría por mí. Su Volkswagen no era muy cómodo que digamos, pero era mejor que irme con Michael, quien llevaría a Karol. Ellos como pareja necesitaban privacidad. 

Luego de la ducha, me puse unos jeans ajustados, una blusa de seda en color rosa pálido, una chaqueta marrón encima y unas botas de piso. El clima de hoy, como todas las noches en Zyville, era húmedo y con un ambiente fresco. 

Dejé caer mi cabello sobre mis hombros y controlé un poco los rizos con crema para peinar. Me maquillé los más simple posible y guardé el teléfono en los bolsillos delanteros de los jeans.

Llegué a la sala y me senté en el sofá. A los pocos segundos, Michael salió de su habitación con un atuendo propio de admirar. 

Sonrió y sacó las llaves de la camioneta.

—¿Lista?

Rodeé los ojos por su falta de memoria.

—Valen va a venir por mí —chequé el teléfono y había un mensaje de ella, avisando que estaba en camino.

atracción mortal; aguslinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora