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- ¿De qué vas?- Pregunté a Clay molesta por lo que dijo.

- Solo quiero asegurarme de que no robas nada-. Dijo tranquilo.

- ¿Qué te hace pensar que voy a robar algo?- Volví a preguntar molesta.

- Robaste a tus padres-, comenzó a narrar la historia-, para comprar droga.

Mi cuerpo se petrificó, no podía creer que supiera esa terrorífica historia de mi pasado, creía que nunca se enterarían.

- Es cierto-, confirmé agachando la mirada, no podía ver la mirada acusadora de Clay-, pero la droga no era para mí. Lo compraba con el dinero de mis padres pero no eran para mí-. Finalicé con lágrimas en los ojos.

- ¿No era para ti?- Preguntó Clay incrédulo.

- No, era...-, suspiré para armarme de valor para contárselo-, era para mi ex, el mismo que visteis días atras aquí.

Clay hizo una señal para que siguiera contando mi historia, una parte de mi vida de la que no estaba para nada orgullosa.

- Él era y supongo que sigue siendo un drogadicto, yo lo intentaba ayudar, lo apunté al grupo de drogodependientes anónimos. Él me decía que iba pero un día descubrí que era falso, faltaba a todas las charlas-, lo miré con mis ojos ardiendo por las lágrimas que querían salir pero que yo no dejaba-, me decepcionó. Le regañé por mentirme de esas maneras, dije que de verdad él no quería curarse y que lo iba a dejar, pero no me dejó salir por ls puerta ya que cuando lo intenté, él me golpeó la cabeza contra ésta haciendo que me doliera y me saliera una poca sangre. Yo lo miré aterrorizada, quería irme de allí pero cada vez que me ponía en pie hacia la puerta me propiciaba otra paliza, y otra, y otra, hasta que me dejó inconsciente. De ese día todo lo que recuerdo fue despertar en la cama con mi cuerpo desnudo y lleno de moratones.

Suspiré al recordarme tumbada, maniatada y desnuda en la cama, con moratones en cada rincón de mi cuerpo. Recordaba como si hubiera ocurrido recientemente, como al moverme mi cuerpo me dolía.

Clay me miró. Yo estaba tocándome las muñecas al recordar el dolor de éstas por las cuerdas alrededor de ellas. De repenre sentí unos brazos rodeando mi cuerpo, me estremecí creyendo que era mi ex y que me iba a pegar, pero ese susto no duró mucho cuando vi Clay abrazándome, apretándome fuertemente hacia él para consolarme.

- Te...te...-. Lo interrumpí.

- Todo lo que recuerdo es que era virgen y desde ese día ya no lo soy-. Disolví su duda.

Clay me volvió a abrazar más fuerte. Esa vez correspondí a su acogedor abrazo. Lo necesitaba muchísimo.

- Desde ese día me dijo que nunca me iría de su lado y que no tendría más remedio que ser su sumisa.

- No tienes porqué continuar-. Dijo Clay pero no le hice caso. Quería contarlo, quería sacarlo de mi pecho porque lo estaba oprimiendo dejándome, a veces, sin respiración.

- Una de las cosas de ser su sumisa, no sólo sexualmente, fue conseguir sea de donde fuera dinero para sus drogas y trapicheos. Él se había quedado sin dinero después de gastárselo todo en drogas y lo que le sobraba en máquinas tragaperras. Yo no tenía dinero, fue todo lo que le dije, pero él me dio una paliza y me dijo que si era necesario, que me prostituyera. Yo quería contárselo a Tania, mi mejor amiga, pero no podía ya que tenía miedo a esas palizas que me propinaba por no responder a sus ordenes-. Clay me susurró al oido que dejara de contarlo, pero no le hice caso-. Todo lo que me quedaba era robarle dineros a mis padres y hermanos, los dejé sin nada, y me denunciaron. Cuando ya no tenía más dinero que robarle a mis padres, me pegó la paliza más grande de mi vida. Estuve todo un verano en coma, la única persona que me iba a visitar era Tania, ella me ayudó de desacerme de ese indeseable, denunciarle y poner una orden de alejamiento que si lo incumplía, iría a la carcel. Hasta que me mudé aquí, estuve viviendo en casa de Tania y todo lo que puedo decir es que Dios la bendiga por el buen corazón que esa chica de ojos verdes tiene.

Clay se separó de mí, sus ojos estaban cristalizados y por sus mejillas corrían unas cuantas lágrimas, las cuales borré con mis dos dedos pulgares. Él hizo conmigo lo mismo pero con la diferencia de que volvían a caer más.

- Gracias por escucharme-. Le agradecí.

- Gracias por hacerme ver que estaba equivocado con la imagen que tenía de ti desde que el padre de Tony me contó eso-, me sonrió de lado, era una sonrisa agridulce-, mañana le contaré esto a él antes de que te echen de aquí.

No pude evitar derramar unas cuantas lágrimas. Todo lo que recordaba era despertarme al lado de Clay, en el sofá.

El Misterioso Chico Del Mustang RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora