Capítulo 29.

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Desde el instante en que desperté de esa horrible pesadilla, no volví a dormir. Agustín se había quedado a mi lado hasta que mis lágrimas lograron secarse y mis sollozos dejaron de escucharse. No me había dado cuenta qué mi cuerpo estaba temblando sino fuera por sus brazos cálidos que calmaron mi estremecimiento.

—Te preparé esto, Caro.

Despegué el rostro del pecho de Agustín y miré a Valentina, quien venía entrando a la habitación.

—Gracias —susurré alejándome un poco de él, tomando la taza de té que me ofreció.

—Ahora, ¿se puede saber cómo entraste a mi casa? —exigió Malena en tono autoritario y nervioso.

—Malena, eso es lo que menos importa en este momento —escuché decir a Valentina, mientras yo daba un sorbo a la bebida caliente.

—¿Jorge estuvo aquí? —cuestionó Agustín, dirigiéndose hacia a ellas.

Ambas negaron con la cabeza y fruncieron el ceño, confundidas. Pero yo sabía por qué preguntaba. Él debía saber que la persona que apareció en mi sueño, no era Jorge. A pesar de las expresiones interrogantes de Malena y Valentina, Agustín se volvió hacia a mí, esperando mi respuesta.

—No estuvo aquí —afirmé, dejando la taza de té en la mesita de noche.

Asintió y se quedó en silencio por unos segundos mientras Malena seguía quejándose que él no debería haber aparecido así de repente. Apretó la mandíbula y la fulminó con la mirada, haciendo que se callara.

—¿Pueden dejarnos a solas? Necesitamos hablar —dijo poniéndose de pie.

Valentina asintió compresivamente, y Malena frunció el ceño sin estar de acuerdo. Tenía el derecho de estar, en cierto modo, molesta. Sabía que estaban sorprendidas por la manera exacta en la que Agustín había entrado al mismo tiempo en que desperté.

—Estaremos en la sala, pero si escucho sonidos no aptos en una conversación, vendré a interrumpir —el comentario de Malena hizo que quisiera salir huyendo por la ventana para que nadie se diera cuenta cómo mis mejillas se sonrojaban con intensidad.

—Malena... —advertí, entre dientes.

—No dejaré que tengan sexo en mi habitación —continuó acusadoramente, sin tomar en cuenta de lo incómoda que estaba haciéndose la situación.

—Cállate, tal vez es eso lo que necesitan —dijo Valentina, como si eso me hiciera sentir mejor.

Negué con la cabeza, deseando que Agustín no estuviera aquí escuchando estas cosas.

Salieron de la habitación, cerrando la puerta detrás de ellas. Necesitábamos privacidad pero no exactamente para «eso», el tema del que teníamos que hablar era más importante que complacer a hormonas alborotadas.

—Intenta aparentar que no escuchaste todo eso —murmuré, sabiendo que no lo haría.

Me levanté de la cama que ahora se veía tentadora y me enfoqué en el problema a solucionar. Miré a Agustín y estaba recargado en la puerta, mirándome detenidamente. Una de sus comisuras se estiraron a un lado y sacudió la cabeza.

—Lo intentaré.

Las voces de Malena y Valentina se percibían desde la sala y fue entonces que recordé la forma aterradora en la que estaban en mi pesadilla, siendo devoradas por una inmensa cantidad de serpientes.

Me estremecí y dejé salir un suspiro.

—Un chico estuvo en mi pesadilla y me degolló —dije, casi sintiendo la sensación del filo de la navaja en mi garganta.

atracción mortal; aguslinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora