Capítulo 32.

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Pensé que la cena sería incómoda debido a la confrontación de Agustín y Ruggero, pero creo que el golpe había arreglado las cosas. Ariana había traído uno de sus libros pesados a la cocina. Dijo que la mancha que tenía en la espalda era, efectivamente, por el embrujo. Me tensé cuando comentó que la razón del moretón era porque parte de mi sangre estaba contaminada por el hechizo en el que estaba sometida.

También agregó que me acostumbraría a sentir ese ligero cosquilleo en la espalda. La sensación no iba a repercutir en mi bienestar por ahora, así que por ese lado no tenía de qué preocuparme. Agradecí que no estuviéramos en verano, así no tendría que usar blusas de tirantes que dejaran expuesta la horrible mancha, que podía ser una burla para los demás.

Cuando Agustín me llevó a casa, parecía más tranquilo. Al momento en que llegamos, Michael venía saliendo, acompañado de Karol. Ella me sonrió mientras me acercaba, pero sabía que estaba nerviosa al notar la presencia de Agustín desde la acera.

—Llegas cinco minutos tarde —dijo Michael, luego de observar el camino por dónde Agustín se había marchado.

—Déjala en paz, Mike —replicó Karol, golpeándolo en el hombro.

—¿Cómo estás? —me dirigí a ella, ignorando el comentario de mi hermano.

—Bien —contestó un poco nostálgica.

Podía asegurar que todavía no superaba la muerte de su amiga Sofía, y la comprendía en cierto punto.

—Volveré en unas horas —avisó Michael, llevándose a Karol a la camioneta.

Asentí y entré a la casa. Una vez en la habitación, me puse la pijama y leí un poco con el propósito de distraer mis pensamientos. Luego de unos capítulos, dejé el libro en la mesita de noche y caminé hacia la cómoda.

Tomé el teléfono y sin importarme que era la una de la mañana, llamé a mamá. Tenía la esperanza de poder escuchar su voz, pero la línea telefónica seguía en espera. Soltando un suspiro, colgué, sintiéndome decepcionada por no haber logrado lo que quería.

Tal vez estaba durmiendo, pero ¿qué madre no contestaba la llamada de su hijo, sabiendo que podría ser una emergencia? Claramente no me encontraba en peligro, pero por lo menos quería reunirme con mis padres. Podría indagar en saber si estaban involucrados en mi problema, aunque no creía que lo estuvieran. O más bien, de eso me estaba convenciendo.

Intenté dormir, pero tenía miedo en tener otra pesadilla que me traumara. Además, estaba comenzando a sentir molestia en la parte de la espalda. Me giraba, cambiando de posición en la cama con la probabilidad de lograr descansar, pero fallé. Estaba por resignarme en quedarme despierta toda la noche, cuando sentí una familiar punzada en la cabeza.

No podía estar pasando de nuevo. No quería desmayarme, no quería volver a sentir ese malestar que me hacía torcer de dolor. Me levanté de la cama, encendí la lámpara y abrí uno de los cajones de la cómoda, buscando los analgésicos que me habían sido recomendados. Sabía que no era una solución absoluta, pero disminuiría un poco la sensación de estar siendo martillada constantemente.

Fui a la cocina y tomé un vaso de agua, tragando la pequeña pastilla. Comencé a marearme mientras llegaba a la cocina, tuve que detenerme y me sujeté de la pared más cercana, equilibrando mis pasos.

Volví a la habitación con dificultad y pensé en llamar a Agustín. Él no arreglaría el dolor, pero su compañía ayudaría a disminuir la presión que sentía.

El teléfono comenzó a sonar y mis oídos palpitaron por el sonido. Una vez que atendí, hubo un silencio desde el otro lado de la línea, lo que aumentó mi nerviosismo y preocupación.

atracción mortal; aguslinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora