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- ¿Qué se supone que tengo que hacer, Clay?- Pregunté entrando en pánico.

- Pues ir al hospital, te estaré esperando en la puerta de la habitación-. Dijo Clay tratando de tranquilizarme.

- Sus padres no me querrán ni ver-. Dije empezando a llorar de nuevo.

- Les he contado todo y creen en lo que me contaste-, suspiró cansado-, ven ya, por favor.

- Esta bien, Tania y yo iremos para allá-. Colgué la llamada.

Nada más colgar llevé el móvil a mi pecho y lo estreché contrá éste. Me quedé sentada en la cama, petrificada, no podía mover ni un músculo por mucho que quisiera hacerlo, era una sensación muy extraña.

Tania me miraba preocupada, tanto que me abrazó muy fuerte y ahí pude mover mis brazos para corresponder a su abrazo. Un abrazo tranquilizador, lleno de paz y calma.

- Gracias-. Susurré en un susurro casi inaudible pero lo suficiente audible para que lo ella lo pudiera oir.

Ella me apretó más hacia ella y no pude evitar soltar unas cuantas lágrimas. Mi amiga nos separó y con sus pulgares borró las lágrimas que amenazaban por caer.

- ¿Qué tal si vamos a ver a Tony? Así le puedes contar que va a tener a otra inquilina-. Tania me sonrió con dulcura y yo sólo pude asentir con la cabeza mientras le cogía de la mano dispuestas a ir hacia el hospital.

Una vez allí, me encontré con Clay, me miraba serio y yo sólo me pude esperar lo peor.

- Tranquila, no está en la habitación, le están haciendo pruebas, pero podemos esperarlo dentro de ésta si quieres-. Dijo Clay como si me estuviera leyendo la mente.

Yo asentí y miré a Tania que me daba una dulce sonrisa cada vez que la miraba. La adoraba. De las dos, ella siempre fue la más fuerte, no la he visto nunca derrumbarse frente las adversidades, siempre superaba un problema con una sonrisa en su rostro. La admiraba.

Entramos y ahí pudimos ver a los padres de Tony. El señor Padilla tenía agarrado la mano de su mujer mientras la señora Padilla hacía un gran esfuerzo para no derrumbarse. Cuando entré lo primero que hice fue saludarlos y agachar la cabeza. Ya lo sabían, sabían el motivo y por ello me moría de vergüenza.

Cuando los saludé, la señora Padilla se deshizo del agarre de su marido, se levantó y me abrazó mientras unas lágrimas se resbalaban por sus mejillas.

- Lo siento, siento mucho haberte etiquetado de algo que no eres. Eres una victima-. Me dijo mientras me abrazaba fuertemente.

- Y tu amiga puede quedarse en la habitación que hay libre-. Añadió el señor Padilla mientras me miraba con una mirada de arrepentimiento.

- No pasa nada por haberme acusado de ladrona, no sabíais la historia-. Dije  mientras me separaba de la señora Padilla.

- Hola, sé que este no es el mejor momento pero soy Tania-. Dijo mi amiga sonriente, lo que provocó que los padres de Tony también sonrieran.

- Encantados-. Dijo la señora Padilla.

Estábamos hablando de lo que me pasó cuando una enfermera trajo una camilla, la camilla donde se encontraba Tony. La enfermera lo dejó en la habitación y sin antes decir que el doctor llegaría con los resultados de sus pruebas pronto.

- ¿Cómo te encuentras, hijo?- Preguntó el señor Padilla.

Tony miró a todos de la sala, sólo sonreía a sus padres y a Clay, cuando miraba a Tania y a mí se ponía serio. ¿Qué le pasaba conmigo?

- Papá, ¿dónde está mi Mustang?- Preguntó Tony mirando a su padre.

- En mi taller-. Contestó el padre de Tony con una sonrisa.

- ¿Qué le pasa? ¿Por qué estoy en un hospital?- Preguntó Tony un poco descorcentado.

Yo miré a Tania con signos de preocupación notables en mi rostro. Tania me miró y me hizo un gesto para salir de la habitación, y la obedecí.

Me fui de la habitación sin avisar a nadie, no tenía ganas de romper aquel momento entre padre, madre, hijo y amigo. Cuando salí y cerré la puerta de la habitación, me recargué en la pared que conectaba con la puerta de su habitación. No pude soportar por más tiempo el dolor y me dejé caer al suelo mientras lloraba desconsoladamente. No quería ver a nadie en esos momentos, sólo quería llorar hasta que mi cuerpo no pudiera más.

- Anne-. Susurró mi amiga mientras posaba su mano en mi mejilla izquierda.

Cuando sentí su mano la quité deprisa, no quería que nadie estuviera en aquellos momentos cerca de mí.

Sentí como alguien salió de la habitación y como alguién flexionaba sus rodillas para que lo pudiera ver sin levantar la cabeza. Era Clay.

- ¿Qué podemos hacer?- Preguntó Clay a Tania.

- Dejarla hasta que se le pase, le toqué la mejilla para consolarla pero fue ella quién la quitó-. Respondió mi amiga preocupada por mi reacción.

Clay asintió con la cabeza para hacerle saber a Tania que lo entendía. Luego sentí como su mirada se fijaba en mí incomodándome.

- Anne, por favor, vete a casa. Todos te están mirando como si te acabaran de dar una muy mala noticia-. Suplicó Clay.

- ¿Es...es que...es que no es una mala noticia?- Pregunté entre lágrimas.

- Está vivo-. Respondió Clay.

- Pero no me recuerda.

- Con el tiempo empezará a recordarte-. Me animó Clay, pero no lo escuché porque ambos sabíamos que eso ya no era posible.

- La mayoría de las personas con amnesia acaban recordando a aquellas personas que olvidaron sin quererlo-. Dijo Tania que estaba al lado de Clay.

- Vete, te llamaré para darte noticias cuando las tenga-. Finalizó la conversación Clay.

Yo asentí y con la ayuda de Clay y Tania me pude poner en pie e irme al piso junto a Tania. No podía creer que la persona que amaba no me recordara después de todo.

El Misterioso Chico Del Mustang RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora