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Aquella noche no caí en los brazos de Morfeo pensando en lo borde que había sonado al tratar de dejar las cosas más claras que el agua. Su cara de preocupación no tardaba en venir a mi mente cada vez que hacía en intento de dormir. Me levanté de la cama ya que me estaba poniendo nerviosa ya que el hecho de dar muchas vueltas en ésta y no poder dormir y encontrar la paz  que me merecía a estas alturas de la noche.

Decidí ir a la cocina por un vaso de agua. Al pasar por el salón me crucé con él. Tony iba a su habitación seguramente para dormir ya que mañana empezaban las clases en la universidad. Sus ojos conectaron facilmente con lo mios. Su rostro parecía serio y cansado. Le dediqué una media sonrisa.

- ¿No puedes dormir?- Preguntó mientras pasaba por su lado.

- Parece que no-. Contesté cuando me quedé parada a mitad de camino. Él notó que me sucedía algo y era cierto. Por una razón que desconocía estaba llorando.

Tony se acercó por detrás y me abrazó quedando mi espalda pegada a sus abdominales. Yo me di la vuelta para verlo y él quitó las lágrimas que estaban bajando por mis mejillas.

- Tony, la vida es muy injusta.

- A mí me lo vas a contar, sé lo dura que es y lo fuerte que tiene que ser uno para sobrevivir-. Contestó mientras me abrazaba.

En ese momento pude ver los rasgos de su rostro, pude ver su mirada de preocupación ante mi reacción y pude ver como no me soltaba. También pude ver como casi le contaba mis problemas a una persona que apenas conocía, eso no lo podía hacer. Rodeé mis brazos en su cuello y nos abrazamos. Cerré los ojos sintiendo aquel abrazo, sintiendo como sanaban mis pedazos rotos por todo lo que me hizo daño en mi pasado.

- Bueno-, dije mientras me separaba de él-, creo que este abrazo ha sido más eficaz que el vaso de agua que iba a tomar-. Concluí mientras me reía.

Él rió también, me acarició mi brazo izquiero, con lo que le respondí con un beso en la mejilla, se supone que tendría que haber un comienzo, ¿no?

Al día siguiente me levanté temprano, fui al servicio a asearme pero cuando llevaba cinco minutos metida en el servicio, Tony abrió la puerta de golpe y pasó. Vi que se estaba quitando los pantalones, ¡delante de mi presencia! Instintivamente me tapé los ojos.

- ¿¡Qué estás haciendo!?- Grité sobresaltada.

- Pues voy a visitar al retrete-. Respondió con mucha tranquilidad.

- Hay otro baño.

- Este está cerca de mi habitación.

- Pero estaba aquí antes.

- Que me quedo en este.

- Bueno, espera a que yo me salga, ¡súbete los pantalones!- Exclamé todavía con los ojos tapados. Pude notar como se reía de la situación.

- Están subidos.

Me destapé los ojos y lo miré por el espejo. Efectivamente tenía los pantalones subidos, lo cual agradecía que no era ninguna broma de mal gusto. Suspiré aliviada.

Cogí mi neceser y abrí la puerta para irme de ese baño y dejarlo todo para él. Entré al otro baño y no era ni la mitad de pequeño que el anterior, calculé que tenía que tener aproximadamente los mismo metros cuadrados que el baño anterior.

Por un momento bajé la mirada hacia el neceser y cuando volví la mirada al espejo me encontré a Tony detrás de mí. El susto que me llevé fue muy grande, casi llego al techo del salto que di.

- ¿Qué haces?- Pregunté sobresaltada.

El sonrió y me abrazó por detrás, pues sí que le había dado fuerte por abrazarme.

- ¿Me puedes dejar?

De pronto vi como Tony asomaba su cabeza por la puerta del baño y con el entrecejo fruncido me preguntó:

- ¿Con quién hablas?

Al verlo me sobresalté, pero...¿no estaba detrás mía abrazándome? Miré detrás de mí por el espejo y no vi a nadie. ¿Mi subconsciente me había traicionado? ¿Qué me estaba pasando desde que ayer me defendió?

- Yo sola.

Hizo un gesto con la cabeza y se fue cerrando la pequeña franja que antes había. ¿Qué me estaba pasando? Decidí no darle más vueltas y apañarme ya que llegaría muy tarde y no quería eso.

Al salir del baño, me encerré en mi habitación y me vestí para el gran comienzo de mi nueva etapa. Salí de la habitación y me dirigí hacia la cocina para tomar mi desayuno. En el salón vi a Tony ya preparado, parecía que esperaba a alguien para ir a la universidad. De pronto, sonó el timbre y ese hombre que estaba en el salón con unos vaqueros azul oscuro, una camiseta blanca y una chupa de cuero negra se dirigía a abrir la puerta a la persona que llamó. Oí como saludaba a Clay y se daban un corto abrazo.

- Deja la bicicleta en el salón-. Oí que Tony le decía a Clay.

Oí un vale y también el ruido que hace la bicicleta cuando la estás desplazando. Cuando Clay dejó la bicicleta en el salón bien colocada para que no se cayera al suelo, le indicó a Tony que ya se podían ir.

Yo me tomé mi vaso de leche y lo dejé en el fregadero. Cogí mi mochila que estaba junto mis pies dispuesta a irme.

- Bueno chicos, yo me voy-. Dije mientras agarraba las llaves del piso que estaban en un mueble de la entrada al piso.

- Espera, nosotros también vamos a la universidad, si quieres podemos irnos todos juntos-. Sugirió Clay muy animado. ¿Qué desayunaba este chico por las mañanas? Nunca lo entenderé.

- No, mejor me voy andando para conocer la ciudad y eso-. Rechacé su propuesta muy gentilmente y con una sonrisa en la cara.

Y así me pasó, me perdí y no pude llegar a la primera clase, ni a la segunda, ni a la tercera. Estaba perdida. Parecía una de las calles peligrosas y poco transitadas de Nueva York. Había vagabundos por todos lados y gente pinchándose droga en una jeringuilla. Me entró escalofríos. Mi subconsciente gritaba que llamara a Tony para poder volver al piso ya que me perdí todas las clases. Un muy buen comienzo.

Cogí el movil para llamarlo pero lo tenía apagado por batería baja. Maldecí por lo bajo para que nadie me oyera. Mi suerte era tanta que me podía ocurrir de todo menos cosas buenas en un día. De pronto oigo un sonido de un coche antiguo, era una Mustang rojo, de él se bajó Tony acompañado de Clay. Le pedí gracias a Dios de poder verlos.

- ¿Qué haces aquí?-. Preguntó mientras se estaba acercando a mí a paso acelerado, al igual que Clay, pero detrás de él, se le notaba que estaba asustadísimo de estar caminando por esas calles oscuras de Nueva York.

- ¿No es obvio? Me he perdido-. Contesté mientras levantaba mis brazos resignándome.

- ¿Estás bien?- Preguntó Clay mientras analizaba el sitio con cara de horror.

- Sí-, le contesté sin dejas de mirar a Tony-, no hacía falta que viniérais a por mí.

- Ah, ¿no?- Preguntó con cara de sorpresa Tony.

Negué con la cabeza firmemente. Mentira, estaba mintiendo y él lo sabía.

- Clay, vámonos.

- Sí. Chica, ven con nosotros, no me fio de este lugar-. Me decía mientras no paraba de mirar el sitio con horror.

- No, ella no viene-. Dijo serio Tony.

- ¿¡Qué!?- Exclamó en forma de pregunta Clay.

- Lo que oyes, no nos necesitan.

- No vamos a dejarla aquí sola en este lugar, Tony.

Pero Tony no miraba para atrás y llegó hasta el coche, se montó y desde dentro preguntó a Clay gritando:

- Vienes, ¿o qué?

Clay me miró para luego mirar a Tony y responderle con un "no". Sin pensalo dos segundos, arrancó el Mustang rojo y se marchó dejándonos perdidos.

El Misterioso Chico Del Mustang RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora