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Narra Anne

Ya habían pasado dos días desde que esos hombres me secuentraron. Sin embargo, yo no pude pensar en Tony o en algunos de mis amigos ya que sus burlas hacia mí ocupaban todo el día en mi cabeza.

¿Mis sentimientos? No sabía que sentir ya que eran muy confusos. Rabia, tristeza, otra vez rabia y esperanza. Esperanza por que alguien me encontrara.

Sus burlas hacia mí empezaron de nuevo, no sabía qué hacer. Mi mirada se volvió más profunda e inerte, miraba a la nada fijamente y para ellos eso era algo chistoso.

- Creo que se está volviendo loca-. Dijo entre risas uno de ellos.

- El jefe quería eso-. Le siguió la broma.

Mis puños se cerraron, mis nudillos se pusieron blancos por toda la fuerza con las que las cerraba. Sin dejar de mirar a la nada, empecé a dar puñetazos al aire para poder separas las cadenas de aquel endeble tubo, pero no era facil, no era tan endeble.

Los otros se reían de malgastar mis fuerzas en vano, creían que no me iba a soltar nunca, pero la ira puede con todo. Seguí intentándolo, puñetazos al aire iban y venian, mi rabia aumentaba a medida que sus risas lo hacían.

Después de un tiempo dando puñetazos a la nada, el tubo cedió y me pude soltar. Los dos hombres dejaron de reirse cuando veían que me ponía en pie.

- El jefe dijo que era muy blanda-. Comentó uno de ellos.

El chico que estaba sentado a una silla se levantó de un salto. Se acercaba a mí a toda prisa con una navaja en sus manos.

- Vuelve a tu sitio, solo traes problemas-. Dijo mientras se acercaba a mí.

- No te confundas, quien te trae problemas es ese tal "jefe"-. Le rebatí mientras me quedaba en mi sitio, viendo como él se movía, fijándome en sus cutres movimientos sin sentido.

Cuando estaba cerca, extendió su brazo derecho para poder acuchillarme, pero lo paré sin pensarlo dos veces. Sonreí maliciosamente, habían desatado al demonio que llevaba dentro.

Empecé a dobrar su brazo hasta que la navaja cayó al suelo, con mi pie derecho lo empujé lejos de los dos y le solté el brazo. Ninguno de los dos sabían como reaccionar, eso me satisfació.

- Apuesto a que vuestro jefe no os ha dicho que sé defensa personal-. Comenté com burla.

El otro chico se levantó y vino corriendo havia donde estaba, cuando estaba mo suficientemente cerca me quiso dar un puñetazo en la cara, pero lo paré, y él recibió un puñetazo que hizo que su nariz sangrara.

El chico de la navaja se levantó del suelo y me quiso golpear, pero sufrió el mismo desafortunado destino que su compañero.

Cuando los dos estaban en el suelo y doloridos, pude mirar a los lados rapidamente para ver si había una ventana, pero no encontré ninguna, solo encontré una bóveda gigante en el techo. No me quedaba otra opción.

Salté a unas medias escaleras que había en un extremo de una pared y subí por ellas. Éstas conectaban con una pasarela de hierro donde cruzaba un extremo de la bóveda con la otra. Buscaba por el extremo que estaba de la pasarela para poder hayar el botón y así abrir la bóveda. No lo encontraba, hasta que miré al otro extremo de la pasarela. Corrí hacia allí y le di al botón con éxito.

- Jefe, Anne se está escapando-. Sentí que uno de esos chicos hablaba con ese supuesto "jefe".

- No la podemos parar, es demasiado fuerte para nosotros-. Contestó el otro a las órdenes de su jefe.

- No se ria, nos acaba de dar una paliza.

La bóveda se abrió y pude salir por unas escalerillas que tenía en el exterior de ésta para poder bajar hacia el suelo. Cuando toqué el suelo respiré aliviada, pero lo peor fue mirar al alrededor y no encontrar a nadie ni nada. Estábamos a kilómetros de Nueva York.

- Espero que te haya sentado bien pegar la paliza a mis vigilantes-. Dijo una voz masculina, la cual me sonaba mucho.

- No te ima...-. Paré de hablar al darme la vuelta y encontrarme a aquella persona que nunca quería volver a ver.

- ¡Sorpresa!- Exclamó con aquella arrogante sonrisa.

El Misterioso Chico Del Mustang RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora