Los días pasaron. Alguna de las veces me sentía perdida por no saber exactamente en qué punto estaba sobre todo esto. Pero al parecer, había estado progresando. Cada mañana, Agustín junto con Ruggero y Ariana, aprendía cosas que no sabían que existían. Las horas en la que entrenaba eran extenuantes, sin embargo, descubrí que realmente tenía potencial para en lo que hacía.
La temperatura de ésta mañana era templado y considerable. Eran cerca de las siete de la mañana. Agustín me había despertado minutos antes para desayunar. Tenía que estar con las energías al máximo, así no tendría problema de agotarme tan rápido o tener dificultades cuando invocara algún elemento.
Por el panorama, me di cuenta que nos estábamos dirigiendo a un terreno vacío que estaba apartado de la ciudad. Zyville era reconocido por la naturaleza que nos rodeaba, por lo tanto, en el lugar predominaba las plantas y vegetación. Pero ahora, las hojas de otoño caían al suelo, preparándose para el cambio de clima.
Bajé del Acura Nsx y la corriente de aire fresco golpeó los mechones de cabello, dejándolo caer por detrás de mis hombros. Me lo recogí en un moño desordenado y mis botas cortas tocaron el suelo terroso. La zona estaba libre de árboles, pero había muchos de ellos alrededor y terminaban en algún punto lejano.
—Esperemos que no haya una tormenta —dijo Agustín, cerrando la puerta del auto.
Ruggero salió del asiento trasero y admiró el cielo con los ojos entrecerrados.
—No creo. Las nubes están ocultas, pero no hay muchas señales de que haya lluvia.
—De cualquier manera podría servir —Agustín me miró—. En estas condiciones podrías invocar un relámpago sin obstáculos.
Mi mandíbula se abrió.
—¿Hablas en serio? Jamás he intentado eso, además creo que es peligroso—me abracé a mí misma—. No quiero morir por una sobrecarga de energía.
Ruggero se desplazó a unos metros de nosotros, calculando la extensión del área. Agustín rodeó el auto y llegó a mi lado.
—Caro, jamás pondría en riesgo tu seguridad —acarició mi mejilla con su pulgar y pude confiar en sus palabras—. Para que estés tranquila, comenzaremos con lo de siempre y algunas cosas nuevas.
Suspiré, notando menos tensión.
—Bien, estoy lista —le di un beso en la mejilla y lo sentí sonreír.
Caminé al centro de la vegetación y esperé. Agustín le habló a Ruggero y ambos se pusieron a unos metros frente a mí. Cada uno en un extremo.
—Desde el inicio, muéstrame lo que sabes —instruyó Agustín con un grito. Se encorvó e inclinó un poco las rodillas como si estuviera listo para correr. Ruggero hizo lo mismo.
Pasé saliva y los miré. Era fácil. Había perfeccionado los poderes básicos. Solamente tenía que encontrar el impulso de hacerlo.
Llenando mis pulmones de oxígeno, me concentré y despejé los pensamientos innecesarios para sustituirlos en energía. Me costó un par de minutos para que las llamas se presenciaran en las palmas de mis manos. Me sentí orgullosa, pero también me sentí como si fuera una especie de fenómeno. Tener esta clase de poderes. por ideas que tenían como propósito imaginar el fuego en mis manos hasta crearlo.
Me pregunté qué dirían Malena y Valentina sobre ello. Tenía la idea de que se desmayarían, pero esperaba que comprendieran lo que era, porque no quería perder su amistad.
—Lánzalo —escuché la voz de Ruggero y parpadeé, volviendo al presente.
Era evidente que se refería al fuego, pero... no sabía cómo. Había aprendido formarlo pero no lanzarlo.
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atracción mortal; aguslina
Teen FictionLas apariencias engañan. Historia Adaptada. Todos los derechos reservados a su autora original @kendymadness