Había transcurrido varios segundos y Ruggero seguía mirándome sin decir la razón por la que estaba en mi habitación. Yo, por otro lado, no sabía cómo reaccionar en el momento. Lo primero que haría sería arrojarle algún objeto para que saliera de aquí, pero eso significaría soltar una de mis manos que sujetaban la toalla que estaba a mi alrededor, y no me iba a arriesgar a darle un espectáculo.
—¿Se puede saber qué haces aquí? —cuestioné, aparentando estar molesta, pero más que nada, estaba nerviosa.
—¿Qué diablos te pasó en la espalda? —preguntó, frunciendo el ceño.
Eso confirmó lo que estaba pensando, había estado observándome mientras yo me inspeccionaba frente al espejo. Me aplaudí mentalmente por no haberme quitado la toalla por completo, no podría vivir con el hecho de saber que Ruggero me hubiera visto desnuda.
—No lo sé... —hice una pausa y apreté la toalla en mi pecho—. Necesito vestirme.
Me miró de arriba a abajo por un momento y asintió, para luego salir, cerrando la puerta detrás de él. Dejé salir el aire que estaba conteniendo, puse el pestillo y me dirigí a la cómoda. Una vez que estuve cubiertamente vestida, me reuní con él en la sala. Estaba sentado en el sofá, con su mirada hundida en sus pensamientos. Se percató de mi presencia y sacudió la cabeza, como si estuviera despejando lo que estaba en su mente.
—No puedes entrar a mi casa y mucho menos a mi habitación como si nada —comenté, cruzando los brazos.
—No te preocupes, no vi demasiado —se encogió de hombros, seguido de una media sonrisa.
—¿Para qué querías verme? —pregunté, recordando que había venido anoche, mientras estaba con Agustín.
—Necesitas alejar a Jorge de tu hermano.
Me estremecí ante la seriedad de sus palabras.
Tenía pensado hacerlo. No estaba tranquila sabiendo que él comenzaba a crear una amistad con Michael, pero tampoco sería fácil. ¿Qué razón le podía dar a mi hermano para que se alejara de Jorge?
Fácilmente podría crear alguna mentira que lo convenciera en dejar de hablarle, pero era pésima en fingir una excusa. Se daría cuenta que estaría mintiendo y por ningún motivo, iba a decirle que Jorge era un purasangre, y que drenaba personas para alimentarse. Me juzgaría por loca o se reiría de mi advertencia.
—Trataré de hacerlo —murmuré, sentándome frente a él.
—Jorge no es alguien de confianza, sé que no ha hecho nada todavía contra ti, pero eso no significa que no tenga pensado hacerlo —en eso tenía razón. Hasta ahora, no había intentado nada que me alertara, pero eso sólo me alentaba a pensar qué en cualquier momento, podría dañar a Michael o a mis amigas.
—¿Quién crees que sea el responsable de lo que me está sucediendo? —susurré, sintiéndome nerviosa pensando en la probabilidad de morir.
Su respuesta no fue inmediata, pasaron unos cuantos segundos y rompió el silencio.
—No tengo idea —dijo, cautelosamente.
Levanté la vista y estaba mirándome con atención.
—¿Sospechas de alguien? —necesitaba a hacer una lista de las personas que pudieran estar involucradas, aunque sabía que eran muy pocas.
—Antes sospechaba en Jorge, pero ahora sólo creo que está implicado. No he llegado a ninguna conclusión todavía ¿qué me dices de tus padres?
Fruncí el ceño y me tensé.
—¿Qué tienen que ver ellos en esto?
Suspiró y dejó caer la espalda contra el respaldo del sofá.
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atracción mortal; aguslina
أدب المراهقينLas apariencias engañan. Historia Adaptada. Todos los derechos reservados a su autora original @kendymadness