Capítulo 40.

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No sabía si llorar, gritar o simplemente lamentar cada porción de confianza que le había brindado a Michael. Desde pequeño había tomado el rol de hermano mayor. Me cuidaba ante cualquier cosa, y me defendía cada vez que podía. Me rehusaba a creer que era el responsable del embrujo. No quería creerlo. Me sentía decepcionada y desequilibrada.

El dolor aprisionaba mis pulmones, amenazando con destrozarlos poco a poco mientras intentaba asimilar la realidad. Amaba a mi hermano, y a pesar de que había descubierto que realmente no era nada mío, no podía simplemente odiarlo. Tenía que haber una razón que lo llevó a actuar de esa manera tan cruel contra mí. Nunca había sospechado de él y ni siquiera me pasó por la mente que estaría involucrado.

Por otro lado, me sofocaba saber que mis verdaderos padres habían muerto y que probablemente, mis padres adoptivos también lo estuvieran.

El reflejo de la ventanilla mostraba mi rostro mientras veía a través de ella. Jamás pensé que sería diferente a las demás, quiero decir, mi vida había sido completamente normal y nunca imaginé que pertenecía a dos razas de un mundo aparentemente irreal. La gente no creía en Hechiceros y mucho menos en purasangres. Pero ahora, la ironía crecía a mi alrededor. Tenía sangre de ambos transcuyendo por todo mi cuerpo y no me había dado cuenta de ello.

Cautelosamente, miré por el retrovisor. Julián y Ruggero estaban siguiéndonos en su auto. Me sentí culpable cuando vi a Ruggero con una herida a lo largo del brazo. Jorge intentó drenarlo, pero afortunadamente no lo logró, aunque Ruggero no dejaba de maldecir del dolor.

Me volví hacia Agustín, quien estaba conduciendo. Por un mínimo instante, me pregunté si era Santiago. Toda la situación me mantenía a la defensiva y podía esperar cualquier cosa pero, aunque eran prácticamente iguales, había algo en su mirada que los diferenciaba. El aura de Santiago era frío y tenebroso, mientras que el de Agustín era cálido y acogedor.

Me miró y una de sus manos dejó el volante para tomar una de las mías como señal de apoyo. Apretó su palma contra la mía y decidí romper el silencio.

—¿Conociste a mi abuela? —pregunté, recordando que ella formaba parte de su especie.

Dudó por uno segundos.

—Sí, Caro. Bianca era una Hechicera ejemplar en nuestra comunidad. Su habilidad sorprendía a cualquiera, incluso a Julián que es un experto. Manejaba los elementos sin un ningún error —hizo una pausa y luego continuó—. Ella nos contactó hace tiempo. Ruggero, Ariana y yo éramos sus aprendices en ascenso por así decirlo. Nos tenía confianza y nos contó una de sus premoniciones. Sólo dijo que estarías en peligro y que te vigiláramos sin que te dieras cuenta. Jamás aclaró que eras mitad purasangre.

No sabía cómo reaccionar. Estar relacionada con ellos me irritaba. En cierta forma estaba conectada con Alexander, Jeremy y Jorge.

—¿Dónde estabas cuando Santiago tomó tu lugar? —susurré, acusadoramente.

Suspiró y luego gruñó.

—Yo aún no iba a la universidad, Caro. Esos días que estuve ausente, fui a hablar con Julián sobre cómo empezaría a acercarme a ti. Santiago debió tenerlo todo planeado. Se dio cuenta que no estaría, confundió a Ruggero con un conjuro y aprovechó la oportunidad para alejarte de mí con la intención de que no me permitieras ayudarte.

—¿Cuándo fue que te acercaste?

—La primera vez que estuve frente a ti fue la noche en la que Ruggero y yo te escondimos en el armario de tu habitación.

Esa noche la tenía grabada en mi memoria. En ese entonces, no sabía quién era la persona que había entrado, pero ahora lo sabía. Michael estaba buscando el diario de la abuela. Quería deshacerse de él para que yo no supiera nada de mi pasado y también, que no descubriera que él era el responsable de todo lo que me estaba ocurriendo.

atracción mortal; aguslinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora